lunes, 20 de mayo de 2024

El aquelarre de la derecha


Francisco Goya. Lo que puede un sastre, de la serie Los caprichos. 1797-98 

 

Por estos días, el Presidente argentino, Javier Millei, volvió a hacer noticia con su singular estilo diplomático que consiste en repartir ofensas y acusaciones rimbombantes a sus colegas de izquierda de otros países de América y en este caso, al Presidente de España, Pedro Sánchez. Lo secundó en el medio local, en un tono más pacato aunque no por ello menos ofensivo y soez, el candidato de derecha a la Presidencia de la República José Kast. 

En el caso del argentino, en una parodia muy bien estudiada y diseñada, “afectando” incluso a la corona, primero ignorada en su visita a España y luego, en las declaraciones del vocero de Gobierno Manuel Adorni, atribuyéndole de modo escurridizo una influencia que solamente sobrevive como un anacronismo posible por los acuerdos que dieron origen a la transición española, pero ocultando las pretensiones restauradoras de sus anfitriones ultraconservadores de Vox y presumiendo declarativamente ese libertarismo de plástico que agita para la galería. 

¿Qué significado puede tener esta comedia? Si no fuera por la coyuntura política previa a las elecciones paneuropeas; la participación de varios líderes de la ultraderecha del viejo continente como Marine Le Pen, Víktor Orban y Giorgia Meloni e invitados de la derecha latinoamericana y Europa del Este, así como la reivindicación de la obra demoledora del derecho, las libertades y derechos de los argentinos y argentinas de Millei, se podría interpretar sólo como una maniobra propagandística.  

También los guiños indisimulados al referente del fascismo global Donald Trump; los furiosos discursos contra la inmigración; la comunidad LGBTQ; sus incomprensibles e irracionales diatribas en contra del socialismo y lo que llaman, demostrando su ignorancia y el oscurantismo de su pensamiento, la "ideología de género" dan cuenta de la vocación de poder y el significado histórico que tiene.

En efecto, el programa oscurantista, excluyente y autoritario de la ultraderecha reunida en España, es expresión de un fenómeno mucho más amplio y de repercusiones mucho más profundas que un par de titulares en la prensa de la semana.

El experimento libertario de Millei que tiene sumida a la Argentina en una profunda recesión, que en sus delirantes razonamientos ha sido el exitoso resultado del combate a la inflación, pavimenta el camino –tal como lo hizo Pinochet en Chile cuarenta años antes que él, y como intentó hacerlo Menem en los noventa con resultados desastrosos para el pueblo- a la reprimarización de su economía para terminar entregándola a un puñado de especuladores nacionales y extranjeros que van a vivir de las rentas.

Junto con ello, la destrucción del tejido social y particularmente de los sindicatos y el movimiento de trabajadores que, por cierto, es mucho más que las centrales actualmente existentes y uno de los factores que explican la democracia argentina, es uno de sus componentes fundamentales. También la persecución de la ciencia y el pensamiento, que usando como pretexto las necesidades y carencias del pueblo argentino, se expresa en brutales recortes a la educación pública, las universidades y la cultura también, además de su negacionismo de las violaciones a los Derechos Humanos.

Son todas necesidades de la obra refundacional de un neoliberalismmo agónico que en su debacle solamente encuentra en la destrucción de la democracia, el medioambiente y los derechos de los trabajadores, trabajadoras y el pueblo, su única forma de sobrevivir o al menos de garantizar el dominio del capital financiero y un par de ricachones que viven a expensas del resto de la sociedad, en todo el mundo y para lo que se juntaron en España y por lo cual aplauden a Millei.

Por eso, su discurso y propuestas tienen ese tono emocional, propagandístico hasta la demagogia; y esa característica de un esteticismo bravucón que le granjea epígonos en una audiencia embrutecida por los medios. No se puede esperar razonamientos ni lamentarse de la incapacidad de este neofascismo de reconocer acuerdos o “consensos” pues es su negación tanto en el plano del pensamiento como en el de la política práctica.

Acá en Chile, ya tienen a su representante y un programa que consiste en la destrucción de los pequeños avances que, contra su resistencia –la que ha contado con el oportuno y solapado auxilio de la derecha tradicional- ha logrado el pueblo. No hay que esperar muchas más pruebas -como las que espera Brunner-, para comenzar a enfrentarlo sin eufemismos.

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