lunes, 10 de marzo de 2014

Las postrimerías del gobierrno y las tareas de la NM




La coronación de Napoleón. Jacques Louis David



El ocaso del gobierno de Piñera y las esperanzas de la derecha

Los últimos meses de gobierno que tuvo Sebastián Piñera fueron bastante intensos. 

En efecto, tal como lo hiciera Pinochet los meses y hasta las horas previas de entregarle la banda al primer presidente electo después de diez y siete años de dictadura,  la parafernalia del gobierno saliente y en particular de su presidente, se desarrolló a través de una intensa ola de inauguraciones de obras inexistentes o inconclusas ; concesiones de hospitales; proyectos de ley de última hora; despliegue en terreno en todas las regiones del país; y por supuesto una cuidada puesta en escena comunicacional –incluida una encuesta que, gracias a la docilidad de las estadísticas para comprobar lo que se quiera que comprueben, le restituyó la popularidad perdida gracias a su desastrosa administración, encuesta a cargo de su amigo Roberto Méndez-. 

En este sentido, el gobierno de Piñera sale a defender su obra  y su legado, como el capital político de lo que llama “una derecha moderna”. Se va del gobierno en medio de inauguraciones y discursos para la posteridad, como si fuera una suerte de Napoleón. Otra niñería de Piñera, pensarán algunos. 

Sin embargo, hojeando las páginas del diario El Mercurio, y particularmente de su editorial, se podría interpretar como la realización de las obras inconclusas del programa de la derecha y que a comienzos del 2011 anunciaba Piñera en estas mismas páginas y que no pudo completar antes, durante su administración, debido a la fuerte resistencia de la sociedad civil y la intensa movilización de masas que generó dicha resistencia en todos los frentes: educacional, ambiental y laboral. 

Evidentemente hay materias en las que el gobierno de los empresarios quedó claramente al debe con sus representados, en lo que dice relación con flexibilidad laboral y energía, por ejemplo. Y ello es materia de debate al interior de la derecha. Y como dice la conocida y archirrepetida fórmula, las cosas se pueden ver desde el lado vacío del vaso o desde el lado lleno. Dicho de otra manera, la derecha avanzó mucho menos de lo que hubiese querido. 

En medio de su debacle, trata de recuperar el tiempo perdido y rescatar todo aquello que pudiera servir de base para un nuevo período en La Moneda, suponiendo que pudiera llegar a ocuparla en el mediano plazo. 

Sin embargo, ya muchas veces se ha hablado de su futuro como un escenario de disputas por la dirección del sector y de dispersión de sus tendencias mayoritarias o fundamentales: conservadores, liberales y nacionales, fundamentalistas del modelo de Pinochet y reformistas moderados. En efecto, Piñera demolió a la derecha en sus cuatro años de gobierno y bajo su mandato. A primera vista, una contradicción con sus discursos triunfalistas; con la defensa de su supuesto legado y la obra realizada, obra reconocida incluso por sus más enconados detractores, por ejemplo Ossandón.

En este sentido, toda la performance piñerista, incluidas las loas de sus corifeos de última hora, además de reconocer el lado lleno del vaso; de completar la obra inconclusa de la primera administración derechista desde el retorno a la democracia; y sentar las bases para su retorno al poder el 2017, se podría interpretar como el posicionamiento de los liberales en este nuevo escenario y en relación con los desafíos que impone. En este sentido, es Piñera el que aparentemente lleva la delantera en la recomposición de su sector y más allá de que sea él quien lo encabece el 2017, reivindica las banderas de la privatización, la flexibilidad laboral y las concesiones.

De volver al gobierno, tal como lo han dicho y escrito varios columnistas e intelectuales de la derecha, independientemente del sector al que adscriban en ésta, la obra realizada por el gobierno de Piñera es la base para reconstruir un proyecto para el futuro y las tareas inconclusas, las razones para volver a La Moneda el 2017. 

Lamentablemente, esta puesta en escena veraniega de Piñera se vio facilitada por la ausencia de una vocería nítida y oportuna de la Nueva Mayoría. Sin embargo, las grotescas confusiones de la Alianza, sus peleas internas, las que no se han caracterizado precisamente por su delicadeza, hacen que por el momento, ello no haya significado un costo para la instalación del nuevo gobierno. Sin embargo, de persistir podría ser la condición que necesita para que la sociedad chilena, que del 2011 en adelante se manifestó en las calles y después en las urnas, en contra de la derecha y su política, vuelva a votar por ella el 2017.


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