A poco menos de un mes de las elecciones para elegir
constituyentes, llegó la hora de la verdad. Hay miles de candidatos. La
dispersión en la conformación de las listas de oposición y especialmente, de
izquierda es inexplicable al escuchar a quienes las conforman.
Sus propuestas son prácticamente idénticas y lo que abunda
son las propuestas sectoriales: el agua, el género, los trabajadores, los recursos
naturales, la educación, la cultura, etc.
Un segundo elemento que caracteriza todas las propuestas opositoras
con independencia de quienes las promueven, es lo que dice relación con la
democratización del sistema político: especialmente, equilibrar la distribución
del poder entre la Sociedad Civil y el Estado. También en lo que dice relación
con el régimen político y la limitación del excesivo presidencialismo vigente
en nuestro país, desde el surgimiento de la República.
Sin embargo, a medida que se acerca la elección de
constituyentes, y una vez instalada la Convención, la hora de poner sobre la
mesa los proyectos de sociedad, más allá de legítimos, y no tan legítimos,
intereses corporativos, gremiales y de movimientos específicos, se hará más
urgente.
Tras la discusión acerca del carácter del Estado, y su
apariencia de neutralidad jurídica y naturaleza teórica, se ocultan cuestiones
muy concretas. Como el carácter de la propiedad, los límites de la regulación
del mercado, la titularidad de los derechos sociales y las responsabilidades
del Estado respecto no sólo de su garantía sino de su provisión.
A este respecto, la Concertación ya no podrá seguir estirando
los límites de las aparentes posibilidades que el neoliberalismo
brindó en el pasado y que se expresaban en su política de extensión del
principio de focalización del gasto social. Es más, precisamente el rol del
Estado respecto de la administración y distribución del crecimiento económico -chico
o grande-, será uno de los temas de los que tendrá que hacerse cargo la
nueva Constitución y respecto de lo cual tendrá que pronunciarse la
Convención Constitucional y todos sus integrantes.
Así como los delegados y partidos de la Concertación ya no
podrán seguir eludiendo estos debates, razón por lo demás que explica la
situación crítica de Unidad Constituyente, la dispersión de la izquierda en la
presentación de listas a la Convención Constitucional tendrá que resolverse a
la hora de discutir los grandes temas de los que debiera hacerse cargo la nueva
Constitución, so pena de transformar su participación en un testimonio o la
presentación de un listado de reivindicaciones.
Ciertamente, los limites impuestos por el acuerdo del 15 de
noviembre, lo hacen aún más difícil. La convención, no es exactamente un
espacio que facilite las cosas. Y probablemente, ni siquiera se trate del
momento de resolución ni menos de legitimación de un nuevo texto
constitucional. La trampa impuesta por la derecha y aceptada por los infrascritos
del acuerdo de esa madrugada, colocan a la Convención en una situación tal que es
altamente probable que esta termine en un aborto constitucional dada la
imposibilidad de alcanzar los mega quorum impuestos esa madrugada por parte de
ninguno de los concurrentes.
Una trampa calculada por la derecha, seguramente, no solo
para bloquear la posibilidad de cualquier cambio sino también simplemente para hacer
de la convención una institución inocua, a menos que empiece el clásico y ya
conocido juego del muñequeo y las componendas, las negociaciones y la reedición
de la democracia de los acuerdos de la que la izquierda en este caso, terminaría
siendo simplemente un espectador.
En ese caso, la unidad de las fuerzas antineoliberales y de izquierda
que se expresan en un variopinto elenco de listas para la elección de convencionales,
debiera concretarse además en una acción política que excede los límites de la Convención
y que ya incluso se manifiesta, lamentablemente
de manera desarticulada y dispersa, en las luchas del movimiento social. Que
debiera expresarse el día de mañana en la fiscalización y vigilancia activa de
lo que se discute, se acuerda o se resuelve en la Convención. En la exigencia de
las organizaciones de trabajadores, pobladores, minorías étnicas, de género, estudiantiles,
cabildos territoriales, etc. de plebiscitos intermedios, rendición de cuentas
de sus delegados y finalmente, en la denuncia de los intentos que evidentemente
va a haber, por escamotear la voluntad popular y desconocer los anhelos de
democratización de la sociedad expresados en las calles y en las urnas.
Esa va a ser la hora de la verdad. La posibilidad de
restituir la unidad del pueblo, fracturada desde los albores de la transición. Es la hora en
que la voluntad unitaria y transformadora de todos y todas será puesta a prueba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario