sábado, 6 de mayo de 2023

¿Qué esperar el 7 de mayo?

Fernand Leger. Estudio para Los constructores. 1954



Al contrario que en el plebiscito de entrada y en el de salida, la elección de consejeros constitucionales este domingo que viene, no genera una gran expectativa. Excepto algún hecho inesperado, presumiblemente el resultado, sin ser estrictamente comparable con el plebiscito del 4 de septiembre, va a confirmar el de las fuerzas que llamaron a votar apruebo en él.  

Pareciera ser que los ímpetus "refundacionales", como los llamó la derecha y un centro melifluo, apasionado por las medias tintas, ya son cosa del pasado.  El estado de ánimo del país, dicen, con ínfulas de gran sabiduría, habría vuelto de donde nunca debió haber salido: la moderación, la responsabilidad, el gradualismo, etcétera, etcétera, etcétera. 

Probablemente uno de los desmentidos de ese pronóstico, va a ser el resultado de la la ultraderecha de los republicanos y del PDG, que va a estremecer a la derecha tradicional. Esto presumiblemente la arrastre todavía más al extremismo ultraconservador y empeore sus arrebatos cosistas, su positivismo pop y el facilismo de sus explicaciones y de sus propuestas en las materias que preocupan a la sociedad y que movilizan indignación y estallidos de protesta popular periódicos, como el 2006, el 2011 y el 2019. 

De hecho, ya su propuesta en materias de seguridad y previsional dan cuenta del facilismo con el que pretende despachar tales asuntos a través de medidas que no requieren mucha argumentación porque ya está contenida en la realidad, apelando al sentido común que reivindica como una virtud cuando no es más que conservadurismo y comodidad. No hacen sino repetir las mismas fórmulas aplicadas hace más de treinta y cinco años y que tienen al país en una crisis interminable o que a lo menos no presenta luces de salida en el corto plazo. 

En cuanto al centro o lo que alguna vez presumió de serlo, su derechización desde la campaña y el plebiscito de salida, ha sido vertiginosa. Ha gozado, sin embargo, de la misma intangibilidad que el sentido común dominante le otorga al fascismo. Su renuncia a la reforma y la transformación coinciden con la aceptación dogmática de un orden social, político y económico expresado en probabilismo; en su adaptación pragmática a las circunstancias y el muñequeo como estilo de hacer política. Es probable después del domingo, que parte de la derecha tradicional se acerque todavía más a este centro conformando una centroderecha que quizás se estabilice en el futuro con los sobrevivientes de la democracia de los acuerdos.  

Nada muy épico. 

La Constitución del 80 ya es cosa del pasado; murió en el plebiscito de entrada y la Convención, pese al resultado del 4 de septiembre, modificó para siempre los términos en que se lleva a cabo la lucha por una nueva Constitución. Prueba de ello son las contorsiones lógicas y políticas de las que han hecho gala los defensores del Estado Subsidiario en la comisión de expertos y a través de la prensa para tratar de hacerlo compatible con el Estado Social y de Derechos resuelto por la Convención; lo mismo la cantidad de indicaciones que se han hecho en sus subcomisiones para darle forma a los bordes establecidos en el acuerdo que le dio origen al proceso actual. 

Ciertamente, no es la misma correlación de fuerzas de la Convención. La derecha logró imponer bordes, límites al proceso; tutelajes inaceptables en un proceso de realización de la soberanía popular. Pero ni siquiera durante la dictadura militar, en medio de la peor represión y la más salvaje violencia en su contra, el pueblo renunció a luchar por la democracia y la justicia social. Abstenerse de hacerlo en esta oportunidad en función de unas hipotéticas mejores circunstancias morales y políticas no es mas que reformismo. 

La nueva Constitución va a ser el marco en el que se librarán las batallas del movimiento popular en el siglo XXI. La ultraderecha lo ha comprendido muy bien y si estuvieran tan seguros de sus posibilidades no estarían participando de la elección de consejeros constitucionales y anunciando desde ya su voto nulo en el plebiscito de fin de año. 

Las elecciones de este domingo van a definir las condiciones en que va a continuar la lucha por una nueva Constitución y por consiguiente, los límites en que se desarrollarán las luchas por el litio, por el agua, la educación y la salud públicas, en el futuro. Si bien nada espectacular ni definitivo por ahora, determinante para el futuro del país y del pueblo. 


 

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