Jean August D. Ingres. Napoleón en su traje imperial. 1806 |
El devenir de los acontecimientos y las necesidades de preparación para los combates que vienen, ha dejado en evidencia los intereses en juego y a cada uno de sus protagonistas. El llamado impúdico y vergonzante de Evelyn Matthei a favor del mamarracho del Consejo Constitucional, después de haber declarado con ínfulas de gran estadista que no iba a poner su capital político a favor de hacerlo, es suficientemente elocuente al respecto.
Muy similar a la performance de Patricia Bulrich llamando a votar ´por Millei en la segunda vuelta de las elecciones de Argentina, después de que éste trapeara el piso con ella, la UCR y Juntos por el Cambio por ser parte de "la casta". Macri, como Piñera, ha actuado todo ese tiempo como el director de orquesta, y en principio lo único que han hecho es dinamitar a la derecha tradicional, en favor de la ultraderecha y las posiciones fundamentalistas de personajes tan bizarros como Kast y Millei, por motivos inconfesados e inconfesables que tienen que ver con la defensa de sus respectivas fortunas y no precisamente por el interés nacional que es lo que proclaman.
Millei, se sacó la careta y de ser, según los medios hegemónicos, el candidato antisistema (sic) se ha transformado en el gran articulador -o al menos eso pretende- de acuerdos con la odiada derecha tradicional que es parte de la casta. El consejero Luis Silva, por lo menos, ha sido bastante sincero como para reconocer que la propuesta del Consejo es un traje a la medida de los empresarios y la derecha y que, como la motosierra de Millei, tiene como finalidad arrebatar los pocos derechos que todavía tienen los trabajadores, las trabajadoras y el pueblo.
A medida que se acerca la hora de las definiciones, la derecha muestra su verdadera cara. La de la mentira, la demagogia, la desvergüenza y falta de escrúpulos a la hora de defender los intereses del gran empresariado, no de los emprendedores a los que usa como coartada para hacerlo. Los de las AFP´s, las ISAPRES, el retail, las mineras, la agroindustria que se disfraza de "huaso" y el negocio inmobiliario.
En su desesperación por salvar lo que se pueda de la estantería que hace rato tambalea, la derecha actúa de esa manera inconsistente, oportunista y acomodaticia que la población rechaza como lo típico de "la clase política". Efectivamente, en ese caso se puede hablar de la clase política, si es que existiera algo que pudiera llamarse de esa manera. Es la representante del interés de quienes tienen realmente el poder y sus domésticos. Ya con ocasión del plebiscito en el que se consultó al país acerca de la propuesta de la Convención, destacaron por su indignidad, los demócratas, los amarillos, la "centroizquierda" por el rechazo y por su silencio cómplice, "el laguismo" y lo que todavía queda o pretende quedar de la Concertación.
La bancarrota moral de la derecha, actúa como un hoyo negro que absorbe los residuos de la transición pactada. Sus principios políticos y doctrinarios; sus productos económicos, sociales y políticos; y los arrastra en su caída hacia lo más bajo moral y culturalmente. En es caída, pretende arrastrar también a la sociedad entera, llevándola hacia una suerte de fascismo posmo, que ciertamente no es lo mismo que fue el del siglo XX, pero que puede tener consecuencias mucho peores aún.
Que no suceda depende sólo del pueblo y la consecuencia de los demócratas para evitarlo