Francisco Goya. Tú que no puedes de la serie Los caprichos, 1799 |
El rocambolesco proceso
constituyente que ha protagonizado nuestro país en los últimos tres años,
expresa dos cosas. La primera, que la Constitución actual no es un marco que de
cuenta de los anhelos y necesidades de una sociedad que reclama más democracia,
igualdad y justicia social. El 18 de octubre fue una expresión de eso; pero no
sólo el 18 de octubre: también la
revolución pingüina, la huelga del subcontrato, el estallido del 2011; el 8M;
NO + AFP, luchas por vivienda digna y contra el endeudamiento, lo han
demostrado en forma persistente a lo largo de los últimos veinte años a lo
menos.
Según diversos estudios que no
han sido desmentidos por nadie, más de la mitad de los chilenos gana menos de
quinientos mil y sólo menos de una quinta parte, más de un millón de pesos. Los
chilenos y chilenas en su gran mayoría, somos pobres, una minoría está sobre la
línea de pobreza y una minoría aún más ínfima, concentra el grueso de la
riqueza producida por millones de trabajadores y trabajadoras.
La segunda es que este nivel
obsceno de desigualdad genera una polarización social y política que hace
imposible cumplir el anhelo de los “centroalgo”,
de lograr una constitución de consenso, anhelo que expresa la famosa frase
"la casa de todos". Los
resultados de todas las elecciones y plebiscitos realizados en el lapso de
estos años lo demuestran, con esa apariencia de una sociedad que anda a los
bandazos, votando un día por la izquierda y al siguiente por la ultraderecha,
dejando fuera todas las opciones que se tratan de ubicar en el ancho camino de
en medio.
La política de la derecha ha
sido permanentemente jugar al tejo pasao
precisamente porque desde un principio fue muy consciente de esta polarización
y del lugar de este panorama político y social en el que se ubica y los
intereses que defiende. Precisamente el de la ínfima minoría que concentra la
riqueza y los privilegios. Esta táctica también llamada arrancar padelante, consiste en la defensa de principios de su
concepción de sociedad, que coincide con la actualmente existente,
caracterizada por dicha escandalosa desigualdad que sólo puede sostenerse sobre
la base de la exclusión, el abuso y el engaño; el autoritarismo y la limitación
de las libertades civiles y políticas mediante sofisticadas técnicas de
manipulación cultural.
Puesto en esos términos, es
claramente imposible el consenso y la táctica del tejo pasao tiene como objetivo obligar al campo social y popular a
conformarse con lo menos malo, que en este caso viene siendo la Constitución
del 80 o algún imbunche recosido en el comité de expertos, el que sólo
pospondría momentáneamente al conflicto político social generado por el
neoliberalismo.
El proceso va a seguir abierto
porque lo que se enfrenta a estas alturas, son concepciones de principios
contrapuestos y respecto de los cuales, la derecha no esta dispuesta a ceder
voluntariamente, como no lo ha estado desde el principio. El pueblo, así como
según las encuestas no se ha tragado el sapo del consejo constitucional, no se
va a tragar un invento del comité de expertos que no sería más que recuperar un
par de centímetros de todo el retroceso centenario que éste implica.
La hora es decisiva. La
posibilidad de retroceder política, social y culturalmente está a la vuelta de
la esquina y el esfuerzo por llegar a algún acuerdo con la derecha para
evitarlo -cuando es precisamente quien lo promueve-, podría acabar con su
legitimidad moral que es un capital político con el que la derecha jamás va a
poder competir. Dilapidarla tratando de
no retroceder sería despejarle el único obstáculo que la reacción tiene para
arrasar con lo que queda de los derechos del pueblo y con la democracia.
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