La conformación de su lista para
enfrentar las elecciones municipales, ha dejado a las claras que en la derecha
está desatada la lucha por la dirección del sector. Indudablemente, ésta
adelanta lo que podría ser el tono en que se va a dar la definición
presidencial.
La posible candidatura de la
icónica alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, sintetiza precisamente la
tensión latente entre el momiaje, que se debate entre el fundamentalismo de los
republicanos y un piñerismo que se empieza a asomar como la alternativa de
renovación de la derecha tradicional. Nada nuevo bajo el sol, los mismos
nombres de siempre; las chaquetas rojas y el discursito de la excelencia y la
eficiencia para defender los bolsillos de los mismos, los Luksic, los Matte,
los Angelini, los Cueto, los Solari y un par de ricachones más que se apropian
del ahorro de los trabajadores a través de las AFP´s de las que son accionistas.
Hasta ahora, pareciera que Chile
Vamos lleva la delantera, especialmente después de la derrota de los republicanos
en el último plebiscito constitucional.
La derecha tradicional salió
fortalecida de esa contienda pese al entusiasmo con el que defendió al adefesio
de Luis Silva, Beatriz Hevia y los demás. Al día siguiente, en esa ocasión,
sufrió un conveniente ataque de amnesia y salió a criticar el ultrismo
conservador de la propuesta y en un intento desesperado, salieron horas antes todas
las "feministas" del sector, fieles asiduas de las fundaciones
de caridad y los exclusivos clubes que ayudan "mujeres vulnerables" a
desmentir las acusaciones de machismo y conservadurismo moral contenidos en él -Mónica
Zalaquet e Isabel Plá entre otras-.
La alcaldesa de Providencia,
disciplinada y leal militante de la UDI y representante del piñerismo -que como el ave Fénix pretende resucitar al
sector para disputar la dirección del gobierno del Estado de la Nación- cumple
con el perfil laico, de género y técnicamente probado como economista, en
tareas de administración de importantes áreas del Estado como ministerios y
municipalidades, para cumplir esta tarea tendiente a recomponer el sector y
representarlo nacionalmente.
Pero no todo lo que brilla es oro,
deben pensar los Kast lovers. El silencio que han guardado desde su derrota y
su distancia de la conformación de la lista derechista para las elecciones municipales
y los homenajes a Piñera; el tono con que se refieren diversos dirigentes del
sector a las "oposiciones", no dejan dudas respecto de las
diferencias profundas que lo cruzan. Excepto el singular exabrupto de la
precandidatura del diputado Kaiser, nada da a entender que tengan aspiraciones
en el corto plazo y lo más importante, ni siquiera interés en participar de un
debate acerca de la definición presidencial de la derecha...por ahora.
Ir directamente a la papeleta, sin
advertirle a nadie, podría ser una posibilidad realista. Matthei ha declarado
que eso significaría la crónica de una derrota anunciada en segunda vuelta. Ojalá
fuera así. Pero eso no depende solamente de la ingeniería electoral ni de una
mejor definición de los demócratas.
Primero, no se puede ignorar que en
esta ocasión el desafío es detener el avance de una ultraderecha que no se
incluye dentro de los consensos democráticos mínimos que la humanidad construyó
en el siglo XX. Ésta se ha infiltrado hábilmente en los espacios que la derecha
tradicional ha dejado a lo largo de todo el período que nos separa del fin de
la dictadura militar, espacios abiertos por su persistente negativa a las
políticas de verdad, justicia y reparación; redistribución del ingreso;
garantizar derechos a los trabajadores y trabajadoras. Ha defendido la
discriminación en contra de las diversidades sexogenéricas a las que
históricamente ha considerado desviaciones, de los jóvenes y los pueblos originarios
a los que ha tratado de hacer calzar en su estrecho concepto de Estado
nacional.
No se puede seguir insistiendo en
grandes acuerdos que la toleran, luego la legitiman y finalmente le pavimentan de
esa manera su avance a la Moneda.
En segundo lugar, se debe hacer
protagonista al pueblo. La ingeniería electoral, el muñequeo y los acuerdos a
puertas cerradas apenas si sirven para salir del paso, pero no para detener el
avance del fascismo, derrotar la resistencia que la derecha ha opuesto a las
reformas impulsadas por el gobierno ni menos cambiar de raíz al neoliberalismo.
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