Manuel Antonio Caro. La zamacueca
Para todas las culturas, los ritos tienen el sentido de repetición de un momento original. Son le actualización de la fundación de una nueva realidad . El rito no es sólo la repetición de la historia a manera de anámnesis sino como experiencia vivida de un momento fundacional.
Es precisamente lo que ocurrió el 18 de octubre, pues representa el inicio de la ruptura con una forma de convivencia social y
política arrastrado por tres décadas determinadas por las privatizaciones, el perfeccionamiento del sistema de AFP's,
la mercantilización de la educación y la salud; el florecimiento del negocio de las
universidades privadas, las rebajas de aranceles a las importaciones y un
largo etcétera que recibe comúnmente el nombre de neoliberalismo.
Por eso, la consigna que expresó con mayor precisión las
protestas que comenzaron los estudiantes de enseñanza media saltando los
torniquetes del metro fue -pese a la molestia e incomodidad de la elite
concertacionista- "no son treinta pesos, son treinta años".
Por esa razón, el ciclo histórico inaugurado por las protestas
de los secundarios evadiendo el metro, se va a prolongar por varias décadas.
La frase repetida por muchos dirigentes políticos de derecha y de centro: "no lo vimos venir", simplemente expresa la autocomplacencia de quienes se acostumbraron a vivir del lado de la sociedad privilegiado por el neoliberalismo. De los que disfrutaron por tres décadas del pantagruélico crecimiento económico, sostenido por el cansancio y el embrutecimiento de trabajadores y trabajadoras que debieron conformarse con las promesas de chorreo, programas focalizados o en el mejor de los casos, las posibilidades que brindaba el endeudamiento para acceder a bienes y servicios.
Ciertamente, no podían ver el cansancio, el malestar acumulado
y la rabia contenida por un sofisticado temor y desesperanza aprendida.
El pensamiento neoliberal, como toda ideología, actuó por
décadas, no solamente como una explicación presuntamente racional de la
realidad y del orden social. Actuaba también, igual que cualquier ideología,
como un consuelo que tranquilizaba las buenas conciencias de quienes lo
sostuvieron en sus diferentes variantes. Desde la fundamentalista y
reaccionaria -representada por los fanáticos de Libertad y Desarrollo, hasta la
más adocenada de liberales del CEP y centros de estudio ligados a la
Concertación-.
Es imposible que pudieran comprender y por consiguiente, explicar en qué consiste este momento y el sentido que tiene el rito de su conmemoración.
Han repetido por décadas, como si se tratara de una gran gesta,
los ritos de un republicanismo de pantomima, cada 5 de octubre, olvidando las
promesas hechas hace treinta años y traicionadas a poco andar.
Mientras las cifras de crecimiento económico expresaban el enriquecimiento de unos pocos, llegó un punto en que los bajos salarios no resistieron más endeudamiento como
paliativo; el fracaso de las promesas de movilidad social a través de la
educación, tiraron al tacho de la basura el relato de la meritocracia y la
miseria de los ancianos se le apareció a millones, como una escalofriante amenaza del porvenir
que depara a todos el sistema de pensiones basado en la capitalización individual, paradigma de las soluciones que propugna el neoliberalismo a las necesidades de la sociedad.
En pocas palabras, la desigualdad que reproduce y profundiza el neoliberalismo, quedó en evidencia y ni toda
la manipulación mediática, ni los mares de tinta gastados por columnistas y
periodistas del sistema pudieron seguir ocultándola o explicarla sin caer en
los galimatías más absurdos e incomprensibles.
Ello pues dicha desigualdad es la expresión más radical de la
división de la sociedad en clases sociales, clases poseedoras y clases que sólo tienen para sobrevivir su fuerza de trabajo -incluyendo a amplias capas de los llamados "sectores medios", compuestas por profesionales, técnicos y pequeños propietarios cada vez más dependientes del capital o simplemente barridos por éste-, reconocimiento que a estos presuntos
intelectuales del sistema les provoca urticaria.
La desigualdad no es, pues, un resultado inesperado de malas
decisiones o de políticas incorrectas. Es precisamente la expresión de una sociedad
basada en la apropiación privada del producto del trabajo de todos en beneficio
de unos pocos.
La mercantilización de las relaciones sociales en todos los
ámbitos de nuestra vida -en la educación, la salud, la previsión, la cultura y
la entretención y especialmente del trabajo.- proviene precisamente de dicha
apropiación y consecuentemente, en la conversión de todo lo producido en
mercancía. En eso consiste el neoliberalismo.
El momento fundacional del 18 de octubre, es precisamente el
inicio de un ciclo de profundas transformaciones en todos los ámbitos de la
sociedad, de desmercantilización de las relaciones sociales y en última instancia, en la
superación del carácter profundamente clasista de nuestra sociedad.
Ciertamente quienes la han edificado, sostenido y la defienden
actualmente, no lo podían ver venir ni pueden comprender su significado sin
negarse como ideología política ni a su estilo de vida ni como clase.
En el siglo pasado, un momento similar representaron las
enormes manifestaciones de masas en medio de las cuales terminó el gobierno de Ibáñez,
que inauguraron un proceso histórico que culminó con la elección de un presidente
que se planteó la construcción del socialismo en Chile, apoyado por una
coalición de partidos de izquierda y un enorme movimiento social y popular.
La palabra socialismo adquiere cada vez mayor significado en un
momento fundacional en la historia de Chile, en el que por primera vez el
pueblo, pese a todas las limitaciones impuestas a su soberanía, participará en
la elaboración de una Carta Magna. NI un solo acuerdo, ni ley pondrá freno a las telúricas fuerzas sociales desatadas ese 18 de octubre en su afán por barrer con la Constitución pinochetista y lo que ha significado para el país.
Pues la superación del neoliberalismo, para nosotros, una izquierda marxista y socialista, es la superación del carácter clasista de la sociedad actual y no solamente la corrección de ciertos "excesos" o externalidades negativas del mercado. Reconocer y declarar la obviedad de que ni los movimientos sociales ni la clase trabajadora siguen siendo las mismas que llevaron al Gobierno a la Unidad Popular y al doctor Salvador Allende, no obsta a que la división de la sociedad en clases sociales, siga siendo el origen de la exclusión, la desigualdad y el autoritarismo, incluso con más radicalidad que entonces y a través de mediaciones cada vez más sofisticadas de las que una política de izquierda debe hacerse cargo.
El 18 de octubre es el comienzo de un ciclo histórico que se prolongará por décadas y que conduce a la construcción de una nueva sociedad. Serán otros hombres los que superarán este momento gris y amargo dijo Allende en uno de los más hermosos discursos políticos de la historia y así está será sólo si nos lo proponemos en lugar de quedarnos esperando a que suceda.
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