En las últimas
semanas, se han acumulado de modo vertiginoso la malas noticias. La situación
parece explosiva y a ratos, que al gobierno le es indiferente o incluso que se
empeña en precipitarlos. Siguen haciendo su política contra toda la evidencia
disponible de su fracaso en todos los frentes. ¿Cuál es la idea?
En la época del lawfare y las fake news,
conceptos que describen lo más viejo del repertorio mafioso de herramientas de
la lucha política de las clases dominantes, lo más ilegal se ve como lo
legítimo y cualquier intento de reforma o transformación, como aprovechamiento
y oportunismo. Los ejemplos recientes de Brasil, Argentina y Bolivia son
bastante elocuentes al respecto y la ejemplar democracia chilena, comparada con
los "populismos" bananeros de nuestros vecinos, parecía hasta ahora
indemne a esos males de nuestras frágiles republiquetas.
Pero en estos días ocurrió lo que nadie creía
posible. El gobierno gracias de una sinuosa y feliz coincidencia de
desafortunados acontecimientos, propone suspender las elecciones de abril, las
más relevantes que se hubieren realizado en el país en el último siglo
probablemente, lo que incluso haría necesaria la prórroga del período
presidencial más desastroso y rocambolesco de, a lo menos, los últimos noventa
años, dejando a un lado el período dictatorial.
A través de una colusión en parte fortuita, en
parte planificada de acontecimientos en que se mezclan hechos reales con hechos
ficticios; voluntades políticas y propósitos inconfesados e inconfesables, con
realizaciones efectivas y otras inesperadas; errores y resultados predecibles
de políticas reaccionarias con circunstancias impredecibles, la derecha y el
gobierno, aun sin política, sin claridad, sin legitimidad ni liderazgo, sacan
de la manga una carta que aparentemente nadie previó salvo como probabilidad.
Si a eso le sumamos una represión en
apariencia descontrolada y la creación, a través de medios serviles, de un
aparente clima de violencia en el wallmapu, y un eficiente uso propagandístico de
la epidemia de cornavirus, del que hasta Kast ha tratado de sacar ventaja, se
comienzan a configurar todos los ingredientes necesarios no
solamente para posponer la elección de abril sino para crear una nueva
situación política que le permita retomar la iniciativa, aun usando como
herramienta este recurso de suspender el Estado de Derecho hasta que la
epidemia lo permita.
Es impresionante la desfachatez del gobierno y
la torpeza de la oposición que salvo honrosas excepciones, se haya tan
sorprendida e indigente como hace uno o incluso dos años atrás. Ciertamente el
papel de los medios ha sido fundamental, como lo fue en el caso de la
destitución de Dilma, la persecución en contra de Cristina Fernández y Evo, con
la única diferencia de que en este caso, se trata de una especie de autogolpe
soft en el que el objetivo ha sido más bien alimentar el ego de algunos
pigmeos, así como magnificar y azuzar sus diferencias.
Es precisamente en momentos como éste en que
se hace necesario separar la paja del grano, lo esencial de lo secundario y
actuar como oposición. Denunciar la siniestra maniobra en marcha, y separar
aguas con los que, detrás de sus gestos de "amistad cívica" y
republicanismo huero, ya dudan acerca de tirarle otro salvavidas a Piñera. La
acumulación de malas noticias, lamentablemente, no es solamente en los títulos
de la prensa. El pueblo está sufriendo como no lo hacía quizás desde la
dictadura militar: pobreza, censantía, enfermedad, represión y salvo los
demócratas de Espacio Riesco, no hay nadie que no lo pueda ver.
Que a la derecha y al gobierno le sean
indiferentes no solamente responde a su posición de clase y las defensa de sus
mediocres intereses sino a sus planes de enredar, posponer los cambios, y en lo
posible garantizar la mantención de todo lo que sea posible del modelo
neoliberal. Ser oposición hoy en día es precisamente presentar una oposición
global al neoliberalismo, asegurar dentro de lo que es posible en los estrechos
limites del modelo, los derechos del pueblo y no ceder ante las maniobras
desesperadas del gobierno.
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