martes, 4 de junio de 2024

Más viejo que el hilo negro

Ben Shahn. Sacco y Vanzetti. 1932



La cautelar de prisión preventiva que decretó la justicia sobre el alcalde de Recoleta, compañero Daniel Jadue, pone en evidencia el carácter de la situación política y lo radicalizadas que están las posiciones en la derecha y los poderes constituidos sobre la base de una institucionalidad espuria y cada vez más rechazada por la población.

En efecto, se trata no sólo de una medida desproporcionada, tomando en consideración el peso de las pruebas expuestas por la fiscalía y las que se han tomado en el caso de conspicuos alcaldes de derecha que incluso escondían dinero en las paredes de sus casas, como los narcotraficantes, o compraban joyas y osos de peluche con plata del Estado o emprendían faraónicas obras sin ninguna justificación social ni financiera.

La siutiquería de defender la independencia de un poder judicial puesto en el foco de las miradas sospechosas y desconfiadas de ciudadanos y ciudadanas por el caso Hermosilla y la defensa de instituciones cada vez más permeables al tráfico de influencias y la presión de grupos empresariales, instituciones conservadoras y el poder político, apenas sirven de cuña para salir del paso al morbo de medios serviles al poder del dinero y los intereses empresariales.

Su propósito se conforma con tranquilizar las buenas consciencias de consumidores cada vez más receptivos y dispuestos a repetir los discursos facilones del tipo "caiga quien caiga", que solamente ocultan a los auténticos corruptos, sus motivaciones y la gravedad de sus delitos y sus consecuencias.

Ese es precisamente el problema que subyace a la prisión del compañero Jadue. Un alcalde que ha hecho visibles en forma práctica y desde situaciones concretas, fracturas del modelo; la desigualdad intrínseca sobre la que se sostiene y la necesidad y también la posibilidad de contenerlas y de limitar los pantagruélicos desequilibrios y deformaciones que genera el neoliberalismo, con voluntad política y participación popular, sometido a una medida ejemplarizadora para todos quienes osen transformar el modelo.

La prisión preventiva se le impone a Jadue justo en un momento en que -pese a los esfuerzos y realizaciones del gobierno y a las que él mismo aportó dejando en evidencia que son posibles y necesarias-   dichas contradicciones y desequilibrios sociales y culturales van presionando la incapacidad del sistema político y la institucionalidad de resolverlas abriendo paso a las que el pueblo a través de su movilización y sus luchas pueda encontrar.

Siguiendo un guión más viejo que el hilo negro, calcado de las ofensivas contra la izquierda que se han llevado a cabo en todo el continente, la reacción ataca al gobierno, haciéndolo objeto de las más delirantes acusaciones; bloqueando en el Parlamento –la institución más desprestigiada y poco creíble, según todos los estudios de opinión, de nuestra desfalleciente República- todas las reformas por las que fue electo y desatando un vendaval de mierda, como postulaba el asesor fascista de Donald Trump Steve Bannon.

Efectivamente, el rechazo que provoca su actuación gansteril; su acción obstaculizadora de toda reforma al sistema, así como su defensa de las AFP y las ISAPRES, se manifiesta en los estudios de opinión y en medio de su cuesta abajo en la rodada, trata de arrastrar a toda la sociedad. Golpea a los que luchan por la transformación y contra el modelo neoliberal; y con un instinto de clase muy agudo, a quienes demuestran que es posible y necesaria.

Finamente, esta historia no se resolverá en los tribunales, sea cual sea el fallo que finalmente se adopte en esta causa. Es una batalla más de las que protagoniza la sociedad para abrir paso a la superación definitiva del modelo, frente a la posibilidad de un retroceso democrático que tendría graves consecuencias para el pueblo.


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