lunes, 29 de abril de 2024

¿Qué hacer frente a la violencia?


Ben Shahn. La pasión de Sacco y Vanzetti. 1931-1932


El asesinato de tres carabineros en Cañete, en lugar de generar un debate político acerca del combate a la delincuencia y las políticas de seguidad, ha sido la excusa para el despliegue del sentimentalismo, la demagogia y legitimar la furia y la agresividad contenida de la sociedad. Una de las condiciones que históricamente ha facilitado el ascenso del fascismo es precisamente la liberación del subjetivismo y la irracionalidad más básica, legitimando la violencia intrínseca de las sociedades calpitalistas.  

En la actualidad, y a diferencia del  fenómeno fascista de mediados del siglo XX, como producto de la destrucción del Estado y su reducción a las labores de seguridad interior, resguardo de las fronteras y administración de justicia, que son las únicas para las que sirve de acuerdo al principio de subsidiariedad. De esta manera, el neoliberalismo deja librada a nuestra sociedad a la fuerza desatada de los deseos y preferencias individuales que al no ser siempre satisfechas por éste, buscan una manera de hacerlo que no pase por las formas de la deliberación racional sino por la pura imposición de la fuerza. 

El Estado se ve reducido precisamente a esta forma irracional de resolución del conflicto social y por consiguiente, a adoptar las formas menos racionales y democráticas de hacerse cargo de él. Ya se escuchan propuestas en orden a reponer la pena de muerte, incluso restringiendo su aplicación al asesinato de carabineros; y en versiones más sofisticadas, citar al COSENA y decretar estados de emergencia, esto es, limitar el ejercicio de derechos y garantías constitucionales, como una manera de hacer frente a un problema de orden público sin siquiera haber hecho un debate respecto de su significado y alcances. 

De esta manera, no sólo se legitima el despliegue de la represión sobre la sociedad sino que se la prepara para la asimilación de la violencia subjetiva que se expresa en rechazo al inmigrante en primer lugar, los pueblos indígenas, y después a la población LGBTQ,  los sindicalistas, los defensores y defensoras del medioambiente, a todos quienes se identifica como lo que no se adapta al sentido común. Aquello que no se adapta a normas de convivencia social que se tienen por naturales y por medio de las cuales se relacionan o debiesen hacerlo, las comunidades hasta que dichas normas no son capaces de otorgar respuestas razonables a deseos y aspiraciones individuales que luego se manifiestan violentamente. 

Dicha violencia entonces se vuelve finalmente sobre las mismas comunidades que la sufren en forma de narcotráfico, delincuencia común, violencia de género y por orientación sexual, pobreza y malos tratos en los servicios de salud, educación y transporte público, en la forma de represión. Es la espiral de violencia en la que se refocila el neoliberalismo y que Trump, Bolsonaro y Kast prefieren como el escenario ideal para difundir los valores de la intolerancia, del supremacismo racial, el clasismo y detener el avance las ideas de izquierda y progresistas. 

La desmovilización de los sindicatos, el movimiento estudiantil, las asociaciones de usuarios y consumidores, le han dejado el camino despejado a la ultraderecha y no precisamente, como presumen los ideólogos del sistema como Tironi y Brunner, producto de su satisfacción con el modelo. Incluso sus propias encuestas lo demuestran. La reducción de su política y sentido histórico, a la lucha económica y el retiro de éstas de los espacios de debate político, refuerza la tendencia inherente del sistema a naturalizar las condiciones de exclusión y marginalidad de amplios sectores integrados a través del crédito, promesa que se vuelve luego una nueva forma de exclusión que es el endeudamiento. 

Pero además de el trabajo de base en sindicatos, asociaciones de deudores, usuarios, organizaciones juveniles para participar del debate político de la sociedad, se debe realizar una labor de lucha ideológica con la derecha y su caricatura, debate respecto del cual se han manifestado ideas y principios en documentos de Socialismo Democrático, el Frente Amplio y el Partido Comunista. Estas ideas, no son sólo declaraciones de principios abstractas sino orientaciones políticas de su actuación y lo que las diferencia no en el plano doctrinario, sino en la práctica polítca de las posiciones derechistas y la deriva reaccionaria a la que ha dado lugar en el último tiempo.

Por cierto, la inseguridad y la violencia delictual en barrios y poblaciones habitadas por trabajadores y trabajadoras es una más de las formas en las que se vive la vulnerabilidad y la precariedad de la vida bajo el sistema neoliberal, que primero genera las condiciones para su proliferación y luego la enfrenta por medio de la represión, el encierro, el control y la restricción de los derechos civiles y políticos de los mismos que las sufren. Tras el debate sobre seguridad se enfrentan visiones de la sociedad y del Estado opuestas que debieran expresarse en propuestas que se hagan cargo de estas y especialmente que releven los principios que las inspiran; las necesidades de trabajadores y trabajadoras pero también soluciones en las que estos participen y tengan la posibilidad de evaluar y controlar. 



