Oto Dix. Pragerstrasse |
Con el devenir de la
administración derechista, se ha ido haciendo cada vez más evidente que el
neoliberalismo criollo no resiste más parches y que estamos ya en plena
transición hacia un nuevo país, una nueva sociedad.
Esto, sin embargo, ha sido disimulado
por la emergencia sanitaria provocada por la epidemia de coronavirus.
Paradójicamente, mientras desnuda de
la manera más descarnada las grietas del modelo, sus contradicciones e
incapacidad para satisfacer las necesidades de la población y del país, la
emergencia es aprovechada por la administración derechista para distraer la
atención de la opinión pública, de las verdaderas causas de esta situación de
vulnerabilidad en que nos ha colocado el neoliberalismo, no el virus.
Deja en evidencia la enorme
desigualdad que cruza a la sociedad, y los intereses de clase que sostiene este
modelo. Para el trabajador, promesas; para el financista y el
especulador, certeza, ganancias inmediatas y abundantes. Pero al mismo tiempo, la emergencia sanitaria actúa como
un distractor que trata de presentar la desigualdad, la precariedad y el abuso
como una tragedia circunstancial producto de la epidemia.
Haciendo gala de su proverbial
sentido de la oportunidad y su capacidad de hacer de la tragedia una excusa
para aplicar planes de schok, la derecha ha aprovechado la epidemia de coronavirus como excusa para realizar las transformaciones al modelo
neoliberal que adelanten desde ya sus defensas ante los efectos de esta crisis,
un escenario tan dramático como el de 1982 o quizás más.
En efecto, los sectores dominantes de
la sociedad, han aprovechado sin ningún tipo de escrúpulo, la coyuntura
del coronavirus para sacar adelante -contando eso si con varios votos
opositores en el Parlamento- leyes de flexibilización del trabajo, para
transferir ingentes recursos a la banca; ir al rescate de las empresas.
Los suplicantes llamados de urgencia
del gobierno a la oposición para alcanzar un acuerdo en materia de reactivación
económica usando como pretexto los efectos de la epidemia, dan cuenta de su
preocupación y la comprensión de que ésta no es una crisis más. Trabajan afanosamente para lograr un acuerdo que les permita enfrentar los efectos de la crisis del modelo y en lo posible, dar estabilidad y proyección en el largo plazo a todas estas medidas.
Toda la última semana ha sido el tema principal de la actualidad noticiosa. De que este acuerdo nacional prospere, dependen en gran medida las condiciones en que esta crisis del modelo vaya a a seguir desarrollándose.
Sin embargo, para la derecha no ha
sido posible distraerse del debate principal, que es de la nueva Constitución
pues es parte de este -probablemente la más importante además-.
Tal como lo dijo Lagos en alguna
ocasión, el debate constitucional va a estar fuertemente determinado por
los efectos de la epidemia de coronavirus. Es imposible sustraerse de estos
pues demuestran con elocuencia el carácter del contrato social vigente. Un contrato
excluyente, desigual y autoritario. Vamos a ver si lo es menos el contrato social, el "acuerdo nacional" que tiene en mente la derecha y para el que ya dieron una primera aprobación algunos sectores opositores.
Esta situación de transición a una nueva sociedad, reclama de la izquierda una actitud audaz. La construcción de una alternativa independiente expresiva de toda la amplitud del pueblo, que se proyecte más allá de la epidemia y de sus consecuencias más inmediatas. Que perfile ese nuevo Chile que está por nacer, sin sectarismo pero con convicción y firmeza de propósitos.
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