lunes, 19 de octubre de 2020

Por qué conmemorar del 18 de octubre


                                Manuel Antonio Caro. La zamacueca


Para todas las culturas, los ritos tienen el sentido de repetición de un momento original. Son le actualización de la fundación de una nueva realidad . El rito no es sólo la repetición de la historia a manera de anámnesis sino como experiencia vivida de un momento fundacional. 

Es precisamente lo que ocurrió el 18 de octubre, pues representa el inicio de la ruptura con una forma de convivencia social y política arrastrado por tres décadas determinadas por las privatizaciones,  el perfeccionamiento del sistema de AFP's, la mercantilización de la educación y la salud; el florecimiento del negocio de las universidades privadas, las rebajas de aranceles a las importaciones y un largo etcétera que recibe comúnmente el nombre de neoliberalismo. 

Por eso, la consigna que expresó con mayor precisión las protestas que comenzaron los estudiantes de enseñanza media saltando los torniquetes del metro fue -pese a la molestia e incomodidad de la elite concertacionista- "no son treinta pesos, son treinta años". 

Por esa razón, el ciclo histórico inaugurado por las protestas de los secundarios evadiendo el metro, se va a prolongar por varias décadas.

La frase repetida por muchos dirigentes políticos de derecha y de centro: "no lo vimos venir", simplemente expresa la autocomplacencia de quienes se acostumbraron a vivir del lado  de la sociedad privilegiado por el neoliberalismo. De los que disfrutaron por tres décadas del pantagruélico crecimiento económico, sostenido por el cansancio y el embrutecimiento de trabajadores y trabajadoras que debieron conformarse con las promesas de chorreo, programas focalizados o en el mejor de los casos, las posibilidades que brindaba el endeudamiento para acceder a bienes y servicios.

Ciertamente, no podían ver el cansancio, el malestar acumulado y la rabia contenida por un sofisticado temor y desesperanza aprendida.

El pensamiento neoliberal, como toda ideología, actuó por décadas, no solamente como una explicación presuntamente racional de la realidad y del orden social. Actuaba también, igual que cualquier ideología, como un consuelo que tranquilizaba las buenas conciencias de quienes lo sostuvieron en sus diferentes variantes. Desde la fundamentalista y reaccionaria -representada por los fanáticos de Libertad y Desarrollo, hasta la más adocenada de liberales del CEP y centros de estudio ligados a la Concertación-. 

Es imposible que pudieran comprender y por consiguiente, explicar en qué consiste este momento y el sentido que tiene el rito de su conmemoración.

Han repetido por décadas, como si se tratara de una gran gesta, los ritos de un republicanismo de pantomima, cada 5 de octubre, olvidando las promesas hechas hace treinta años y traicionadas a poco andar.

Mientras las cifras de crecimiento económico expresaban el enriquecimiento de unos pocos, llegó un punto en que los bajos salarios no resistieron más endeudamiento como paliativo; el fracaso de las promesas de movilidad social a través de la educación, tiraron al tacho de la basura el relato de la meritocracia y la miseria de los ancianos se le apareció a millones,  como una escalofriante amenaza del porvenir que depara a todos el sistema de pensiones basado en la capitalización individual, paradigma de las soluciones que propugna el neoliberalismo a las necesidades de la sociedad.

En pocas palabras, la desigualdad que reproduce y profundiza el neoliberalismo, quedó en evidencia y ni toda la manipulación mediática, ni los mares de tinta gastados por columnistas y periodistas del sistema pudieron seguir ocultándola o explicarla sin caer en los galimatías más absurdos e incomprensibles.

Ello pues dicha desigualdad es la expresión más radical de la división de la sociedad en clases sociales, clases poseedoras y clases que sólo tienen para sobrevivir su fuerza de trabajo -incluyendo a amplias capas de los llamados "sectores medios", compuestas por profesionales, técnicos y pequeños propietarios cada vez más dependientes del capital o simplemente barridos por éste-, reconocimiento que a estos presuntos intelectuales del sistema les provoca urticaria.

La desigualdad no es, pues, un resultado inesperado de malas decisiones o de políticas incorrectas. Es precisamente la expresión de una sociedad basada en la apropiación privada del producto del trabajo de todos en beneficio de unos pocos.

La mercantilización de las relaciones sociales en todos los ámbitos de nuestra vida -en la educación, la salud, la previsión, la cultura y la entretención y especialmente del trabajo.- proviene precisamente de dicha apropiación y consecuentemente, en la conversión de todo lo producido en mercancía. En eso consiste el neoliberalismo.

El momento fundacional del 18 de octubre, es precisamente el inicio de un ciclo de profundas transformaciones en todos los ámbitos de la sociedad, de desmercantilización de las relaciones sociales y en última instancia, en la superación del carácter profundamente clasista de nuestra sociedad.

Ciertamente quienes la han edificado, sostenido y la defienden actualmente, no lo podían ver venir ni pueden comprender su significado sin negarse como ideología política ni a su estilo de vida ni como clase.

En el siglo pasado, un momento similar representaron las enormes manifestaciones de masas en medio de las cuales terminó el gobierno de Ibáñez, que inauguraron un proceso histórico que culminó con la elección de un presidente que se planteó la construcción del socialismo en Chile, apoyado por una coalición de partidos de izquierda y un enorme movimiento social y popular.

La palabra socialismo adquiere cada vez mayor significado en un momento fundacional en la historia de Chile, en el que por primera vez el pueblo, pese a todas las limitaciones impuestas a su soberanía, participará en la elaboración de una Carta Magna. NI un solo acuerdo, ni ley pondrá freno a las telúricas fuerzas sociales desatadas ese 18 de octubre en su afán por barrer con la Constitución pinochetista y lo que ha significado para el país.

Pues la superación del neoliberalismo, para nosotros, una izquierda marxista y socialista, es la superación del carácter clasista de la sociedad actual y no solamente la corrección de ciertos "excesos" o externalidades negativas del mercado. Reconocer y declarar la obviedad de que ni los movimientos sociales ni la clase trabajadora siguen siendo las mismas que llevaron al Gobierno a la Unidad Popular y al doctor Salvador Allende, no obsta a que la división de la sociedad en clases sociales, siga siendo el origen de la exclusión, la desigualdad y el autoritarismo, incluso con más radicalidad que entonces y a través de mediaciones cada vez más sofisticadas de las que una política de izquierda debe hacerse cargo. 

El 18 de octubre es el comienzo de un ciclo histórico que se prolongará por décadas y que conduce a la construcción de una nueva sociedad. Serán otros hombres los que superarán este momento gris y amargo dijo Allende en uno de los más hermosos discursos políticos de la historia y así está será sólo si nos lo proponemos en lugar de quedarnos esperando a que suceda. 


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