 


martes, 23 de abril de 2024

El debate de la izquierda en los inicios del nuevo siglo

Jean Dubuffet. Le comerce prospere. 1961



En las últimas semanas, los acontecimientos se han precipitado, dando lugar a la rápida maduración de una nueva correlación de fuerzas en el país. La derecha es la que ha avanzado quizás más rápido. La disputa por la hegemonía del sector, ha dado lugar a una lucha poco fraterna y de abierta confrontación en la que los partidos tradicionales y la derecha más radical, barren con todo lo que no se adapte a sus requerimientos. Los independientes y los “centroalgo” han sido rápidamente desechados en el diseño de su estrategia, tendiente a la defensa de lo más ortodoxo del neoliberalismo y el Estado policial. 

Lo más interesante en el marco de esta nueva situación tal vez sea el debate de la izquierda, aun con todo lo remolón que a veces parece comparado con el sentido de urgencia que le imprime la derecha al suyo. Los procesos de debate al interior de sus partidos, los procesos de unidad que protagonizan, por primera vez en años -quizás décadas- tienden a puntos similares, aunque sea más lento de lo aconsejable o de lo necesario, incluso. 

El sentido de urgencia a la tarea de enfrentar a la ultraderecha que avanza en todo el mundo y que pone en riesgo los logros de la humanidad tras la derrota del fascismo en el siglo XX y las conquistas del Estado de Bienestar expresados en sistemas previsionales demolidos por el capital financiero, disminución de la participación de los salarios en el PIB y de los sindicatos en la política, se plantea en sus manifiestos y congresos con más o menos radicalidad. Su integración de la doctrina de los Derechos Humanos como una conquista civilizatoria en sus programas, a la que se suman recientemente el reconocimiento de las diversidades sexogenéricas y la defensa del medioambiente ante las amenazas de la intolerancia y la discriminación y del cambio climático, están presentes también en sus debates y documentos.

El desarrollo de la industria, de estrategias soberanas de desarrollo y el uso progresista y sostenible de la tecnología en el marco del retroceso de la globalización neoliberal y el impulso de la movilización social y de la opinión pública en diferentes formas, empieza a expresarse como parte de su estrategia y su táctica. Esa es la razón para que el socialismo sea nombrado, debatido y planteado como horizonte político y de sentido que debiera movilizarla, aunque en forma incipiente y desvinculado aún de la conformación de sujetos sociales que lo encarnarían.  

En este proceso de configuración de una izquierda que se plantea el problema del poder en el siglo XXI para defender a la humanidad del avance de la reacción; la construcción de una nueva sociedad, poniendo al pueblo en el centro de su política es también un dato nuevo. Una izquierda más amplia y diversa tal vez que la del siglo XX pero que también, y quizás por esa misma razón, avanza más lento de lo deseable hasta ahora.  El avance del neofascismo de los republicanos, sin embargo, está fagocitando rápidamente a la derecha tradicional, introduciendo fracturas en su interior y es lo que marca el ritmo de la política. Pero al mismo tiempo, genera mejores condiciones para enfrentarla en este momento, luego detenerla y plantearse una auténtica transformación de la sociedad en el mediano plazo.

La ultraderecha en toda América ha mostrado su faz más violenta; más irrespetuosa del derecho; más chabacana y clasista. Millei, Noboa, Boluarte, Bolsonaro y los republicanos son la expresión de la bajeza moral y cultural a la que ha arrastrado a la humanidad el neoliberalismo con su prédica individualista, codiciosa y usurera que la mantiene prisionera en una espiral de deudas, pobreza, violencia y desesperanza y permanentemente a punto de expresarse como estallido social. Hasta los derechistas lo dicen en tono lastimero.

Por cierto, es mucho lo que debe debatir la izquierda, incluido un PDC que sin perder su identidad se está haciendo un lugar en el concierto de las fuerzas populares y progresistas que es al que siempre perteneció por su composición social y por su historia. Lo primero en todo caso, es plantearse las tareas inmediatas. Reconstruir un tejido social que junto con los partidos y colectivos progresistas y de izquierda retome la iniciativa política y ponga las transformaciones sociales y políticas a la orden del día. No es momento de dormirse en los laureles.

No se puede apurar al ganado flaco, pero tampoco postergar los cambios para el día en que haya mejores condiciones.


martes, 16 de abril de 2024

Significado y proyecciones del triunfo en la Cámara

Juan Dávila. Neo-pop. 1983-1985



La caída del acuerdo administrativo en el Congreso y la posterior elección del senador García Ruminot de RN, en la presidencia del senado y de la compañera Karol Cariola en la de la Cámara de Diputados, es la expresión más evidente de la correlación de fuerzas en el país. 

