martes, 27 de octubre de 2020

Una semana después

           Israel Roa. 18 de septiembre en el Parque Cousiño



Una semana después de la conmemoración del inicio de la revuelta popular que lo hizo posible, se realizó el plebiscito pospuesto durante treinta años, para poner fin a la Constitución del 80.  Todo el mundo conoce la historia. Después del plebiscito de 1988, la ex Concertación de Partidos por la Democracia, pactó con la dictadura militar, representada por su Ministro del Interior, Carlos Cáceres, un paquete de reformas constitucionales que la hicieron todavía más rígida y difícil de reformar...no digamos derogar. 

El año 1998, Pinochet asumió como Senador Vitalicio después de haber sido Comandante en Jefe del Ejército durante todo el período denominado eufemísticamente de "transición a la democracia" siendo objeto de una acusación constitucional de la que zafó gracias a los votos de la misma concertación, salvo honrosas excepciones.

Ese mismo año, fue detenido en Londres -producto de una orden de captura emitida por el juez español, Baltazar Garzón-  adonde había viajado gracias a un pasaporte diplomático emitido por la Cancillería a cargo entonces de José Miguel Inzulsa, actualmente senador del PS por la Región de Arica Parinacota.  El resto de la historia es más o menos conocida. 

Finalmente, el año 2005 el entonces Presidente de la República, Ricardo Lagos, promulgó una reforma Constitucional que acabó con los senadores designados y vitalicios, más un par de cosas más y declaró muy ufano, en la ocasión, que a partir de entonces, teníamos una Constitución que nos representaba a todos y al son de los violines y después de pasar por una alfombra roja, le puso su firma. 

La votación del domingo 25 de octubre, marca el fin de la Constitución de Pinochet y representa la derrota más profunda que haya sufrido la derecha chilena en décadas, es cierto. Pero además, es expresión del desbordamiento social del pacto que en 1989 determinó el carácter limitado y conservador de nuestro sistema político.

Probablemente, cuando se habla de "la clase política", a lo que muchos hacen alusión aun con mucha imprecisión aunque no del todo erróneamente, es a ese pacto que dejó intactos los candados institucionales que impidieron un tránsito real de nuestra sociedad a una democracia plena. 

Desde ese punto de vista. sí. Efectivamente la clase política sufrió también una derrota de proporciones. Es la razón por la que además de imponerse abrumadoramente la opción apruebo, prácticamente en la misma proporción ganara la opción Convención Constitucional. 

Dos de los datos importantes que se deducen de los números del domingo 25, es la alta participación de los sectores populares en esta elección. Y el otro, el que sólo en seis comunas de la Región Metropolitana, comunas en las que habita el sector privilegiado de nuestra sociedad, ganara la opción rechazo. Representa simplemente, la enorme desigualdad de nuestra sociedad, Seis comunas concentran el conservadurismo, la opción de quienes están satisfechos con el orden  político y las normas de convivencia social que expresa jurídicamente. 

Pero además, lo que se ha llamado "el despertar" del pueblo chileno. Que mayoritariamente éste haya asistido a votar por un cambio constitucional expresa un nivel de madurez política mucho mayor de la prevista o incluso deseada por analistas, intelectuales y columnistas del sistema. En efecto, el hecho de que se identifique la desigualdad, el abuso, la exclusión y la discriminación; el autoritarismo y la burocracia con la Constitución y no con una falla accidental o una condición contingente, demuestra que chilenos y chilenas ven mucho más que su condición individual y de que la interpretan correctamente como el resultado de sus relaciones con otros y otras y que se ven a sí mismos como parte de una totalidad mayor.

El  mezquino indivualismo pequeñoburgués elevado a la categoría de virtud durante la transición quedó a lo menos puesto en cuestión. Ciertamente, ante la derrota cultural e ideológica que esto representa, los Peña, los Tironi y otros liberales se hallan perplejos y no atinan a encontrar una explicación. O mejor dicho, sus tradicionales explicaciones -como la de un déficit de modernización o la de las nuevas aspiraciones de la clase media-, los muestran como lo que son y siempre han sido: ideólogos al servicio del sistema. 

¡Clase media, cuando el sueldo medio en Chile es menor a cuatrocientos mil pesos! ¡Déficit de modernización, cuando las dichosas modernizaciones no han hecho más que aumentar la proporción de los salarios a pagar por todo y hecho estallar el endeudamiento de la clase trabajadora!

La derecha no es más que un veinte por ciento. Toda la votación que la derecha perdió en relación con la presidencial anterior, no es votación de derecha. Es gente que votó por Piñera y que en vista y considerando el desastre de su administración ortodoxa del modelo, se volcó a posiciones de cambio radical en esta ocasión. 

Si hubo un tercio de los que votó apruebo, y como muchos dicen es votación de la derecha, no se explica que exactamente la misma cantidad de votos sea la que obtenga la opción de Convención Constitucional pese al llamado de ese sector a hacerlo por la Convención Mixta. 

La mayoría del país votó para tirar al tacho de la basura de la historia la Constitución de Pinochet. Se manifestó en contra del contrato social vigente desde 1989 en que derecha y concertación acordaron los términos de administración del neoliberalismo. También fue derrotada en toda la línea la elite política que condujo la transición, lo que Piñera en su discurso interpretó o trato de sugerirlo, como una disputa generacional. 

Ganó el pueblo, ganó la movilización. Ganaron también las posiciones políticas que pujan por democratizar el sistema político pero también ponen esta tarea en relación directa con la necesidad de democratizar las relaciones sociales. Esta tarea exige indudablemente la más amplia unidad del pueblo. Especialmente, la más intensa movilización y lucha de masas. Por ahora para garantizar el éxito de la Convención Constitucional y que ésta no sea bloqueada por la minoría reaccionaria o la mojigatería de quienes no confiaron en el pueblo en el pasado e hicieron de la actividad política una profesión sin significado social y de transformación alguno, ganándose así el mote de "la clase política". 

Es el momento más decisivo de nuestra historia en el último siglo. Las posibilidades inmejorables. Otro Chile es posible

 

 


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