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| Jean Michel Basquiat. Sin título. 1982 |
Conocido ya el resultado de la primera vuelta, se pueden proponer algunas conclusiones generales. En primer lugar, el que la derecha no es capaz de derrotar a los sectores democráticos, excepto cuando hay divisiones en su interior aunque su sola unidad tampoco garantiza su triunfo definitivo.
En segundo lugar, el desastre de la derecha tradicional. La primera vuelta fue el requiem del piñerismo y probablemente de la eterna promesa del sector, Evelyn Matthei, que viene a sumarse al occiso Piñera, a Lavín y Allamand -trasplantados, como diría Blest Gana, en España-; y a Chadwick quien igual que Longueira, vive ocultándose de la prensa.
En tercer lugar, la manifestación de una enorme dispersión expresada en un increíble 18% de Parisi. Una votación que no se define por cuestiones políticas ni doctrinarias sino por anisedades generadas por el mismo sistema y que ideológicamente son procesadas por una mezcla de sentido común entendido como el repertorio de frases, suposiciones y creencias formadas por los medios, populismo y aspiraciones individuales.
El resto es pura delicuescencia y la verdad no tiene casi ninguna importancia en relación con el resultado esperable en la segunda vuelta.
El escenario electoral sigue abierto. Ni Matthei demostró mucho entusiasmo para llamar a votar por Kast, ni este último se autoproclamó candidato de todo el sector, limitándose a plantear la unidad en torno a un objetivo genérico: "recuperar Chile". Probablemente las negociaciones para materializar el apoyo en segunda vuelta van a ser intensas en el transcurso de la próxima semana y sus resultados bastante predecibles en el sentido de profundizar la caída de Chile Vamos. Los intentos por reeditar la política de los acuerdos, naufragaron estrepitosamente.
La radicalización de la derecha va a ser profunda y muy rápida. El lugar de la lucha ideológica, por lo tanto, va a ocupar un lugar mucho más importante que en la primera vuelta. No de la lucha en el plano de un doctrinarismo abstracto, ni de unos valores o una ética vaga del tipo "progresistas vs/ autoritarios", sino de las ideas que tienen que ver con los problemas reales de la gente trabajadora. Los salarios, el acceso a la salud, el precio de las viviendas, el abuso de las empresas con los consumidores, el autoritarismo y la burocracia que asfixian la participación de las comunidades en la toma de decisiones relacionadas con el medioambiente, la planificación de las ciudades, la educación pública, el alto endeudamiento y otros.
En lo que viene, es claro que con independencia del resultado en las Parlamentarias, que por lo que sabemos al escribir estas líneas favorece a la derecha, la delimitación de la frontera entre la reacción y los demócratas debe ser mucho más clara de lo que fue en primera vuelta. Señalar al adversario sin complejos, tal como Kast lo hace con falta de respeto y total impunidad. La cantinela de los acuerdos y de la moderación fueron arrasadas por la ultraderecha que amenaza la democracia y las conquistas de chilenos y chilenas, obtenidos en las últimas décadas y obstruidas precisamente por quienes hoy demagógicamente plantean que es posible resolverlas profundizando las causas que las originaron. Y no es solamente una cuestión de formas. Se trata de un efecto del resultado de la primera vuelta.
Es el momeno de redoblar la crítica; de levantarnos más temprano para repartir volantes; hacer asambleas en lugares de trabajo; villas y poblaciones; conversar con los amigos y vecinos y salir con más convicción de vencer. Y de decir sin complejos que queremos una nueva sociedad, más igualitaria, más justa, más libre, más feliz y diversa.

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