Antonio Berni. Juanito Laguna remontando su barrilete. 1961 |
El
resultado de las recientes elecciones en Argentina, tiene una gran similitud
con lo que está pasando en Chile. Entre las PASO y las recientes elecciones
presidenciales, hay un cambio de tendencia en el comportamiento del electorado
aparentemente inexplicable o que, en el mejor de los casos, es justificado por
razones de superficie, como los errores de Millei y lo tóxico de su performance
y discurso; la maquinaria electoral peronista; la idiosincrasia del pueblo
argentino, la ausencia de Cristina y la habilidad de Massa, etc.
Si
bien todos estos factores puede que tengan alguna incidencia, lo cierto es que
estamos frente a movimientos subterráneos que sacuden a la sociedad argentina,
tal como lo hacen en Chile, y que tienen que ver con las contradicciones cada
vez más radicales que la caracterizan.
El
desastre del gobierno macrista, que dejó a Argentina a merced del FMI y determinó
la suerte del gobierno de Fernández -llevándose durante su mandato más de nueve
mil millones de dólares- y hoy en día, el de su candidata, Patricia Bulrich -quien
sucumbió primero ante la retórica ultra de Millei y ahora ante su incapacidad
de proponer soluciones al desastre que dejó su antiguo jefe, pese a la
incorporación de Melconian a su equipo o quizás por ello- determina y lo
seguirá haciendo su destino porque profundizó la desigualdad y las
contradicciones sociales haciendo posible que emerjan personajes tan
reaccionarios como MiIlei.
En
efecto, Millei representa la única salida posible a la crisis en la que dejó el
neoliberalismo a la Argentina sin tocar las bases clasistas y excluyentes sobre
los que se sostiene: terminar con su soberanía, con la ciudadanía y cualquier
ensayo de proyecto nacional para ser una especie de departamento de las
transnacionales y los organismos financieros promoviendo con entusiasmo la
destrucción de todos los vínculos sociales y culturales posibles detrás de una
retórica chartalanesca que postula una concepción rabanera de la libertad que
no es más que individualismo y egotismo radical.
El
triunfo de Massa en la primera vuelta, es una excelente noticia para los
argentinos y argentinas; para América Latina y también para Chile. Es la
demostración de que la derecha, las clases dominantes y la reacción tienen al
frente un pueblo que no les cree y que mantiene viva la memoria de sus luchas;
que valora sus derechos y conquistas y que no está dispuesto a renunciar a ellos
voluntariamente. Dos cosas fueron determinantes para obtener este resultado en
primera vuelta y probablemente es lo que se deberá reafirmar y profundizar para
ganar definitivamente.
La
primera es la movilización popular, la organización y la vinculación de
partidos, movimientos de masas y organizaciones sociales. El resultado de la
derecha es producto de la despolitización; del recurso al sentido común y la
emoción, todos factores explotados por Millei, por Kast y los republicanos en
Chile y el campeón y gurú de la ultraderecha en América Latina, Donald Trump.
Los sindicatos, las cooperativas, los colectivos territoriales y sectoriales,
las agrupaciones de distinto signo, deben involucrarse en la política y los
partidos de izquierda abandonar sus complejos de inferioridad frente al
discurso apolítico, gremialista y autonomista que mete a derecha e izquierda en
el mismo saco.
Lo
segundo es sostener la unidad y la amplitud en la defensa de los derechos
sociales, económicos y culturales conquistados por el pueblo a lo largo de su
historia e incluso plantearse su profundización, que es la única manera de
triubfar y detener el avance de la ultraderecha.
Argentina
deberá enfrentar uina segunda vuelta en poco tiempo. Chile el plebiscito
constitucional en el que se consultará al pueblo por la nueva Constitución. Esta
vez, no pasarán.
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