miércoles, 20 de agosto de 2025

Para que el pan no se queme en la puerta del horno

 

Paul Klee. Los peces mágicos. 1925



Después de dos años de correr sola, la derecha luego de la inscripción de todas las candidaturas, comienza realmente a competir con alguien por la carrera presidencial. La eterna promesa, Evelyn Matthei, exhausta, cae al tercer lugar, y Kast apenas rasguña en sus mismas encuestas de dudosa credibilidad el primero, incluso a veces quedando segundo y teniendo que posponer su triunfo a la segunda vuelta. Triste consuelo para explicar su incapacidad política y la impopularidad de sus recetas. 

Precisamente por eso, en esta etapa que resulta decisiva, va a hacer uso de todo el repertorio de trampas, mentiras y promesas pomposas, las mismas que usa su ídolo Donald Trump a falta de políticas realmente efectivas para resolver las necesidades del pueblo.

Para peor de males, solamente logró un pacto por omisión en un par de circunscripciones senatoriales, lo que le pone cuesta arriba el objetivo de lograr mayoría en el Parlamento. La lista de la derecha tradicional, con un elenco de viejos conocidos de la canción de los acuerdos, incluidos escombros de la concertación que solo salieron del closet con tal de obtener un par de cupos en ésta, va a tener que competir no con la izquierda, sino con sus vástagos ultra cuyo objetivo es reemplazarla.

El adversario realmente poderoso es la desinformación, el individualismo, la apatía y en especial, la incredulidad que afectan a extensas legiones de compatriotas, cansados de recetas demagógicas, incluidas las que disfrazadas con conceptos como “responsabilidad”, “realismo” y “moderación”, apenas logran seguir disimulando el favor que cada punto de crecimiento del PIB significa para los grandes capitales concentrados.

Una de las lecciones de Bolivia como lo demuestra el voto nulo y en blanco registrado en las últimas elecciones -que alcanzó el segundo lugar después del candidato ganador, Rodrigo Paz-  es precisamente que la derrota de la izquierda bien puede ser la incapacidad de encantar, de devolver al pueblo la fe en un proyecto transformador más que la capacidad de la derecha de convencerlo.

En ese sentido, la lucha en el plano ideológico se debe redoblar. La claridad para dirigirse al pueblo, que es uno de los atributos de la compañera Jeannette Jara, ponerse por delante de las explicaciones complicadas y supuestamente objetivas de la tecnocracia. Ampliar no sólo por arriba su base de apoyo, sumando a partidos y organizaciones nacionales sino a alcaldes y concejales, organizaciones vecinales, de usuarios, deudores, sindicatos y de colectivos por la defensa de los derechos de la mujer, las disidencias sexogenéricas y el medioambiente.

Conformar comandos en las comunas, en los lugares de trabajo, en escuelas y universidades, sin hegemonismos. Grupos de Whatsapp, usar formas como las de las protestas de 2011: acciones de arte, carnavales, cicletadas. Espacios donde convivan militantes de diferentes partidos, los de la coalición que apoya a Jeanette, tanto como los que haciéndolo no son parte de ésta. También independientes y dirigentes sociales, en igualdad de condiciones y con verdadera fraternidad.

Precisamente otra de las lecciones de Bolivia. No es solamente la falta de unidad, la que castigó el pueblo, sino la confrontación chabacana y agresiva que protagonizaron históricos dirigentes; el que los medios hegemónicos la personalizaran a tal punto que dejó de parecer una disputa por diferencias políticas para transformarse en una lucha de egos.

Las posibilidades de triunfar en noviembre y volver a hacerlo en la segunda vuelta que con toda probabilidad será la que defina el futuro de la elección presidencial y de obtener mayoría en el Parlamento, son altas. Pero como dice el viejo refrán, “en la puerta del horno se quema el pan”. La lucha contra la desinformación, la apatía, el individualismo y la incredulidad, la única garantía de que así no sea.


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