sábado, 28 de julio de 2018

¿Cuál es el problema de una política cultural de izquierda hoy?


Jean Ver Meer. La lección de música


El sistema ha penetrado en las conciencias de los seres humanos hasta naturalizar los valores en que se funda.  Sólo luego de eso adquieren aquel aspecto de universalidad que les otorga esa naturalización. 

Es un fenómeno ampliamente estudiado y descrito por las ciencias sociales.

Lo importante es la posición política que se adopte frente a este fenómeno que las ciencias universitarias se limitan a constatar y describir.

Dichos valores, entre otros, son el individualismo y la competitividad; el afán de lucro y uno de los más importantes, una concepción de la libertad no ya como autonomía sino como posibilidad de escoger. 

Estos valores se expresan en hábitos y formas de relación social como el consumismo, el arribismo, la atomización y mercantilización de la vida social, la motivación a partir de incentivos exteriores, la discriminación de lo considerado "extraño" o "inferior" o "anormal" entendido como aquello que no se adecua a ellos.  

En ese sentido, la naturalización de los valores del sistema indican que la batalla cultural la está ganando el neoliberalismo hace rato o incluso puede que ya la haya ganado definitivamente. 

Sin embargo, esto no significa que la lucha de clases haya dejado de existir y que por tanto, la lucha en el plano de los valores y de la cultura no se siga librando todos los días. 

El punto es que al hacerse los valores del sistema, "sentido común" o naturalizado como la manera "apropiada" de comportarse, todos los otros sistemas de valores y costumbres de grupos y clases subordinadas y dominadas se convierten en inapropiadas o anormales o incultas aunque no por ello hayan dejado de existir.

Lo que sucede es que no se expresan en el plano de la cultura admitida como "válida" y que circula en el medio que la sociedad ha creado precisamente con ese fin: el sistema educacional, las editoriales, museos y galerías, los medios de comunicación masivos, etc. 

Con este propósito, debe separar necesariamente al pueblo de quienes profesionalmente se dedican a la "producción" de objetos culturales. 

Esto tiene, además,  un segundo efecto que es mercantilizar la producción cultural y convertir a quienes se dedican profesionalmente a ella en pequeños empresarios, que viven de la compra y venta de sus productos. 

Ambos sufren la enajenación. Unos -lo que suele denominarse las "audiencias"-pues lo que aprecian, consumen y "disfrutan", no los identifica ni a ellos ni a sus vidas. Es decir, no dialogan con otros por medio de la cultura establecida y se limitan a apreciarla en forma pasiva aun cuando sea una cultura extraña o una imagen distorsionada de su actividad, su entorno y sus valores.

Los otros, porque lo que producen y la manera en la que deben hacerlo, es también una forma de sometimiento a cánones estéticos, y del gusto exteriores o que provienen de grupos culturalmente hegemónicos y no necesariamente de sus propios intereses como creadores. 

Ello plantea el núcleo del problema para un política cultural de izquierda,  lo que está íntimamente ligado a la demanda por participación y democratización. No a lo que corrientemente se denomina "formación de audiencias".

Democratización y participación en lo que dice relación con la producción de bienes culturales. El libro, la información, la música, representaciones escénicas, artes visuales, entretenimiento, etc. 

También en lo que refiere a la posibilidad de acceder, conocer, comprender; de disfrutar, cuestionar y relexionar acerca de los objetos y productos culturales; los contenidos que los animan, sus formas de presentación, etc. 

Finalmente en lo que dice relación con la relación entre los creadores y trabajadores de la cultura con el pueblo; no como "audiencias con artistas talentosos" sino como seres humanos que proviniendo de diversas culturas dialogan y debaten para enriquecer el universo simbólico, material y espiritual de la sociedad. 

La experiencia chilena del siglo XX, incluso del siglo XIX, es que ello está íntimamente ligado a la creación, desarrollo y expansión Sistema Nacional de Educación Pública. 

Primero porque, pese a todo, éste sigue siendo el medio más poderoso del país para hacer política cultural. Pues escuelas y liceos son lugares de encuentro, debate y socialización de grupos, etnias, culturas y hoy en día, nacionalidades diversas.

En segundo lugar las universidades estatales como centros de creación, investigación, experimentación y producción cultural en los más diversos ámbitos. También por las labores de extensión cultural que realizan.

La forma de hacer retroceder al mercado en cultura y rescatarla como un derecho social es fortalecer la educación pública, que es el brazo más poderoso con que cuenta el Estado para democratizarla y hacer de ella una herramienta de progreso social y no una forma de sometimiento y expresión de la dominación de clase. 














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