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Juna Gris. Tablero de ajedrez y cartas, 1915
Los titulares de todos los medios tradicionales, escritos y
digitales, y la noche del debate, los comentarios de opinólogos de ocasión y
gurús mediáticos que son los que modelan la opinión pública al día siguiente,
hablaban de la agresividad de los candidatos y la falta de propuestas en el
debate organizado por ANATEL.
Bueno, puede parecer ingenuo esperar otra cosa, pero más
que comentar el contenido de la noticia, en este caso el último debate
presidencial y lo que en él se discutió o no se discutió y podría ayudar a
ciudadanas y ciudadanos a tomar una decisión informada y libre en las
elecciones, lo que ha venido después de éste es una sarta de lugares comunes,
frases hechas e intentos desesperados por ocultarlo.
Se centran los comentarios en el tono confrontacional y la
ausencia de propuestas. Incluso algunos llegan a declarar que en realidad no se
notaron diferencias entre los candidatos, dando a entender que sería casi lo
mismo votar por uno que por otro. Es la típica operación ideológica que cumplen
los medios para hacer creer a la opinión pública que el orden de cosas actual
es poco menos que natural y que no existen alternativas.
Por cierto, de esa manera las escurridizas respuestas del
candidato de ultraderecha a los permanentes emplazamientos para que explicara
las contradicciones entre su programa escrito y sus declaraciones o las de sus
voceros, pasan desapercibidas porque lo que vaya a hacer en caso de ganar, no
es un tema para reflexionar ni tampoco las motivaciones de principio que lo
llevan a sostener las brutalidades que postula.
Otra cosa son sus insólitas interpretaciones de lo que pasa
en las redes sociales y el ciberespacio, todavía más abstracto, dominado por el
algoritmo y aparentemente autónomo de la realidad social. Las interpretaciones
que hacían en la noche del debate no decían nada acerca de lo que se
discutía....o no se discutía.
El titular de todos los medios es más o menos el siguiente:
el debate fue confrontacional, no se debatieron ideas y en ese sentido José
Antonio Kast es más o menos lo mismo que Jeanette Jara. Como si su biografía y
trayectoria no existiera y fueran una especie de extraterrestres que vienen a
disputar la Presidencia de la República no se sabe por qué motivo.
Interpretación que le viene de perillas al utraderechista.
No contestó a ninguno de los emplazamientos que se le hicieron y lo que es
peor, no dijo ni en media palabra, en qué consiste el plan de ajuste brutal que
pretende implementar; sus motivaciones ni quienes serían sus beneficiarios.
Quizás el único mérito que se le puede reconocer es su capacidad de ocultarse.
Los comentaristas del medio, cuya ocupación consiste
aparentemente en parafrasear solamente o realizar un parloteo insulso, tampoco
lo señalan ni se lo cuestionan y repiten la vieja cantinela de la importancia
de mantener las formas, sin siquiera molestarse en señalar que el candidato de
ultraderecha, además de no decir nada relevante cuando se le preguntaba, ha
defendido a individuos que violaron a pisioneras políticas, aplicaron tormentos
terribles a detenidos que estaban bajo su responsabilidad antes de hacerlos
desaparecer; o que cuando derogue, si es que puede, todo lo avanzado en materia
previsional, los ancianos tendrán que irse a vivir con sus hijos e hijas; o que
va a separar a niños y niñas migrantes de sus familias; condenar a jóvenes y
niños que no tengan el privilegio de ser seleccionados en colegios "de
excelencia" o los de su preferencia, a conformarse con servicios
focalizados que es lo único que en su concepto es responsabilidad del Estado,
que a los únicos puestos de trabajo a los que podrán optar chilenos y chilenas
bajo su gobierno -especialmente quienes hoy en día sobreviven en la
precariedad-, son empleos inestables, mal remunerados o cuya remuneración
depende de la capacidad de estos de renunciar a sus derechos, etc. Una letanía
de barbaridades asumidas por un periodismo venal, con toda naturalidad.
Obviamente ese empate moral por el que pretende imponerse
la desesperanza; la apatía e indiferencia frente al futuro, es y ha sido el
principal enemigo de las ideas progresistas y de izquierda en los últimos
treinta años. Luego del triunfo del domingo serán mejores precisamente las
posibilidades de derrotarlo y abrir cauce a una profundización de la reforma
política y social. Es exactamente a lo que le teme la derecha y las clases
beneficiadas por la desigualdad y el autoritarismo en la actualidad. Y como lo
hizo Trump el 6 de enero de 2021 o Bolsonaro en Brasilia el 8 de enero de 2023,
es posible que no lo reconozca o que intente entorpecer, y lo logre aunque sea
momentáneamente, la asunción del nuevo gobierno buscando debilitarlo antes de
comenzar. Ya en la primera vuelta planteó su desconfianza en la transparencia
de las elecciones.
La unidad de la izquierda se fortalecerá y la ampliación
del arco de fuerzas progresistas que pujan por estas, se ampliará. Las
esperanzas del pueblo serán más y más optimistas. Las posibilidades de abrir
cauce a la participación popular mejores. La historia le da al pueblo una nueva
oportunidad. De la audacia de sus dirigentes; su unidad y su movilización
depende que esta no se malogre.
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