Gustav Moreau. Edipo y la Esfinge. 1864 |
El resultado del plebiscito del 4 de septiembre, tiene la apariencia de un acertijo similar a los que la esfinge imponía a los viajeros de la antigüedad, manteniendo a la ciudad de Tebas sometida a la desgracia y la mala suerte, cuando no a la muerte en el caso de los viajeros que no acertaban con la respuesta correcta.
A primera vista resulta incomprensible, en efecto, la diferencia abismal que hay entre los dos plebiscitos constitucionales realizados en el transcurso de los últimos dos años; uno para mandar al tacho de la basura la Constitución del 80 y el siguiente, para rechazar la que la reemplazaría.
Lo más evidente, es suponer que una cosa no tiene que ver con la otra. Y efectivamente así es, con la salvedad de que, precisamente, el sistema político que ha sido objeto del rechazo mayoritario de la ciudadanía, debe resolver acerca de su propia reforma, lo que supone un problema de legitimidad de todo lo que resta del proceso.
Las cosas no están como para equivocarse si no se quiere terminar como las víctimas de la esfinge o vivir como una ciudad asolada por un tiempo imposible de determinar en la actualidad, a menos que suceda un acontecimiento impredecible.
De hecho, la Convención Constitucional, el órgano soberano y el más legítimo de los surgidos en los últimos treinta años, tenía como mandato la elaboración de la nueva Constitución, pero fue derrotada en todas las líneas. No tenemos nueva Constitución, solamente la sombra de una Constitución zombi, asolando nuestra sociedad, como la esfinge.
Tanto es así que el autoritarismo, la desigualdad y los abusos contra los que se rebeló el pueblo el 18 de octubre de 2019 -rebelión popular que está en el origen del proceso constituyente- se siguen manifestando y exponiendo en los medios con toda naturalidad. El retiro multimillonario de utilidades de las AFP´s que realizan sus accionistas mientras los cotizantes pierden todos los meses parte importante de sus fondos en la bolsa; las alzas de precios ante las que el gobierno se encuentra inerme por las limitaciones que le impone la Constitución actual de intervenir en la economía y regular los mercados; el abuso impune de las ISAPRES y su eterno lloriqueo, el tráfico de influencias y la corrupción policial y de las FFAA.
Es esa la contradicción que cruza en la actualidad a la sociedad. La búsqueda de un punto intermedio a través de la redacción de una Constitución que deje contentos a moros y cristianos, es simplemente eludirla, suponiendo que es posible posponer su resolución en un futuro armonioso y en el que, gracias a un sistema político "apropiado", sería posible hacerlo.
La derecha, en cambio, ha entendido claramente el significado de la coyuntura después del plebiscito constitucional, tratando de sacar toda la ventaja posible, poniendo en duda lo que queda del proceso constituyente o intentando limitarlo lo más posible; la reforma tributaria y chantajeando con la aprobación del TTP11 desde el Senado -para lo que además ha contado con la oportuna asistencia de lo que queda de la Concertación.
La prepotencia de clase que históricamente la ha caracterizado, es en la actualidad su carta de presentación; hace gala de un anticomunismo de la guerra fría; intenta limitar por todos los medios la acción del gobierno; ataca al Presidente Boric con cualquier pretexto, y usando los argumentos más extravagantes -el más sorprendente, el del Senador Matías Walker comparándolo con Pinochet, ofensa gratuita e inaceptable que sólo retrata su oportunismo e inconsistencia-.
La lucha de clases, que por lo demás no es un invento de los comunistas sino un descubrimiento de la economía clásica, se manifiesta en la actualidad con una intensidad pocas veces vista. La burguesía defiende con uñas y dientes las bases de un modelo que como ningún otro desde el siglo XIX, le ha permitido la acumulación más estrambótica de riqueza y poder.
Es en las profundas contradicciones que siguen atravesando la realidad social pese a la interpretación entre oportunista e ingenua que realiza la derecha del plebiscito del 4 de septiembre, donde está la explicación de su inevitable derrota, Pero para que ello suceda, se necesita además convicción, voluntad, inteligencia, unidad y movilización. Los partidos que apoyan al gobierno; las organizaciones sociales y de masas; las que aportaron en la Convención Constitucional a la elaboración de una Constitución en la que están las bases de un programa realizable todavía.
La resolución del enigma planteado por el plebiscito la tiene el pueblo en sus manos; está en la defensa del gobierno de los ataques de la derecha y el empresariado; en la implementación de su programa y en la culminación del proceso constituyente.
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