En efecto, la enrevesada trama que a la mayoría de los chilenos y chilenas les parecía incomprensible, cuando no indiferente, es en realidad el resultado del reordenamiento de las fuerzas políticas. Vestigios del centro emigrando hacia la derecha, alegres y entusiastas; la ultraderecha pisándole los talones a la tradicional y una centroizquierda que tiene la responsabilidad de ordenar a las fuerzas democráticas y detener el avance del neofascismo. 

Es de esperar, por esa razón, que el logro de la Cámara se exprese también en las elecciones municipales y de gobernadores, para lo cual la decisión del PDC ha resultado fundamental e histórica. No se trata ya de mera ingeniería electoral y si así lo consideraran los suscriptores del acuerdo o alguno de ellos, sería fatal. La contradicción principal que agita al país en el presente, no deja mucho espacio para los sempiternos transeúntes del camino del medio. Estos, en realidad, se refocilan en la actualidad en el mezquino espacio que la derecha les concede, sin capacidad de realizar cambios reales o incluso sin siquiera proponérselo.

El triste espectáculo de toma y quita, de grupos intrascendentes como el PDG o Demócratas, sirven de condimento picante de la confrontación principal y lamentablemente, alimentan la desafección de la sociedad y el desprestigio de la actividad política, caldo de cultivo de los discursos populistas de la ultraderecha, alimentados eso sí por un par de medios y periodistas despistados, que meten a todo el mundo en el mismo saco de corruptos y oportunistas, facilitando la propagación de su prédica reaccionaria y simplona.

Es el caso de la campaña emprendida en contra del alcalde de Recoleta, compañero Daniel Jadue, la que, ante la ausencia de pruebas y fundamentos, consiste en colocar su foto al lado de la de Kathy Barriga o el “tronco” Torrealba y gastar mares de tinta en especulaciones y chismes. El objetivo de meter a todos tras el mote de “corruptos” no puede ser más evidente: minar la legitimidad del sistema democrático, hacer pasar desapercibidos la bancarrota política y moral de la derecha y de pasada, afectar a las fuerzas y liderazgos de la izquierda.

Hacer frente y detener la ofensiva reaccionaria, que sigue un libreto calcado al de Trump, Millei, Bolsonaro, Noboa y la ultraderecha europea, no solamente consiste en demostrar la pureza de sus intenciones y la probidad de sus actos. Para la reacción y el batallón de comunicadores venales de que dispone, eso es secundario. Una batalla de profesiones de fe y demostración de buenas intenciones solamente la alimentan y justifican argumentos para mantener a la sociedad en el mismo estado de despolitización y apatía que sirve de repositorio de frustraciones, desengaños y rabia contenida a punto de estallar permanentemente.

La unidad lograda por las fuerzas progresistas para detener a la derecha en el Parlamento es la mejor noticia para la democracia. Ha permitido romper la atávica exclusión del Partido Comunista, sostenida por una campaña obscena de prejuicios, temores fundados en la ignorancia, concepciones pueriles y propaganda pagada.

El triunfo de la Cámara de Diputados, debe proyectarse más allá de lo ocurrido en el Congreso y convocar al pueblo a movilizarse tras el mismo propósito, so pena de aparecer ante la opinión pública no más que una de las típicas componendas sin contenido a las que ha reducido la actividad política, el sistema neoliberal y la Constitución actualmente vigente.

Llenarla de contenido entonces, es más útil que pegarse en el pecho y firmar documentos y protocolos de acuerdo, que como demuestran los recientes incidentes del Congreso Nacional, se ignoran con la misma facilidad con la que se suscriben. Los contenidos no son otros que los que tienen que ver con la justicia social, la igualdad, la redistribución de la riqueza, el respeto a la dignidad de las personas, el medioambiente y la democracia. Ante cada demanda del pueblo; ante cada propuesta del progresismo, incluido el gobierno, respecto de estas, la caterva de la derecha y los empresarios reaccionan con una radicalidad y dogmatismo que no deja espacio para el consenso que pregonan. 

Dichos contenidos no son, por lo demás, el resultado de un focus group, un estudio de opinión o una comisión de expertos. Son el resultado de la experiencia cotidiana de trabajadores y trabajadoras y el pueblo.  Se expresan en la demanda de reforma del sistema previsional, el aumento de los salarios, el fortalecimiento de la educación y la salud públicas, el pacto fiscal que le permitirá al Estado recaudar más fondos para financiar las medidas que van en favor del pueblo en todos estos ámbitos.

