viernes, 20 de enero de 2023

¿Qué podría ser de centro hoy por hoy?

Honoré Daumier. Crispin y Scapin. 1865



76 votos en contra y 68 votos a favor y 4 abstenciones fue el resultado final de la votación de la AC contra el ministro Jackson promovida por la bancada del Partido Republicano. 

Excepto dos abstenciones de la derecha tradicional, esta se alineó tras la conducción fanática del partido de Kast. Ahora viene la acusación contra la ex ministra Ríos y a menos que consiguiera los votos de la DC, lo más probable es que el resultado se repita. 

Que se perdiera no es lo realmente importante. Lo realmente importante de esta votación es que la derecha tiende a ordenarse y manifiesta inequívocamente quién tiene la conducción. Fintas más o menos, críticas tibias por uno que otro desaguisado en los que se ve involucrado cada tanto el partido ultraderechista o alguno de sus diputados, lo cierto es que la derecha ya se tragó el sapo una vez y está dispuesta a hacerlo de nuevo. Su votación en la acusación así lo confirma. 

Esto deja las cosas bastante polarizadas. Los eternos buscadores del centro las tienen difíciles hoy por hoy. 

El denominado "centro político" en Chile durante el siglo XX se caracterizaba por ser un centro doctrinario, con una identidad ideológica y política muy bien definida y un proyecto político autónomo. Tanto radicales como democratacristianos impulsaron proyectos nacionales que movilizaron grandes masas y transformaron al país. 

Después de la Concertación, ser de "centro" es otra cosa. Es haber renunciado a la idea de una transformación total de la sociedad y resignarse a la pasión "de lo posible", como tempranamente definió su proyecto Patricio Aylwin en el Estadio Nacional, hace poco más de treinta años. En su reemplazo, y considerando su posición minoritaria en el Congreso -binominal, designados y vitalicios, límites como el impuesto por el TC, la LOCE y el COSENA de por medio-,  aparecieron los pequeños ajustes y regulaciones al mercado; las reformas incrementales que sumadas, algún día, se transformarían en la anhelada democracia. 

Reformar se convirtió así en pirquinear votos en el Congreso dejando a las masas en el lugar de un espectador. 

En un ambiente tan polarizado como el que queda tras la Acusación Constitucional contra el ministro Jackson, esta técnica deja al centro, circunstancialmente, como un bolsón de votos, dispuestos al "mejor postor". 

Por esa razón, tiende a disminuirse progresivamente y sus exiguas fuerzas, a dispersarse en función del devenir histórico y político frente al que no hace ninguna propuesta que encante, ni siquiera que de cuenta de las contradicciones que agitan a la sociedad hoy por hoy. Algunos, incluso, haciendo gala de una proverbial tozudez insisten en los diálogos y los acuerdos, cuando la derecha ha demostrado una y otra vez que los únicos diálogos que acepta son para escucharse a sí misma y que actualmente está empecinada en defender lo más esencial del sistema neoliberal y limitar en todo lo que sea posible el cambio constitucional. 

Su ataque sistemático y permanente a la Convención Constitucional primero y ahora, al Gobierno, demostrando su histórica unidad, disciplina y convicción llegada la hora de defender los intereses de clase de los grandes empresarios, no dejan mucho espacio al diálogo, que digamos. Por lo demás, el país está ad portas de una nueva confrontación por el cambio de la Constitución actual, frente al que por lo visto en estos días la derecha va a actuar unida nuevamente, como lo hizo la vez anterior, con mejores perspectivas incluso. 

Insistir en una especie de tercera posición; en resucitar la democracia de los acuerdos o un presunto gradualismo alejado de los extremos (extremos entre los que, hipócritamente, sólo se menciona al PC y al FA pero nunca a los fascistas del Partido Republicano), equivale a anularse políticamente y condenarse a ser un espectador de los acontecimientos, cuando no a pavimentarle el camino al triunfo a la derecha. 

La soledad, aparentemente, es lo único que podría definirlo hoy por hoy. Las discusiones que se han dado al interior de las coaliciones de gobierno, después de las desafortunadas declaraciones de Guido Girardi dan cuenta de eso, las que ni en su propio partido han encontrado respaldo. Lo que está en juego es demasiado como para aventurerismos de este tipo; para llaneros solitarios o iluminados de la política. MEO pasó de ser uno de los políticos con más futuro a un mero recuerdo por no entenderlo a tiempo. La situación de la ex concertación es muy similar y como en aquella ocasión, el fracaso significaría además el triunfo de la ultraderecha con un costo enorme para el pueblo. 

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