lunes, 25 de marzo de 2024

¿Hacia donde va la derecha?

Roy Lichtenstein. We rose Up Slowly. 1964



En las últimas semanas, la derecha ha sido protagonista de una velada lucha por la definición de su línea política y de la alianza que la representaría. En la misma medida que se refuerza la tesis de extenderse hacia el centro, que en realidad es una nueva derecha con pasado concertacionista, la ultraderecha se radicaliza. La posibilidad de un pacto que abarque desde Demócratas a Republicanos, se ve muy difícil, excepto probablemente el pacto por omisión en las municipales; y eso. 

Los anuncios de estos días de realizar una primaria entre la quizás más odiada y poco confiable dirigenta política que le regaló el argumento a la derecha para hacer trizas el acuerdo administrativo en el Congreso posibilitando la presidencia de RN en el Senado y de paso bloquear la posibilidad de que el PC asuma la de la Cámara de Diputados, y la histórica Evelyn Matthei, es parte del blufeo en esta negociación.

Evelyn Matthei, antes de ser candidata ya está desplegándose por el país y en la misma medida empiezan a manifestarse las críticas de sus potenciales aliados republicanos, quienes ya le recuerdan el tristemente célebre kiotazo en el que fue protagonista de una sórdida trama que incluyó espionaje, uso de recursos del Estado e involucró a las FFAA en la resolución de una controversia política por la definición de la candidatura presidencial de la derecha y que terminó afectando al que sería Presidente de la República posteriormente en dos ocasiones, el empresario Sebastián Piñera Echeñique. 

Personaje público que, junto con su primo y ex ministro del interior, se ha visto involucrado en la truculenta trama de tráfico de influencias protagonizada por un oscuro personaje, del tipo de Rasputin, que logró infiltrarse en las alturas del poder empresarial y político de la derecha y que, por lo descubierto en su teléfono, ha puesto en vilo la institucionalidad. 

Puro trigo para la santurronería de los republicanos, quienes se ufanan, igual como lo ha hecho la ultraderecha en todo el mundo, de permanecer impolutos frente a la corrupción que corroe al resto del sector y a parte del sistema político. Los escándalos protagonizados por alcaldes de RN y la UDI, por ahora, no han logrado hacer mella de Mathei pero es una carta bajo la manga que los republicanos van a sacar en algún momento.

Financiamiento ilegal; cohecho; soborno y promiscuidad en las relaciones entre empresas, partidos, Parlamento y en su momento, el gobierno de Sebastián Piñera, no han sido olvidados por la opinión pública y llegado el momento, le van a pesar a la alcaldesa de Providencia. 

Ella sostuvo que sería un suicidio llegar con dos candidatos de derecha a la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales, la crónica de una derrota anunciada en segunda vuelta. Lo único que no dijo es cuál sería su opción llegado el caso de tener que decidir entre un candidato de izquierda y uno de ultraderecha o derechamente fascista. Y no lo hizo porque la respuesta es obvia. La derecha tradicional, el piñerismo, comparte valores, concepciones de la economía y lo social con los republicanos, que ambos han logrado disimular hasta ahora, y que esperan seguir ocultando hasta las próximas elecciones presidenciales. 

Pero la oposición del piñerismo a la reforma tributaria; a la reforma previsional y su defensa de las AFP¨s y de las ISAPRES; su justificación de las violaciones a los DDHH cometidas durante la rebelión popular de octubre del 2019 así como antes la defensa de la impunidad de los criminales de la dictadura de Pinochet, le ha dejado abierta una grieta al neofascismo por la cual infiltrarse y legitimarse como parte del sistema democrático, “conservadores” tolerables para el liberalismo noventero.

Ante el emplazamiento de la ministra del trabajo a los empresarios para que paguen más, reaccionaron todos al unísono, el piñerismo, el neofascismo republicano y el batallón de economistas ensoberbecidos por la ideología neoliberal para justificar los bajos salarios, la desigualdad y las obscenas tasas de ganancia de los grupos económicos gracias a la tercerización. Un ejemplo evidente de cuáles son el tipo de alineamientos políticos vigentes y las razones que los motivan.

Por esa razón insistir en lograr a acuerdos con ellos es de un surrealismo supino. No sólo porque como demuestra el reciente incidente del senado, la derecha no está ni ahí con alcanzar alguno, sino porque seguir insistiendo en ellos, es seguir abriendo esa brecha por la cual se ha infiltrado la ultraderecha todos estos años.

La derecha se ha comportado durante mucho tiempo y se ha hecho evidente en las últimas semanas a propósito del caso Hermosilla, como una verdadera mafia. La inspiran valores y fines que se basan en la avaricia, el afán de lucro, y la avidez de ganancias fáciles y rápidas, que después se proyectan en una concepción de la sociedad y del Estado convertidas en políticas públicas que van a regir las vidas de todos y todas.

Por esa razón la disputa con la derecha es una disputa ideológica y moral. Ensombrecer el límite que la separa de los demócratas y progresistas es parte de su estrategia. La defensa del sofisticado sistema de abusos, exclusiones y defensa de privilegios presentados como intereses de toda la sociedad, unen a las oposiciones, desde demócratas a republicanos. La reciente experiencia argentina demuestra a las claras, que esa es finalmente su propósito, sea quien sea quien la represente y todo indica que lo más seguro es que la tradicional, termine de vagón de cola de su versión ultra. Las palabras de Matthei lo demuestran. 


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