José Venturelli. Patria negra y roja. 1975 |
La
muerte del abogado de Derechos Humanos y militante comunista Eduardo Contreras Mella,
plantea una reflexión. La del significado de la voluntad y la convicción como
explicación de lo político y de la centralidad que estas tienen en el cambio histórico.
En
efecto, Eduardo Contreras fue el abogado que junto a Gladys Marín y como resultado
de una discusión, reflexión y acuerdo de la dirección del Partido Comunista de
Chile respecto de la necesidad de derrotar al pinochetismo para posibilitar el
tránsito hacia una verdadera democracia, interpuso la querella criminal por la
que fue detenido en Londres por el Juez Baltazar Garzón, en el marco de la
investigación del caso Caravana de la Muerte.
Mientras
algunos corrieron a explicar por qué Pinochet portaba un pasaporte diplomático
o no lo hacía; y se debatían entre intrincadas teorías para justificar los
acuerdos suscritos con la dictadura para dar origen a lo que algunos
catalogaban como una genialidad, Eduardo Contreras, Gladys y la dirección
comunista luchaban, tal como lo hicieron junto al movimiento estudiantil, de
DDHH, sindical y otras fuerzas de izquierda, para evitar que asumiera como
senador vitalicio, y para que fuera juzgado en Chile.
Sabemos
el resto de la historia y el final que tuvo. Pinochet volviendo a Chile,
bajando de un avión en silla de ruedas y en un acto entre indigno y sarcástico,
levantándose brazos en alto, para finalmente ser sobreseído por demencia.
Pero
a partir de entonces, el pinochetismo comienza su declive definitivo. Por
cierto, la derecha que primero corrió a Londres a defenderlo e intentar
rescatarlo de su oprobio, rápidamente tomó distancia, generando el malestar de
la “familia militar” y los violadores de Derechos Humanos que sintieron que aun
cuando se han mantenido firmes en la defensa de la impunidad, los dejaron
solos. Solos al menos en lo que se refiere a la reivindicación del genocidio,
para dar paso a un historicismo de dudosa calaña como forma de justificación de
su complicidad pasada y de lo reaccionario de su pensamiento.
De
ahí en más, el país fue testigo de nuevas componendas e intentos de parchar la
democracia con inventos, acuerdos de trasnoche para legitimar a las AFP´s, las
ISAPRE’s; la impunidad de la que siguen gozando muchos de los crímenes que
cometió la dictadura o el negociado de la educación, escolar y universitaria
(la lista se podría seguir engrosando) y todo ello para intentar posponer lo
que ocurriría finalmente el 18 de octubre de 2019.
Interponer
la querella contra Pinochet, demostró -tal como lo fue la movilización social y
la lucha contra la dictadura en todas las formas posibles que el pueblo tenía a
mano en esas penosas circunstancias- que la lucha contra el abuso; contra la
arbitrariedad y el despotismo de los poderosos que, como Pinochet, se sienten
imbatibles hasta que el pueblo los enfrenta provocando el atávico terror que
les inspira y por lo que desatan la peor violencia imaginable en su contra, es
necesaria, es posible y de que finalmente es la explicación del cambio y las
transformaciones.
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