viernes, 15 de noviembre de 2019

¿Qué es lo histórico del día de ayer?



Manuel Antonio Caro. La zamacueca
Todos los medios titulan acerca del histórico acuerdo al que se habría llegado para poner fin a las movilizaciones que el pueblo ha protagonizado el último mes. El sólo encabezamiento del acuerdo es bastante épico: acuerdo por la paz...más otras cuestiones.

Una primera impresión es la de que Piñera finalmente sí tenía razón y estábamos en guerra....¿o no? Por muchos esfuerzos que hicieran los dirigentes de oposición que asistieron a firmarlro por recordar a las víctimas de la represión y que el cambio constitucional es el resultado de las luchas populares de las últimas semanas, nuevamente la maquinaria semiótica del sistema lo significa como un gesto de republicanismo, responsabilidad y "capacidad de diálogo", de la "clase política". La declaración de doce puntos lo resalta, las declaraciones de los cocineros de la ex concertación y de la derecha lo señalan hasta lo majadero.

Un intento olímpico de lavar la imagen de lo más cuestionados en estas semanas de movilizaciones.

Además de lo anterior, este acuerdo, que por cierto se hace cargo sólo de una de las demandas del movimiento social y de una manera sinuosa y evasiva, se propone detenerlo. La derecha en este sentido, ha demostrado una flexibilidad y capacidad táctica asombrosa. No así la oposición, que insiste en la oxidada y meliflua receta de los acuerdos y una atávica desconfianza en la movilización social.

El que se consulte en un plebiscito la mantención o no de la Constitución del 80, es el hecho histórico más importante. Por primera vez desde el término de la dictadura se consultará al soberano, al poder constituyente originario. Todos sabemos que el origen espúrio de la Constitución actual en el fraude de 1980 la invalidan, pese a las reformas de 1989 y 2005 pues se trató sólo de reformas y no de un cambio constitucional.

Sin embargo, como se ha señalado insistentemente, el quorum supramayoritario acordado para que la Asamblea o Convención Constituyente instituya un nuevo pacto social -lógica que se impuso como principio de la estabilidad del régimen político impuesto a sangre y fuego por la dictadura y negociado durante la transición en los noventa- implica una reproducción del binominalismo.

Una maniobra por darle un imprimátur de legitimidad a los términos de la dominación neoliberal por los próximos treinta años.

¡Eso sí que es un hecho histórico!

El que los partidos de izquierda no participaran de este acuerdo tiene un significado relevante y eventualmente de incalcuables proyecciones históricas. No solamente se trata de rechazar una negociación a espaldas del pueblo. Se trata de un gesto político en el que se establece un límite. Comienza a hacerse posible la constitución de una izquierda plena e independiente. El límite en este caso lo pone nuevamente el binominalismo.


Para que este hecho tenga proyecciones de largo plazo, y no se quede en una escaramuza, es necesario desterrar el sectarismo y construir relaciones de fraternidad y compañerismo. Hay mucho camino hecho del 90 a esta parte; encuentros y desencuentros. Hay también una historia quer viene de más atrás, en la lucha antidictatorial que es necesario recrear. E incluso en las enseñanzas y aportes en el proceso de la Unidad Popular.

La catarsis social, el desborde; la movilización sin propósitos tiene fecha de vencimiento. la lucha de masas enriquecida con relaciones de nuevo tipo; con unidad de la izquierda y claridad de propósitos puede ser lo que falta para que el epílogo de este movimiento no sea el acuerdo de anoche que se propone reponer el binominalimo con ropajes constituyentes sino una auténtica democratización del país.







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