martes, 14 de mayo de 2024

El mundo está cambiando y cambiará más

Peter Bruegel. El triunfo de la muerte. 1563



El capitalismo en su versión neoliberal, después de treinta años de aplicación más o menos ortodoxa, ha arrastrado a la humanidad a una crisis sin precedentes. La resolución que vaya a tener, puede ser tanto para profundizar sus efectos excluyentes y depredadores en función de garantizar las posiciones de dominio de una minoría codiciosa, egoísta y reaccionaria (lo que algunos incluso defienden sosteniendo la inevitabilidad de este sombrío futuro que daría origen a un renacimiento gracias a la tecnología y la IA a costa del resto de la humanidad); o bien a un mundo más humano,  más justo y basado en relaciones equilibradas y respetuosas de los hombres y mujeres entre sí y de estos con la naturaleza.

Uno de los efectos que el predominio del neoliberalismo en las últimas décadas, ha sido la adaptación de las condiciones de vida y de relacionamiento entre éstos, a las sostenidas por una ideología que afirma el egoísmo individual y la propiedad privada como la piedra filosofal que explica todo y en la que reside la solución de todos los males que la aquejan.

Es precisamente lo que hace que la derecha y los neoliberales en sus diferentes denominaciones, incluyendo algunos cuadros técnicos de la Concertación que escriben en El Libero y otros de sus medios, consideren sus explicaciones y sus propuestas como lo que se ajusta a la realidad y el sentido común. El resultado de esta actitud ha sido la irrupción de una moral intolerante, excluyente y violenta que considera la explotación, la desigualdad, las discriminaciones de diverso signo y la depredación de la naturaleza que caracterizan al modelo, como algo natural y a todo lo que sea distinto, como fantasías irrealizables.

Se trata de un neofascismo que ha avanzado en todo el mundo y también en Chile y que la derecha tradicional tanto como la nueva derecha desprendida de la concertación, consideran no más que como una opinión de las que disputan el sistema democrático. La coyuntura se caracteriza, pues, por la crisis a la que ha arrastrado a la humanidad el neoliberalismo y el surgimiento desde sus entrañas de una nueva forma de fascismo que la amenaza en forma inminente.

Entonces, una de las características de ésta es la amenaza permanente de la democracia que proviene del mismo sistema neoliberal, no una amenaza externa que pueda resolver a partir de sus mismas capacidades y de las potencialidades que podrían suponer todavía algunos de sus defensores. Como por ejemplo su quimérico concepto de libertad de elegir, o la presunción de que la competencia motivaría el crecimiento y el desarrollo o el mercado el florecimiento de la diversidad; o de que, a través de algunos ajustes o pequeñas reformas sumadas, algún día, surgiría una nueva sociedad.

También la guerra, el calentamiento global de la tierra; el hambre y las enfermedades que azotan a extensas legiones de seres humanos en todo el mundo, no tienen remedio a partir de sus recetas. Incluso el único o al menos el principal de los fines a los que aspira, y que presume ser precisamente la clave para la resolución de todos los anteriores, que es el crecimiento económico –obsesión dogmática de los economistas neoliberales y de las derechas en todo el mundo- tampoco lo es. Ni siquiera es suficiente como para garantizar las ganancias de todos los empresarios y dueños del capital, menos lo va a ser para resolver las carencias y necesidades de toda la sociedad.

La lucha por la democracia; contra la guerra; el hambre; el cambio climático y la defensa de los derechos humanos, incluidos los de las diversidades y la cultura, pasan por la derrota del neoliberalismo y la construcción de una nueva sociedad. La derecha y especialmente, la que proviene de la Concertación, acusa a las izquierdas de no tener una propuesta de nueva sociedad o de que su concepto del socialismo es vago, incompleto o confuso. Lo que pretenden con esta acusación en realidad, es simplemente ocultar su ignorancia; su indigencia de ideas como no sea la repetición de sus sempiternas recetas de privatización y ajuste.

Oculta el dogmatismo de sus posiciones y el que éste solamente es la última trinchera tras la cual defiende interés de clase; conservadurismo moral y posiciones de poder en la burocracia que se ha formado en la oscura área de colaboración público privada y en la academia en los últimos treinta años. Y al mismo tiempo, intenta desacreditar las aspiraciones de igualdad, auténtica libertad, justicia y trato digno al pueblo, a los pueblos de Chile.

Entre la  lucha por la democracia y la lucha por el socialismo, entonces, hay una evidente continuidad. De esta circunstancia se desprenden evidentemente tareas. La primera y más importante, hacer protagonista al pueblo, de diversas maneras, en la lucha electoral e institucional; a través de la movilización; a través de los partidos y las organizaciones sociales y ciudadanas; de su unidad social y política.