Su movilización y manifestación no son, por lo tanto, un ingrediente extra ni un factor adicional, sino su verdadero contenido o debiera serlo.


domingo, 7 de abril de 2024

La silla


Joseph Beuys. Silla con grasa. 1964


Estas últimas semanas, al mismo tiempo que se definen alianzas y candidatutras para las elecciones municipales y de gobernadores, se da un debate que quizás por el ruido, las rispideces y polémicas que estas generan, pasa desparecibido. Es ignorado por una sociedad despolitizada y escéptica que es la que le gusta a ideólogos como Tironi y Brunner, que ven en ello un resultado de su modernización y progreso, expresadas en una jalea caracterizada como la "clase media". 

Se trata del debate sobre la reforma del sistema político. 

Especialmente los partidos de derecha, y la vieja guardia de la Concertación, han protagonizado una insistente campaña por instalarlo, contando para ello eso sí con la potente red de medios que poseen. Y con un voluntarismo muy oportunista por lo demás, pretenden resolver mediante un arreglo formal, las contradicciones sociales que han provocado tres décadas a lo menos de predominio del neoliberalismo. La situación es bastante explosiva y tanto los empresarios como los más duchos dirigentes políticos de la vieja guardia de la democracia de los acuerdos -entre ellos, la virtual candidata presidencial Evelyn Matthei-, encendieron las alarmas o a lo menos eso pretenden, antes de que la indignación de los populáricos vuelva a explotar. 

Las quejas de las viudas de la transición sobre la fragmentación del sistema de partidos, del "parlamentarismo de facto" y de la incapacidad del sistema político de representar los auténticos problemas de la sociedad y expresarlos en políticas públicas que vayan en beneficio de la gente, apenas disimulan su añoranza del binominalismo y ojalá de esa especie de cesarismo presidencial, que les permitió por décadas administrar el neoliberalismo sin contratiempos o al menos, sin contratiempos que no fueran subsanables con muñequeo y manipulación cultural. 

El desalineamiento entre los poderes del Estado y lo que llaman en tono lastimero "la incapacidad de la clase política de llegar a acuerdos", solamente da cuenta de la dispersión y contradicciones sociales que el sistema ya es incapaz de seguir procesando, ello no por la introducción de algún grado de proporcionalidad  que lo ha democratizado parcialmente, sino porque demuestra en forma permanente la camisa de fuerza que es para la sociedad real. En su ideologización los partidarios del consenso, de la estabilidad y el orden, pretenden que eso se resuelve no haciéndose cargo de las grandes contradicciones sociales que generan los niveles obscenos de desigualdad, los bajos salarios, la fuente de empobrecimiento de segmentos crecientes de la sociedad que incluyen a profesionales y clase media que es el sistema previsional vigente ni la anomia que resulta de hacer de todo un negocio en el que se salvan solamente los vivos o los que tienen dinero. 

Para ellos, en su "ingenuidad", estas contradicciones se resuelven con un régimen politico y un sistema de partidos que posibilite acuerdos, consenso y estabilidad, seguramente para seguir administrando el neoliberalismo hasta el fin de los tiempos. 

Las buenas cifras logradas por el gobierno del Presidente Boric en materia económica, han entusiasmado a estos representantes del "centroalgo" y a través de una retórica engañosa y unos sofismas cada vez menos disimulados, pretenden que su utopía de la estabilidad y el orden del consenso, es posible de nuevo como si dichas buenas cifras las hubieran resuelto en forma misteriosa o al menos estuvieran en vías de lograrlo.  Son la silla que invita al viajero a descansar, como en la canción de Silvio. 

Precisamente en eso consistieron los famosos "treinta años". Consistieron en el descanso, la indiferencia de la sociedad ante las profundas contradicciones que la cruzaban, tras la promesa de que la igualdad, el bienestar y la justicia social serían el resultado del crecimiento y la estabilidad macreconómica a costa de un presente de desigualdad, sobreexplotación e inseguridad ante la vejez o la enfermedad. 

La dirección política del gobierno; los partidos de izquierda que le dan sustento y las organizaciones sociales y de masas interesadas en el cumplimiento del programa y las reformas contenidas en él, son precisamente quienes tienen más responsabilidad. La derecha tradicional, cada vez más anacrónica, representada por los mismos hace treinta años y más, está siendo lentamente fagocitada por sus vástagos, quienes están esperando su previsible fracaso de reeditar la política de los consensos -para lo cual han sacado del sarcófago a todas las antigüedades de la transición- para hacerse de la hegemonía definitiva del sector. 

Dicha responsabilidad, que es evitar un triunfo del neofascismo en Chile que vendría a sumarse a los de Ecuador y Argentina, pasa por mantener la alerta; no bajar los brazos y continuar profundizando en la implementación del programa, especialmente en lo que dice relación con el trabajo, los salarios y la lucha contra la desigualdad en todas sus edpresiones. El enemigo está al frente y está haciendo toda clase de maromas para mantenerse vigente y en una de esas caerse para despejarle el camino a su expresión más reaccionaria y violenta. No es el momento de sentarse a descansar, como andan predicando varios.