jueves, 16 de julio de 2020

¡La clase media de nuevo!

Marinus Van Reymerwaele. El mercader y su mujer



El debate por el retiro de parte de los fondos administrados en cuentas de ahorro individual por las AFP's, ha desatado pasiones. De ello dan cuenta la reacción furibunda de parte de la intelectualidad y de la tecnocracia liberal y las declaraciones de los gremios empresariales que con muy pocos deseos y tiempo para juicios diplomáticos, arremeten amenazando con las penas del infierno a todos los poderes del Estado.

Las maniobras y conspiraciones palaciegas tratando de asegurar los votos del oficialismo en el Parlamento, en lugar de ordenar a su coalición, han desatado una crisis de proyecciones inciertas en la derecha. 

Por lo demás, ni sus parlamentarios más fieles han esbozado una frase siquiera para justificar la posición del gobierno o tratar de explicarla. Piñera aparece aislado como nunca antes se había visto a un Presidente de la República y los partidos de su coalición -excepto quizás EVOPOLI, esperpento liberal de un recambio imposible- han tomado una prudente distancia y están concentrados más bien en sus querellas internas que en la defensa de lo que hoy por hoy es indefendible.

Las calles, la noche antes de la votación en particular del proyecto en la Cámara de Diputados, eran el escenario de una multitudinaria manifestación, con barricadas, caceroleos y gente en la calle, desafiando el confinamiento que impone la cuarentena en tiempos de epidemia y el toque de queda.  La oposición, aparece actuando con una unidad que nunca antes había demostrado en lo que va del gobierno de Piñera, haciendo valer su condición de mayoría en el Parlamento y expresando en él, por primera vez, un vasto sentimiento opositor, de malestar social y de protesta contra el abuso y la indignante desigualdad que en cada evento catastrófico que enfrenta el país, aflora como el hedor de las chancherías, sin que haya manera de disimularlo. 

El triunfo opositor es indesmentible y la noticia más importante de estas jornadas. La mayoría social y política se manifestó en ellas de manera irrefutable.

La prédica majadera de los liberales acerca del sacrosanto principio de propiedad ha quedado al descubierto como lo que es, pura ideología. Excepto los furiosos santones de Libertad y Desarrollo, ninguno de sus paladines, ha tenido la osadía de defenderlo o tratar al menos, con argumentos más o menos racionales. Ciertamente, es imposible mientras se le dice a los cotizantes que no pueden disponer de ella cuando durante décadas se les ha dicho lo contrario, precisamente como el principal argumento en contra de una reforma que introduzca principios de solidaridad a un sistema basado en egoísmo, elevado a la categoría de axioma moral.

De esta manera, la presunta clase media formada en treinta años se ha visto a sí misma como lo que es: una masa de trabajadores despojados, trabajadores esquilmados por partida doble, a lo que la derecha pretende responder raspando la olla -usando la famosa metáfora de un conocido lumpenparlamentario. Es precisamente el intento desesperado de los defensores del modelo para detener la protesta social.  Ello pues el carácter de clase de la propiedad es lo que ha quedado en evidencia como el fundamento mismo del sistema y lo que pretenden seguir ocultando, una vez más y como si fuera posible aún, con créditos y bonos.

En efecto, la apariencia de objetividad de uno de los principios esenciales del dogma neoliberal, en menos de veinticuatro horas, después de décadas de propaganda y manipulación, fue a dar al tacho de la basura. Es precisamente la derrota más profunda que haya sufrido el sistema en treinta años y el motivo de alarma de empresarios, intelectualidad neoliberal y dirigentes derechistas.

El pueblo por supuesto se manifiesta contra el abuso; contra la incapacidad e indolencia de un gobierno que se saca la careta y defiende sin escrúpulos, sin pudor, a una industria que condena a la miseria a millones mientras celebra sus estratosféricas ganancias. Pero especialmente reclama este engaño y exige lo que por décadas le han dicho que le pertenece cuando en realidad se ha convertido en una de las fuentes de sometimiento de los trabajadores  y trabajadoras más siniestras del sistema.

Es un primer paso. El siguiente, demostrar que un sistema de pensiones basado en el ahorro individual de los trabajadores administrado por empresas privadas no solamente es contrario a los principios de la seguridad social sino inviable social y políticamente y una patraña que oculta aunque  cada vez con menos pudor, el que los pichintunes ahorrados por millones .a los que se les ha hecho creer que son propietarios de algo-, hace a la riqueza de unos pocos. El principal obstáculo es el individualismo pequeñoburgués que por décadas ha instalado la creencia de que el esfuerzo personal es el fundamento de la propiedad, creencia que en estos días sufrió, efectivamente, una derrota de proporciones. 

Ciertamente, la devolución de una parte de los fondos no va a resolver los enormes forados del modelo por los que aflora la desigualdad, los bolsones de pobreza, la precariedad y la incertidumbre en que viven millones. La capacidad del sistema neoliberal de parcharlos con más políticas focalizadas y asistencialismo son, hoy por hoy, solamente una manera de posponer el desenlace y retardarlo, el objetivo de la derecha en el que intentará ciertamente embarcar a la oposición. Un acuerdo similar al del 15 de noviembre pasado es prácticamente imposible aunque no faltaran quienes lo intenten. 

El punto de inflexión que marcó el 18 de octubre y la demanda por una Nueva Constitución tiene su continuidad histórica en las luchas por el cambio del sistema AFP´s y está recién empezando.








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