Paul Gauguin. Quienes somos, de donde venimos, hacia donde vamos. Detalle
La
cultura es una creación de los pueblos, producto de la interacción de hombres y
mujeres entre sí y de estos con la naturaleza.
Arte,
ciencia, tecnología, son obra del trabajo, de la creatividad y el esfuerzo
humanos y pueden ser tanto para hacer más armónica y coherente su relación y la
que establecen con su entorno natural como para hacerlo más injusto, opresivo e
inhóspito, incluso para hacerlo inhabitable para todos los seres vivos.
La
fe ingenua en que la cultura por sí sola es un factor de progreso y bienestar,
es una creencia que el capitalismo ya en el siglo XIX desmintió categóricamente
y respecto de la cual, incluso, entonces se discutía y salvo el positivismo más
recalcitrante, antecedente del neoliberalismo actual, no ha tenido un solo
apóstol más desde entonces.
En
efecto, la apropiación privada de lo que es un producto social del trabajo de
todes, para convertirse en capital, en lugar de ser para uso y disfrute de la
humanidad, es precisamente lo que puede determinar que la cultura, en lugar de
ser una herramienta de progreso y bienestar; de armonía y desarrollo social y
ambientalmente sustentable, se transforme en una fuente de sometimiento,
opresión y destrucción de la naturaleza.
Las
zonas de sacrificio; el abuso de las empresas con los consumidores; la
sobrexplotación de los recursos naturales y de la tierra; la asimetría en las
relaciones entre trabajadores y empleadores, entre hombres y mujeres; entre
etnias y culturas diversas; también intergeneracionales. En fin, todas son
expresión de una cultura basada en el dominio que proviene de la apropiación
privada del trabajo y lo producido por la inteligencia y el esfuerzo humanos,
para reducirlos a ser solo un eslabón más de la cadena de valorización del
capital, origen del poder de una clase sobre el resto de la sociedad y fuente
por lo tanto de su opresión e infelicidad.
El
neoliberalismo no ha hecho sino agravar todas estas características propias del
capitalismo hasta convertirlo en una caricatura de sí mismo. Las relaciones de
clase que se expresan en esta cultura basada en la apropiación privada del
trabajo, transforman todo en una cosa y a todas estas "cosas" en seres
independientes de sus creadores y creadoras, para adquirir una existencia
autónoma que se presenta bajo la forma de mercancías.
En
el neoliberalismo, para poder acceder a todas estas "cosas", es
necesario acudir al mercado. Su posesión se transforma en la finalidad de
sus existencias, como si éstas no fueran obra de su propia creación. Por
ello el consumismo, no es un efecto indeseado de la cultura del sistema
sino una consecuencia fundamental de ésta.
La
Constitución de 1980, instaura jurídicamente esta concepción de la sociedad. No
es sólo un sistema económico lo que garantiza. Es precisamente la expresión
jurídica de la sociedad neoliberal. La legitima política e
institucionalmente y la convierte además poco menos que en la fuente natural del
orden social expresado en el principio de subsidiariedad del Estado.
Por
esa razón, la creencia de que era posible construir otra sociedad y superar el
neoliberalismo manteniendo la Constitución del 80 -bajo el supuesto de que
eludiendo el problema de su legitimidad sería posible reformarla, tesis
sostenida entonces por la Concertación- fue el pecado original de la transición
y el origen de la crisis social actual.
El
sistema educacional, fue precisamente el instrumento que presuntamente iba a
hacer posible la reforma social post dictadura, sin tocar ni una línea de la
Constitución. Sin embargo, dentro de los límites del principio de
subsidiariedad del Estado, no hizo más que profundizar y consolidar el tipo de
sociedad neoliberal contenido en ésta.
Ya
en 1995, el entonces Ministro de Educación, Don Sergio Molina Silva, terminaba
su presentación de la reforma educacional de Eduardo Frei R. con las siguientes
palabras: "El conjunto de políticas que venimos a presentar a este
honorable Senado, representan una política cultural". Increíble pero
cierto.
Por
ello es necesario que en la futura Constitución Política, la cultura sea
concebida no como uno más de los derechos que debe garantizar el Estado en el
futuro, sino como el principio que la inspire. Una cultura de derechos, de la
igualdad, la fraternidad, el trabajo, la libertad, el respeto por el
medioambiente que se exprese en un sistema educacional radicalmente
transformado y que incluya a todes.
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