La radicalidad con la que las clases dominantes y los poderes constituidos han resistido todos los intentos de reforma en los últimos años, incluyendo el reciente proceso constituyente, son una demostración de que esta no será el producto espontáneo del devenir de los acontecimientos sino resultado de la ruptura con el orden de cosas predominante en la actualidad, para lo cual el pueblo debe prepararse.


jueves, 9 de mayo de 2024

Menos que un peo en un canasto

Honoré Daumier. El vientre legislativo. 1834



La propuesta de reforma al sistema político promovida por el senador socialista Alfonso De Urresti, no generó apoyos ni siquiera para ser discutida en la Comisión de Constitución del Senado, de la que es presidente. Ni en su partido, ni el resto de los que tienen representación parlamentaria, menos entre los que no la tienen. El propósito de la iniciativa, que contaba con la firma de parlamentarios de la UDI, RN y el PPD, en lugar de generar un clima de convergencia y acuerdo en el Congreso, logró lo contrario. 

Dejando a un lado a los que calculadora en mano se oponen a ella, la senadora Claudia Pascual ha señalado correctamente el sentido regresivo que la propuesta tiene, por cuanto restringe el pluralismo del sistema político; y también lo burocrático del razonamiento que hay tras ella, en la medida que por medio de una medida administrativa pretende negar la realidad, llegando al absurdo de que debieran sancionarla los mismos a los que pretende limitar. 

La realidad ya le ha dado un mentís archivándola hasta que haya mejor ánimo y votos para sacarla adelante, lo que va ser la razón para el muñequeo, las componendas y otras prácticas que son rechazadas por la población en la medida que no tienen que ver, como ha señalado la senadora Pascual, con sus demandas de pensiones decentes, salud y educación pública, mejores salarios y trato digno en el trabajo, el transporte público, la ciudad y los servicios.

Las conspiraciones palaciegas que se traman en el Congreso, poco tienen que ver con la sociedad real y por esa razón le son indiferentes, dejándolas en ridículo junto a sus autores, los que quedan como unos extravagantes. De esa circunstancia es perfectamente consciente JAK y su partido. Los que hoy en día parecen los outsiders en poco tiempo más podrían estar disputando efectivamente el protagonismo en los asuntos políticos y del Estado, como pasó en Argentina en las últimas elecciones. De ello, precisamente, da cuenta su intención reiteradamente declarada de competir en primera vuelta. 

Ha ninguneado una y otra vez a Evelyn Mathei y a los partidos que la apoyan, dejando en claro frente a la opinión pública, que no tiene nada que ver con ellos pero ocultando oportunamente la comunidad de objetivos; los valores clasistas y reaccionarios y la visión del Estado y la Sociedad que comparten. Lo suyo es un refrito de lugares comunes, sentido común y beatería que conecta muy bien con la sensiblería y el sensacionalismo de los medios. La fortaleza de la ultraderecha, como lo ha señalado muy agudamente la ex presidenta Bachelet. 

Esta indiferencia de la sociedad y la distancia sideral que la separa del sistema político, resultado de la aplicación por más de treinta años del sistema neoliberal, y que en el pasado le fue muy funcional, hoy en día se transforma en una bomba de tiempo; en la energía generada por las contradicciones de la sociedad, contenida por el sistema político y los medios de manipulación cultural de los que dispone, a punto de explotar permanentemente y buscando para ello los intersticios,las grietas por las cuales liberarse. Eso fue el 18 de octubre; también el resultado de las listas y candidatos independientes a la Convención Constitucional y en las últimas parlamentarias. 

Es muy improbable que este intento prospere. Las únicas reformas que podrían hacerlo son aquellas que democraticen efectivamente el sistema político. En este caso incluso, sólo si van acompañadas de efectivas reformas estructurales en el plano económico y social. Incluso sectores del empresariado son conscientes de la necesidad de introducir reformas al modelo económico para, primero, recuperar dinamismo porque el sector privado y los puros automatismos del mercado no son capaces ni lo serán de hacerlo y luego, darle algo de legitimidad al sistema político. 

Mejores salarios, restricción a las actividades privadas y recuperación de las capacidades y funciones del Estado en materia de provisión de servicios esenciales en los que el afán de lucro de los empresarios choca con el interés social y las necesidades de la población -y no sólo de los "vulnerables"-. La propuesta del senador De Urresti duró menos que un peo en un canasto. Es tal vez una oportunidad para repensar las urgencias que el país reclama. 

miércoles, 1 de mayo de 2024

Yo o el caos

 


Hyacinthe Rigaud. Retrato de Phillipe de Courcillon. 1702


Estas últimas semanas, la elite empresarial y la derecha han insistido en instalar el debate sobre la reforma del sistema político. Su fariseísmo no puede ser más evidente. Se han opuesto por más de tres décadas a cualquier reforma, por tibia que fuera, incluyendo el proceso constitucional que resultó de la revuelta de 2019, y ahora pretenden, sin mediar explicación, que son necesarias.

