viernes, 6 de julio de 2018

Allende y la izquierda en la actualidad




El 26 de junio se celebró el natalicio número ciento diez de Salvador Allende. Si no fuera por su obra, el Chile actual no sería el que es y eso no lo podrían negar ni sus más enconados adversarios.

Seguramente por esa razón, El Mercurio, la DC y los antiguos izquierdistas convertidos al liberalismo más vergonzante, citan el Gobierno de Allende y la Unidad Popular como el punto de inflexión en la historia chilena del siglo XX.

En su caso, para legitimar su pretensión de que nunca más en la historia se vuelva a repetir un gobierno de izquierda, de base popular y obrera que se plantee la construcción del socialismo y que el poder lo ejerzan los trabajadores para beneficio de las mayorías.

Es precisamente por esa razón que la derecha, el gobierno norteamericano –lo que está sobradamente documentado en sendas investigaciones del senado de ese país-, conspicuos empresarios criollos y los sectores más conservadores de la DC provocaran a las FF.AA para dar un golpe de Estado.

La cantinela que han repetido como un mantra por más de cuarenta años, permeando las conciencias de varias generaciones de chilenos, es que precisamente haberse planteado construir el socialismo en Chile y entregar el poder a las clases históricamente sometidas y explotadas –materialmente- excluidas y discriminadas –cultural, social y moralmente- es el problema y el gran “error” o incluso el “pecado” de la UP.

Curioso argumento para justificar las violaciones más atroces a los DDHH de que tenga memoria nuestra historia republicana.

El razonamiento que está a la base de esta paparruchada es que vivimos en una sociedad perfecta o a lo menos, la mejor posible y que proponerse cambios  “radicales” o “estructurales” es algo espurio y por lo tanto, razón suficiente para derrocar un gobierno legítimamente constituido, asesinar al Presidente de la República, encarcelar a sus ministros o expulsarlos de Chile.

Disolver el Parlamento; proscribir a los partidos políticos, a los sindicatos. Realizar detenciones arbitarias, someter a atroces tormentos a opositores, ejecutarlos y en miles de casos, hacerlos desaparecer.

Lo que ocultan o niegan estas teorías del “quiebre institucional”, de la “guerra fraticida” -cuyas expresiones más torpes y exageradas son el Plan Z y otras por el estilo, y que en otras más sofisticadas citan un fallido intento de acusación constitucional- es que los objetivos de entregar el poder a los trabajadores y construir el socialismo en Chile, estaban indisolublemente unidos a la realización plena de la democracia.

No se trata solamente que la vía chilena o “vía pacífica” al socialismo se realizara por los medios de la democracia y el respeto por el Estado de Derecho, como de hecho fueron todas las actuaciones de su gobierno, incluidas la reforma agraria, las nacionalizaciones del cobre, la banca y las grandes industrias.

Se trata de que el planteamiento de la UP, producto de un proceso de elaboración política y doctrinaria que tomó varias décadas de debate de los partidos populares, el movimiento sindical, la intelectualidad progresista -desde la efímera República Socialista de 1931 hasta culminar con la elección de Allende- tenía como fin último la realización de la democracia.

Para esta concepción, el socialismo y la democracia no solamente no son contradictorios sino que son precisamente expresiones de un mismo movimiento de progreso social que, en su versión chilena -versión muy ortodoxa pero profundamente creativa- proceden por sucesivos momentos de superación, contradicción y síntesis permanentes, como manifestaciones de movimientos de masas que expresan las contradicciones de clase de la sociedad y que se realizan en la producción, tanto como a nivel institucional, estético, cultural y social.

Las versiones del asalto al poder; aquellas que postulaban con una candidez extraordinaria la vía insurreccional –en sus versiones guerrilleras fundamentalmente- son las que niegan primero todo el acerbo teórico y cultural de la izquierda y dan paso después, a elaboraciones políticas y doctrinarias que lo ignoran .

Son las que dan paso, por lo tanto, al liberalismo socialdemócrata, ese salto al vacío de la izquierda en las postrimerías del siglo XX y que explican en gran parte el estado actual del sector y su indigencia de propuestas y su dificultad para converger, para dialogar con la sociedad y proponerle objetivos que la movilicen a horizontes de superación de la sociedad actual.

Sociedad sumida en la peor crisis de su historia –estancamiento económico, proliferación del narcotráfico, desigualdad, destrucción del medioambiente, apatía y desafección de la política y la democracia, agotamiento de las materias primas pese a su dependencia de ellas, discriminación y violencia-.

La figura, el ejemplo de Allende, es inspiración y modelo para las actuales generaciones de chilenos de izquierda y progresistas, tal como él dijo en su último discurso: “otros hombres superarán este momento gris y amargo en que la traición y la felonía pretenden imponerse”.

Allende el demócrata republicano y el Allende resistiendo metralleta en mano en la Moneda, el 11 de Septiembre de 1973, no son contradictorios sino expresión de lo mismo. El ideario de la izquierda chilena, socialismo y democracia, defensa y promoción de los derechos humanos desde la infancia.

El golpe no era inevitable. Esa es la explicación que Altamirano ha difundido con la colaboración de Salazar para justificar no sus actuaciones durante el Gobierno de la UP sino su conversión posterior y su entreguismo a las posiciones que conciliaron con los golpistas, los violadores de los DDHH y sus exégetas. Para la versión de la inevitabilidad del golpe, no había más opción que renunciar al programa. 

Es lo que él hizo con posterioridad aunque en su extensa conversación con Salazar no lo dijera ni lo recordara en una sola de sus respuestas.

Allende se hace cada día más grande, en América Latina. Fue inspiración y ejemplo para una generación entera de combatientes de la resistencia antidictatorial y que luchaban por la democracia. Jóvenes del MIR, del PC, del FPMR, de la JS y la IC precisamente por esta característica de su pensamiento y su práctica. Unir democracia y socialismo. Es precisamente la tarea actual en Chile y América Latina. 





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