Francois Millet. El angelus |
El tiempo de la actual administración se está acabando. Le
quedan seis meses y la hora de los balances ya está llegando.
Hay avances importantes en este período e insistir en que fue
un quinto gobierno de la Concertación, con la única diferencia de que en la NM
estaban los comunistas es de una ingenuidad pueril. Es de una simplicidad tan
grande que borra de un plumazo todas las determinantes concretas; las
contradicciones; los matices y distinciones que hacen de cada momento una
realidad histórica y no el cumplimiento de unas leyes o principios metafísicos
que guiarían supuestamente su desarrollo.
Hay elementos que sería muy mezquino desconocer. La reforma
al sistema electoral binominal; el comienzo de la gratuidad de la educación
superior; la ley de inclusión escolar; la desmunicipalización de la educación
pública y el proceso constiuyente -el que por lo demás todavía no ha
concluido-; la reforma al Código Laboral; el Acuerdo de Unión Civil y la
despenalización del aborto en tres causales y la reforma tributaria.
Se podrían enumerar también algunas otras medidas en ámbitos
específicos. ¿Se podría haber avanzado más? Probablemente. Pero no fue así y
las razones son varias, las que es necesario determinar para proyectar la
política de la izquierda en el próximo período.
En primer lugar, la acción implacable de toda la maquinaria
comunicacional y cultural de la derecha, la reacción católica, el empresariado
y las transnacionales. En esto el Gobierno fue débil y aunque el programa no lo
planteara entre sus prioridades, fue una omisión que hizo más dificultoso de lo
deseable el proceso de reformas.
Dicha máquina generadora de sentido común, valores,
aspiraciones y costumbres fue la caja de resonancia que ha hecho aparecer a los
partidarios del sistema, -tanto de los liberales como los conservadores de
derecha- como la fuerza determinante de los últimos dos años, pese a su condición
de minoría política y social.
Es evidente que ello es posible sólo por el conservadurismo
que ha influido al interior de la NM a la hora de movilizar a sus electores y
base social en el sentido de las reformas y delegarlas a los funcionarios, excepto
en casos muy puntuales.
También por la ausencia de un discurso y acciones que señalen
que este proceso de reformas al sistema, si bien tiene su componente primordial
en la regulación (no es una retroexcavadora para remover las bases del sistema,
como declaraba con tanto entusiasmo, en sus inicios, el senador Quintana)
también debe proponer al país, otros fines, otros valores. De eso ha carecido
el discurso de gobierno y especialmente el de los parlamentarios de izquierda
excepto en algunos temas, especialmente en lo que se refiere a la promiscua
relación entre negocios y política en el sistema actual.
Esta desmovilización tiene además otro componente que viene
de la desconfianza y vacilaciones de sectores de izquierda y dirigentes
sociales a la hora de defender el programa de gobierno e ir a la disputa con la
derecha, los propietarios y controladores de los medios, las encuestadoras, las
universidades privadas y las administradoras de fondos de pensión.
Esta ambigüedad, esta falta de iniciativa; estas vacilaciones
propias del reformismo pequeñoburgués, le abrieron un espacio enorme a sectores
que tanto desde dentro como fuera de la NM, reclamaban un retorno a la política
de los consensos. Esto ya ocurriría en el segundo año del período de la Presidenta
Bachelet y se ha seguido profundizando.
Sin embargo, tampoco lo suficiente como para decir que la
restauración conservadora está a la vuelta de la esquina. Los partidarios del
sistema, los nostálgicos de la transición pactada tampoco están en condiciones
de disputar el poder hoy en día, pese a que no han renunciado ni renunciarán a
ello. Los intrascendentes niveles de respaldo a la candidatura de Ricardo Lagos
y el cada vez más complicado panorama de Piñera son su mejor
demostración.
Un tercer elemento es la profunda brecha que existe entre el
movimiento de masas y la política. Y esto también es una parte de los factores
subjetivos y no el resultado de condiciones naturales "estructurales e
inmodificables".
Movilizaciones de masas enormes en contra de las AFP´s, O las
que critican -con justificados fundamentos- la insuficiecia de las reformas del
Gobierno en educación superior o por reivindicaciones específicas, no se
manifiestan en un fortalecimiento de las posiciones de izquierda -tanto de la
que está dentro de la NM como la que empieza a surgir en algunas elecciones
gremiales y sindicales, como en la última municipal-.
No se trata este último fenómeno de una cuestión transitoria
y superficial. Por el contrario, se trata de uno de los que se va a a proyectar
en el largo plazo y que es expresión de otro de los factores que explican las
marchas y contramarchas, las contradicciones y dificultades que ha tenido la
actual administración de la NM de avanzar más. Se trata de la dispersión de las
fuerzas de izquierda.
El surgimiento de una "nueva izquierda"
representada por RD o el Movimiento Autonomista,y muchos colectivos que se
manifiestan enfrentes de masas y territorios, es también una expresión de las
contradicciones propias del proceso de reformas de este período.
En esta izquierda confluyen antiguos miristas, socialistas de
izquierda, dirigentes sociales, sectores de la cultura y las artes, movimientos
denominados muy imprecisamente "ciudadanos" y de la clase media y que
ya no se sienten representados por los partidos de izquierda de la Concertación
o que desde posiciones de izquierda fueron críticos y opositores a sus
gobiernos.
Estos sectores se expresan de una manera inorgánica y muy
difusa en elecciones sindicales y gremiales y también en muchos casos de manera
sectaria y oportunista; pero sin compartir todavía o por ahora, un programa,
una línea política, símbolos, excepto esas mismas que muchos reivindican de
avanzar más y más rápido en las reformas que comenzaron en este período.
No se trata de que nadie renuncie a su línea y programa, a su
concepción de las alianzas políticas, a su historia y tradiciones. Se trata de
empezar a recuperar a la izquierda; de recuperar presencia y protagonismo en
las organizaciones sociales y de masas; comprender al movimiento social actual
adecuadamente en función de disputarlo al sentido común, a la ideología
dominante; profundizar la unidad del pueblo y proyectar las reformas que con
muchas dificultades comenzaron en el período de la Presidenta Bachelet pero que
son, debemos hacer, irreversibles.