Especialmente los partidos de derecha, y lo que queda de la vieja guardia de la Concertación, han protagonizado una insistente campaña por hacerlo, contando para ello eso sí con la potente red de medios que poseen. Y con un voluntarismo muy oportunista por lo demás, pretenden resolver mediante un arreglo formal, las contradicciones sociales que han provocado treinta años a lo menos de predominio del neoliberalismo. La situación es bastante explosiva y tanto los empresarios como los más duchos dirigentes de la vieja guardia de la democracia de los acuerdos -entre ellos, la virtual candidata presidencial Evelyn Matthei-, encendieron las alarmas o a lo menos eso pretenden, antes de que la indignación de los populáricos vuelva a explotar.

Las quejas de las viudas de la transición sobre la fragmentación del sistema de partidos, del "parlamentarismo de facto", etc. apenas disimulan su añoranza del binominalismo y ojalá de esa especie de cesarismo presidencial, que les permitió por décadas administrar el neoliberalismo sin contratiempos o al menos, sin contratiempos que no fueran subsanables con muñequeo y manipulación cultural.

El desalineamiento entre los poderes del Estado y lo que llaman en tono lastimero "la incapacidad de la clase política de llegar a acuerdos", solamente da cuenta de la dispersión y contradicciones sociales que el sistema ya es incapaz de seguir procesando, ello no por la introducción de algún grado de proporcionalidad que lo ha democratizado parcialmente, sino porque demuestra en forma permanente la camisa de fuerza que es para la sociedad real.

En su ideologización los partidarios del consenso, de la estabilidad y el orden, pretenden que la crítica situación social a que ha arrastrado el neoliberalismo al país, se resuelve no haciéndose cargo de las grandes contradicciones sociales que generan los niveles obscenos de desigualdad, los bajos salarios, la fuente de empobrecimiento de segmentos crecientes de la sociedad que incluyen a profesionales y clase media que es el sistema previsional vigente ni la anomia que resulta de hacer de todo un negocio en el que se salvan solamente los vivos o los que tienen los recursos para acceder a derechos incluso, que el neoliberalismo ha convertido, como dijo Sebastián Piñera en medio de la crisis del 2011, en “bienes de consumo”.

Pretenden hacerle creer al país que estas contradicciones se resuelven con un régimen político y un sistema de partidos que posibilite acuerdos, consenso y estabilidad, seguramente para seguir administrando el neoliberalismo hasta el fin de los tiempos. Lo que realmente buscan es un acuerdo no para resolverlas, sino para hacer frente a la ola de indignación y protesta que tarde o temprano va a volver a explotar. Los empresarios, con la avaricia y el tono pontificador que los caracteriza, notificaron en la ENADE que no están dispuestos a pagar más impuestos ni a someterse a controles y regulación del Estado en lo que afecte sus proyectos de inversión.

Precisamente en eso consistieron los famosos "treinta años". Consistieron en la indiferencia de un sistema político servil al empresariado ante las profundas contradicciones que cruzan a la sociedad, tras la promesa de que la igualdad, el bienestar y la justicia social serían el resultado del crecimiento y la estabilidad macreconómica a costa de un presente de desigualdad, sobreexplotación e inseguridad ante la vejez o la enfermedad.

La negativa del empresariado y sus empleados del sistema político a la reforma tributaria primero y el pacto fiscal actualmente; a la reforma previsional; los torpes obstáculos que le ponen a la implementación de la reducción de la jornada laboral semanal; su recurso a cuanta triquiñuela hace posible la institucionalidad vigente para eludir regulaciones ambientales y fallos judiciales que no les gustan, simplemente son demostración de su prepotencia de clase y su certeza de saberse dueños de un poder por el que pretenden ponerse por sobre el Gobierno, el Parlamento, los tribunales de justicia y el resto de la sociedad.

La derecha tradicional, cada vez más anacrónica, representada por los mismos hace treinta años y más, está siendo lentamente fagocitada por sus vástagos. Ello, justamente por la radicalidad con la que el empresariado criollo está enfrentando los desafíos que les plantea la etapa actual de estancamiento del neoliberalismo para no ver afectadas, pese a ello, sus obscenas tasas de ganancia de las últimas décadas.

Se trata de la reedición de la famosa frase de Pinochet "Yo o el caos". Acuerdo con los empresarios, desarme de las posiciones democráticas y progresistas ante el chantaje de la derecha o anarquía  solucionable sólo mediante la represión que tiene en JAK y su "Jungvolk" criolla  un batallón bien dispuesto para ello. El pueblo no puede, no debe, dejarse someter a este chantaje. Éste es simplemete expresión de la percepción del riesgo que la situación actual tiene para sus intereses, el empresariado y la derecha. De su aislameitno social y político. No es el momento de someterse a sus exigencias sino de insistir en la necesidad de realizar las transformaciones reclamadas por el país y pospuestas en los últimos cinco años.

No es sólo una tarea del gobierno. Es una responabilidad de las coaliciones que le dan sustento, de los parlamentarios de izquierda y de las organizaciones sociales, que son las más interesadas en ellas.