Francisco Goya. Los desastres de la guerra, Placa 11 "Ni por essas" |
A la DC y a la Socialdemocracia les pasa que cada vez que las cosas se ponen difíciles y hay que adoptar posiciones de abierta confrontación con los sectores dominantes de la sociedad, tienen involuciones reaccionarias que contradicen de una manera incomprensible sus posiciones reformistas, transformadoras y democráticas.
A lo largo de toda su historia, tanto la DC como el PR y ahora también, el PS y todas sus derivaciones, hacen coro para competir por ver quién es más conservador, más mesurado para referirse a las transformaciones que el país discute en la actualidad -nada menos que cambiar la actual Constitución- y más entusiasta y radical para condenar a quienes se movilizan por ellos.
No han escatimado audacia para falsificar la historia política del país en los últimos cincuenta años y especialmente, los treinta que nos separan del fin de la dictadura de Pinochet.
Unos con menos pudor que otros, prefieren incluso dialogar y llegar a acuerdos con los mismos responsables de tanta tragedia, de tanta injusticia y hoy en día, de las flagrantes violaciones a los DDHH cometidas en estos meses de levantamiento popular.
Parecen no darse por enterados de que ningún acuerdo con los mismos que se han visto beneficiados por un modelo que ha condenado a la exclusión y la pobreza a miles y millones de compatriotas, es imposible, a menos que sea uno que termine de una vez por todas con las condiciones que, precisamente, les han granjeado influencias, privilegios y poder.
En eso consiste precisamente la lucha de clases, frase que a algunos les provoca arcadas.
Una reacción irracional, sentimental, incluso física, que en el caso de gente con educación, es embellecida con argumentos filosóficos, morales, históricos y políticos que sirve de soporte a posiciones reaccionarias, funcionales a las políticas derechistas, al autoritarsmo, a la exclusión, el clasismo y finalmente a la represión.
Argumentos que ignoran, igual que lo hace el fascista o el lumpen, los crímenes perpetrados estos días y que prefieren buscar a un tercero a quien hacer objeto de su ira o su insatisfacción.
Los que hoy protestan todos los días en la Plaza Italia; que destruyen los portales de cobro de las carreteras que les impiden entrar y salir de sus barrios sin antes pagar decenas de miles de pesos todos los meses; o viajan en el transporte público evadiendo para poder llegar a un trabajo por el que perciben un salario miserable; que marchan, tocan cacerolas y que en muchos casos son los que están en la primera línea, como Mauricio Fredes, son a quienes se debe el progresismo.
Esa reacción irracional frente a los desafíos que la historia coloca por delante y su consecuente sublimación en discursos pseudorracionales -filosóficos, políticos y morales- sólo expresa el miedo a lo diferente y especialmente, el miedo al pobre, al que lucha por cambios de fondo; al que lucha por una nueva vida, aun cuando incluso se viera beneficiado por ella.
Por el contrario, cuando a la irracionalidad, al miedo, le ha ganado la razón, el optimismo, la confianza en el pueblo, tuvimos la CORFO, el Estado Docente, la reforma agraria y la ley de JJVV, la nacionalización del cobre y el medio litro de leche.
La situación histórica lo amerita.
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