Yacinthe Rigaud. Retrato de Luis XIV |
La Comisión de Expertos terminó su trabajo sin lograr
-como era previsible aunque no improbable por una cuestión exclusivamente
lógica- acuerdos para corregir los excesos doctrinarios e ideologismos de la
propuesta del Consejo Constitucional en el que la derecha ostenta la mayoría.
La única posibilidad de alcanzarlos descansaba en que
ésta hiciera un cálculo político que la llevara a darles el visto bueno,
temiendo que, por su radicalidad, por su clasismo y la filosofía
intrínsecamente machista y autoritaria que la inspira, pudiera ser rechazada en
diciembre. Algo de eso hubo en las expresiones iniciales de algunos de sus más
conspicuos representantes, como Evelyn Matthei, candidata presidencial virtual
del sector; también de sus concesiones en el borrador del Comité de Expertos.
Pero la clase tira. En efecto, primero en el Consejo
Constitucional, la derecha tradicional actuó como vagón de cola de los
republicanos y borró con el codo lo que escribió con la mano en el Comité de
Expertos prestando sus votos para todas las modificaciones y propuestas de
estos que negaban los acuerdos que suscribieron en el susodicho comité y que
dejaron la propuesta peor, más clasista y más reaccionaria que la Constitución
actual.
Prueba de ello es que, salvo un par de cosas, no hubo
acuerdos en prácticamente ninguna cuestión relevante. Lo han dicho Alejandra
Krauss de la DC; la presidenta del PS Pauina Vodanovic, los diputados Hirsch e
Ibáñez; el presidente del PC Lautaro Carmona, dirigentes de la CUT, la ANEF, la
FECH, colectivos feministas, etc.
La derecha, por cierto, ni corta ni perezosa y haciendo
gala de su inveterado oportunismo, ya está llamando a aprobar en diciembre,
obedeciendo dócilmente al gremio empresarial que ya se está poniendo medio
nervioso y tiene ganas de cerrar de una vez por todas el capítulo
constitucional y “devolver la certeza jurídica a los inversores”.
Con esto, la derecha ya demostró que no está ni a medio
metro con ningún acuerdo, excepto los que mantengan las cosas como están o
incluso las empeoren. Lo que la derecha y la ultraderecha han hecho en el
Consejo Constitucional y lo han reafirmado en el Comité de Expertos sin que a
nadie aparentemente lo escandalizara, es constitucionalizar su ideología,
identificándola con el “sentido común”. Por cierto, cuando la han machacado día
y noche por treinta y cinco o cuarenta años y han contado con toda la fuerza
del Estado y los medios de comunicación regalados a la empresa privada, para
hacerlo, no es raro que se hayan convencido de que es efectivamente lo que siente
y piensa el pueblo.
El problema es que esa búsqueda febril y voluntarista de
llegar a acuerdos con ella o de demostrarle a alguien que es a la derecha la
quien no le interesan, le ha dejado un amplio y cómodo espacio para hacer su
política y acumular fuerzas para diciembre.
Ya con ocasión del plebiscito de la propuesta de la
Convención Constitucional quedó claro el poder que significa ser clase
dominante y de los partidos, los medios y todas las instituciones que la representan.
Mal que le pese a muchos, la lucha de clases existe y fue descubierta no por
los comunistas, sino por economistas liberales en el siglo XIX.
Eso es lo que se expresa en la actualidad con más
radicalidad que nunca en muchos años, lamentablemente con una ventaja enorme
para la que defiende sus privilegios y han dado una lucha sin concesiones por
mantenerlos. Ya es hora de enfrentarla sin tantos rodeos.
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