Sandro Chia. Pan vino. 1990 |
Las elecciones primarias que se realizaron el domingo 9 de
junio dan la impresión de no haber tenido ganadores. Con una participación de
alrededor de trescientos mil electores, poco más de un seis por ciento del
padrón autorizado para hacerlo, se desarrollaron con una apatía y falta de
entusiasmo notables.
Eso no significa que no vayan a tener repercusiones. Datos
tan esmirriados apenas aportan algunos elementos para los análisis de gurús
electorales, que han hecho de vaticinios que rayan con la adivinación, un
espacio en matinales y medios escritos. No se trata para estos analistas de
tomar una posición ni de señalar los problemas que aquejan a nuestra sociedad
ni las propuestas políticas de quienes aspiran a ocupar cargos de elección
popular y que explicarían sus resultados.
La realidad social, para estos analistas, sigue siendo un
misterio y su ocupación, la de augures o pitonisos. En este sentido, resulta
improbable que hicieran alguna predicción medianamente razonable en los
análisis de ese día ni que explicaran su resultado. Su silencio es más
importante que todas las obviedades que dijeron.
El primero, lo que tiene que ver con la crisis de la derecha
tradicional, puesta en evidencia ese día. No solamente porque sacó
aproximadamente cincuenta mil votos menos que el pacto de centroizquierda ni
por la insignificante movilización que motivó.
Las polémicas previas y las que protagonizó durante la jornada, son las
que importan y muy probablemente, además, van a seguir marcando las próximas
semanas y meses. En efecto, la UDI sale muy golpeada, pero RN tampoco tiene
mucho que celebrar. Puente Alto y Lo Barnechea apenas dan el pretexto para una
foto y le restan todavía muchas comunas por definir, razón que va a ser la
excusa para más peleas internas seguramente.
La ausencia del centro político es también un dato
importante de esta elección. No hay, no hubo ese día, partidos que se
autodefinan de centro que participaran ni que tuvieran algo que celebrar. Por
supuesto, en una elección de carácter local, no es mucho el margen de
diferenciación que existe, pero considerando que venimos saliendo de dos
procesos constitucionales, y que la derecha está en una campaña desatada y sin
piedad de ataque al gobierno y de bloqueo de todo intento de reforma, se
trataba de una elección que se daba en un ambiente más politizado que en otras
ocasiones.
En este sentido, la prisión preventiva decretada sobre el
alcalde de Recoleta, compañero Daniel Jadue, fue un ingrediente más que tenía
como finalidad golpear a la izquierda. No solamente con el propósito de
desacreditarla ante la opinión pública o restarle votos, sino también como una
forma de castigar a quienes desde el gobierno local intenten siquiera desafiar
la hegemonía aparentemente incontrarrestable de las empresas privadas, los
monopolios y sus representantes políticos; no solamente a las gestiones locales
exitosas, de las que la izquierda puede exhibir varias.
Las elecciones primarias para definir las candidaturas
municipales, dejaron abiertas más incógnitas que las contradicciones que
resolvieron. Primero porque no todos participaron en ellas y es altamente
probable que quienes no lo hicieron determinen finalmente sus resultados. El
fantasma de la ultraderecha asecha y con el patético estado de la derecha
tradicional y los modestos resultados de las fuerzas de izquierda, sus
posibilidades se amplían. La ausencia y peor aún, el comportamiento oportunista
y cada vez más conservador al que es arrastrado lo que alguna vez se definió
como centro político, producto de sus indeterminaciones y sus esfuerzos de
diferenciación, la han favorecido en todas las oportunidades.
No es suficiente la ingeniería electoral ni juntar los
pichintunes que cada sector podría aportar para detenerla. Las clases
dominantes, el conservadurismo moral y cultural, los burócratas y los cuadros
técnicos del sistema hace rato que están en una campaña abierta para defender
lo que se pueda de él, entre otras cosas las AFP’s y las ISAPRE’s. También a
las grandes cadenas proveedoras de servicios, los empresarios que se han visto
beneficiados con la subcontratación, los bajos salarios y las facilidades para
despedir, cambiar de funciones y jornada a trabajadores y trabajadoras; justificar
las exclusiones de diverso signo, como las que sufren minorías y diversidades sexogenéricas,
mujeres, jóvenes, pueblos originarios e inmigrantes, como si se tratara de
meras opiniones.
El tiempo que resta para las elecciones municipales y de
gobernadores, va a ser un tiempo lleno de contradicciones; de tensiones y
enfrentamientos. No un enfrentamiento exclusivamente electoral. Es la hegemonía
cultural lo que está en disputa. Los valores sobre los que se yerguen posiciones
políticas, concepciones del Estado y la sociedad: una que ve al ser humano como
un mero cliente u objeto de control y otra que lo ve como un sujeto de derechos.
El pueblo y la izquierda deben prepararse.
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