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| Equipo crónica. El panfleto. 1973 |
En el último tramo de la carrera presidencial, la derecha
cambió su tono triunfalista por una moderada ponderación de los riesgos que
implica para sus pretensiones. Su oportunismo no puede ser más evidente y su
preocupación, más chusca. De pontificar acerca de la posibilidad de llegar
con dos candidatos a disputar la segunda vuelta, hoy por hoy hace lo posible
por evitar la dispersión e incluso extorsionar a sus propios electores para
asegurarse de que su primitivo MEO no pase a segunda vuelta.
La derecha está francamente preocupada. El trap de Matthei,
aparte de lo mediocre, solamente demuestra la desesperación de su comando, el
que incurre en una torpeza tras otra. Kast improvisando salidas estrambóticas,
con tal de evitar el paulatino éxodo de sus fans hacia la candidatura de
Kaiser, deja en evidencia con cada una de ellas la naturaleza reaccionaria de
su visión de la sociedad y su programa. En resumidas cuentas, la derecha puede
perder. Lo sabe y en su desesperación, exacerba los rasgos populistas,
antidemocráticos y violentos de su discurso y propuesta.
Lo reconocen todos sus analistas serios. El escenario
electoral está completamente abierto y el balotaje, que con toda seguridad va a
enfrentar desde el segundo lugar, es una nueva elección. Por esa razón también
insiste en instalar escenarios triunfalistas en las parlamentarias. Este
resultado va a ser determinante en la proyección del resultado de un mes a
otro. Pero su incapacidad, primero, de tener una lista única, unido a la
evidencia empírica de su constante oposición a todos los cambios a favor del
pueblo en el Congreso, debiera expresarse también en éste. En todo orden de
cosas. Por lo demás, su constante cantinela acerca del "mal gobierno"
que ha puesto al país, al borde del caos -muy parecido a cuando Pinochet decía
"Yo o el caos"- no tiene ninguna relación con la realidad.
Un discurso que de modo oblicuo puede tener algún eco,
probablemente, en los sectores más marginados, para los que las reformas
realizadas en el período no llegan excepto después de un largo proceso de
mediaciones -Estado subsidiario mediante- como políticas focalizadas. Por eso
la saña para evitar la candidatura de Daniel Jadue a la Cámara de Diputados. La
derecha comprendió muy tempranamente el riesgo que representa para sus
pretensiones de defender el modelo de capitalismo hiper concentrador y
excluyente que rige a lo menos desde hace cuarenta años en nuestro país, una
gestión local en la que lo público le arrebata al mercado la provisión de
servicios y bienes como viviendas a precio justo, medicamentos, cultura,
educación, espacios públicos, que son derechos pero que ella considera bienes
de consumo, como dijo Piñera el 2011.
Lo más probable es que esa característica prepotente y
populista se exacerbe el mes que viene. También que, recurriendo al libreto que
ha usado en ocasiones anteriores, recurra a las denuncias de fraude e
intervencionismo electoral, que ya ha adelantado en el transcurso de la campaña
por la primera vuelta.
Tal como Zohran Mamdani, derrotó a la oligarquía neoyorkina
de los partidos tradicionales, con un mensaje claro basado en las necesidades
reales de trabajadores y trabajadoras de la ciudad; movilizando una potente red
de cerca de cien mil activistas; señalando sin complejos a su adversario
principal, que está en la Casa Blanca; dedicándole en su discurso de la
victoria algunas palabras; el de la segunda vuelta será un nuevo enfrentamiento
en que las alternativas serán más evidentes y seguramente más radicalizada la
posición de la derecha.
Va a ser necesaria entonces, no solamente la unidad, de la
que el amplio acuerdo de partidos y organizaciones que respalda a Jeanette Jara
ha sido un gigantesco logro, sino también una mayor capacidad de señalar el
límite entre la oligarquía que representa y el pueblo; entre la reacción y los
demócratas. Profundizar la crítica y la proyección de que derrotarla es el
primer paso para la construcción de una nueva sociedad donde primen los
derechos por sobre el afán de lucro.

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