lunes, 16 de marzo de 2020

La peor catástrofe


John Bratby. Table top, 1955


El levantamiento popular que empezó el 18 de octubre pasado y que se extiende sin visos de ser detenido por acuerdos cupulares ni soluciones "en la medida de lo posible", planteó asuntos que nuestra sociedad no se había cuestionado en décadas. 

Fundamentalmente la desigualdad; la discriminación en sus diferentes variantes; el abuso y el autoritarismo

Todo lo anterior, hasta octubre pasado, era interpretado como si se tratara de defectos accidentales del modelo y no como factores estructurales de éste. Una manera muy académica de barrer, discretamente, la basura debajo de la alfombra.

Bueno, otra vez fue la protesta social  la que se encargó de demostrarlo, no la academia. Es más, ésta lo ha obviado de manera grotesca para seguir insistiendo en explicaciones como la de los diferentes ritmos de la modernización, la teoría del chorreo, el crecimiento y expansión de la clase media y sus nuevas aspiraciones, etc. 

El pueblo movilizado se encargó de desnudar el carácter ideológico de estas explicaciones y teorías. Y por esa razón, tampoco ha cedido a los cantos de sirena de la cacareada "agenda social" del gobierno de Piñera ni se ha conmovido con los "gestos de republicanismo" de sectores opositores que se han apresurado a aprobarle en el Parlamento varias "genialidades" como la reforma a las AFPs y el salario mínimo garantizado. 

Bueno, como reza el viejo y conocido refrán, "nunca falta un roto para un descocido". 

Es como si el pueblo movilizado en el levantamiento popular, los ignorara pues la realidad a la que aluden no existe, no es la suya; es una especie de realidad alterna regida por leyes muy lógicas pero que no tienen nada que ver con la que viven diariamente trabajadores y trabajadoras, empleados, estudiantes, pobladores y deudores habitacionales; pueblos originarios, pequeños empresarios y comerciantes, etc. 

La propia emergencia sanitaria instalada por la epidemia del coronavirus da cuenta de esta situación. 

Un Estado desmantelado por las políticas neoliberales y limitado e inerme para hacerle frente -gracias a la Constitución que el pueblo exige cambiar- usa la misma emergencia producida por la epidemia para prolongar  su agonía, obligando a la población a hacerse responsable de ella, mediante su aislamiento, cuando más necesario es encontrarse. 

Ni Borges lo habría imaginado mejor. 

Es esa la razón por la que el proceso constituyente, tal como lo concibieron e intentan conducirlo los sectores conservadores y las clases dominantes de la sociedad, tarde o temprano, va a ser desbordado y va a generar un proceso de consecuencias impredecibles. 

No es una revolución en el sentido más ortodoxo del término. Pero es precisamente en los momentos en que parecieran entrar en crisis las explicaciones "ortodoxas", cuando se producen cambios históricos, políticos y sociales de consecuencias más profundas y duraderas. 


En estas ocasiones es cuando se ponen a prueba la capacidad política  y la convicción. En este caso, respecto de la necesidad de impulsar ahora, no más adelante, las reformas políticas que le permitan a la sociedad hacerse cargo de estos supuestos "defectos accidentales" que una y otra vez demuestran la catástrofe que es el neoliberalismo.

Resulta ilógico esperar que pase la emergencia para hacerse cargo de ella. La misma incapacidad de la primera autoridad sanitaria del país para hacerse cargo hasta que los municipios intentaran alguna medida; la especulación con medicamentos e implementos de seguridad como mascarillas, alcohol y otros son una demostración de la necesidad de enfrentar la tarea, señalando sin ambigüedades ni dudas que el origen de la catástrofe no es el virus sino el desmantelamiento de los servicios públicos.

Ello impulsando al mismo tiempo cambios de fondo y haciendo desde ya propuestas del Estado que queremos y que Chile necesita. Un Estado con la obligación de garantizar los derechos económiso-sociales de la población; con capacidad de crear empresas para -a lo menos- hacerse cargo  de ello. 

De disponer de más recursos a través de una mayor recaudación; con capacidad de regular los mercados y al mismo tiempo, posibilitar la participación directa de las comunidades a nivel local y de las organizaciones sociales de estudiantes, trabajadores, profesionales, etc. en la elaboración de políticas nacionales en relación con las necesidades e intereses del pueblo. 

Para ello, en todo caso, se requiere convicción. Tomar una posición y actuar en consecuencia. No se puede esperar que la verdadera catástrofe haya pasado para hacerle frente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario