martes, 5 de marzo de 2024

El fascismo a la vuelta de la esquina


Hyeronimus Bosch. El jardín de las delicias, detalle. El infierno. 1460-1466


Todos los días se acumulan las noticias que demuestran el avance del fascismo en el mundo. El botonazo de Franja de Gaza es suficientememnte elocuente como para ser interpretado. Hace poco se estrenó en Netflix, la producción neherlandesa "Voluntad", que resulta escalofriantemente similar a los acontecimientos cotidianos en medio oriente.Y no solamente en medio oriente. También en los Estados Unidos, donde masas de trabajadores blancos empobrecidos en los últimos treinta años, canalizan su frustración y rabia mediante la violencia hacia grupos históricamente discriminados como la población afroamericana y nuevas capas de pobres como los migrantes latinos, engrosando las filas de MAGA. 

En Europa el fortalecimiento de las fuerzas de ultraderecha y su avance electoral en Holanda, Italia, Bélgica, España y Alemania, se sucede con oleadas de manifestaciones de indignación y rechazo a las fuerzas reaccionarias, que mediante una ingeniosa aunque racionalmente pobre interpretación del fenómeno fascista de mediados del siglo XX, lo justifican ahora en una combinación exótica de privatización con proteccionismo y un apenas disimulado militarismo que ha usado a Ucrania como carne de cañón de sus afanes expansionistas hacia Europa del este.

En América Latina, Bolsonaro aun estando condenado, sin pasaporte para que no huya del país y con prohibición de ser candidato a cargos de elección popular hasta el 2030 por su participación en la planificación e instigación a la asonada de Brasilia para impedir la asunción de Lula, logra movilizar a miles y presentarse como la víctima de una persecusión política. Millei, combina el extremismo de sus políticas de ajuste, que ya están haciendo crujir a la Argentina, con el servilismo ante la ultraderecha norteamericana y una agresividad hacia el resto de los países de la región que es muy funcional a las pretensiones de esta última en caso de llegar el gurú del neofascismo mundial, Donald Trump, a la Casablanca. 

En el siglo XX, la lucha contra el fascismo no se limitó únicamente a la derrota de Hitler y Mussolini en la segunda guerra. Permitió también limitar las políticas y acciones de los países capitalistas que bajo la forma de guerras por mantener dominios coloniales en Africa y Asia, emprendieron la violación sistemática de los Derechos Humanos, recurrieron a la represión de movimientos de liberación; y promovieron a políticos corruptos en asociación con mafias locales para mantener sus posiciones de dominio. O en América Latina en los setenta, donde promovieron la instalación de dictaduras militares afines a los conglomerados económicos e instituciones conservadoras, dictaduras que hicieron de la represión a los opositores parte esencial de su política.

La exisencia de un campo socialista que representaba un sistema político, económico y social diferente, cumplía la función de demostrar que, en principio, el capitalismo no fue el único de los mundos posibles entonces y la derrota del fascismo, un componente ineludible de una estrategia de transformación global de la sociedad. Pese a que desde 1989 eso no es así, en la actualidad no será posible una nueva sociedad mientras el fascismo inherente al capitalismo siga amenazando a nuestras sociedades. Mientras el capitalismo subsista, su tendencia inherente a la concentración de la propiedad y la riqueza, va a dar origen permanentemente a tendencias totalitarias que acabarán destruyendo las bases de la convivencia social democrática.

Hoy en día, en cambio, producto de la naturalización con la que el sistema neoliberal la presenta y la reivindica como  un resultado deseable y hasta una aspiración para el ciudadano de a pie, el fascismo pasa desapercibido y se infiltra en todos los insterticios de la vida social, desde el sistema político, hasta las relaciones humanas y la cultura. La única manera de detenerlo es denunciarlo, tratarlo por su nombre y señalar una frontera visible e inexpugnable entre éste y los demócratas. 

A su clásico repertorio de brutalidades, agrega ahora un individualismo exacerbado que lo diferencia de sus versiones clásicas en las que la idea de un "pueblo" y una "nación" llamados a cumplir un destino histórico, es reemplazada por una forma radical de subjetivismo nihilista que niega la idea de una responsabilidad social y que concibe la ida de progreso como el resultado de la liberación de las trabas que ésta impondría al egoismo personal. 

Por eso la idea de hacer grande a América o las permanentes alusiones de Millei a Alberdi y a que Argentina vuelva a ser una Nación como la del siglo XIX, sirven como pretexto para eliminar impuestos, derechos a los trabajadores y trabajadoras, regulación de mercado, seguir depredando el medioambiente; suprimir las políticas de memoria, de respeto y promoción de los derechos de la mujer y las diversidades sexogenéricas. 

El mundo de Millei, Kast, Trump, Bolsonaro, AfD, Vox, Fratelli d'Italia es la resignación a las  inhumanas y fatales condiciones de pobreza, violencia y exclusión a las que el neoliberalismo ha sometido a la humanidad en los últimos cuarenta años, y pretende perpetuar cada vez con más dificultades. La intolerancia, el armamentismo, la violencia racial, el anticomunismo, son sus manifestaciones superficiales. Quedarse en la crítica a dichas manifestaciones y no atacar sus causas, es tan ineficaz como excusarlo, tras un gesto entre compasivo e ingenuo que es como muchos dirigentes políticos chilenos parecen hacerlo hoy en día. 


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