Pieter Brueghel el viejo. El baile nupcial |
“El juego no es la vida corriente o la vida propiamente dicha. Más bien consiste en escaparse de ella a una esfera temporaria de actividad que posee su tendencia propia (….) El juego se aparta de la vida corriente por su lugar y su duración. Su estar ‘encerrado en sí mismo’ (…) agota su curso y su sentido dentro de sí mismo (…) Dentro del juego existe un orden propio y absoluto. He aquí otro rasgo positivo del juego: crea orden, es orden.”
Johan Huizinga
En más de una ocasión se ha
señalado la similitud o el paralelismo entre el juego y la fiesta con el arte. Durante el
siglo XX, poniendo el énfasis en su carácter supralógico, irracional,
imaginativo, todo ello como una manera de enfatizar su carácter libre,
creativo, singular.
Las investigaciones acerca del
arte primitivo e infantil apuntaron precisamente en esta dirección y sirvieron
de argumentación a estéticas expresionistas, como el informalismo, el
action-painting, el Grupo Cobra y en los años ochenta del siglo pasado al
posmodernismo representado en movimientos como la transvanguardia italiana.
En la pedagogía, estas estéticas
sirvieron de fundamento a una concepción de la enseñanza que valora el carácter
singular de la creación infantil y la libertad como fuente de la creatividad,
liberando las didácticas de la pesada carga de academicismos y moldes
prestablecidos.
En este sentido, dichas estéticas
tienen el valor de haber relevado al niño y al adolescente como sujeto creador
y sus derechos. Los estudios de
Víctor Lowenfeld, por ejemplo, dan cuenta de este enfoque de derechos basados
en dichas estéticas.
La extensión de este expresionismo
pedagógico, por llamarlo de algún modo, llevaron a la enseñanza de las artes
hasta un punto en el que, como todo es creación, libertad, ausencia de reglas
prestablecidas y moldes estéticos y del gusto, lo social desaparece; también el curriculum y finalmente el mismo arte.
La didáctica se limita a la
facilitación de ciertas condiciones físicas que reducen el tiempo y el espacio a un individualismo radical para el despliegue de una creatividad supuestamente
inmanente que encuentra explicaciones en una filosofía de tipo fenomenológica, y que invisibilizan el carácter social de los procesos
creativos en arte y en educación.
El parentesco entre juego y arte, sin
embargo, también es importante porque en su analogía, podemos encontrar los
fundamentos de una pedagogía artística entendida como el momento en que se
releva un espacio y un tiempo particular para la creación y la elaboración de
sus propias reglas. Por lo tanto, para la elaboración de unas convenciones acerca de lo conocido; una toma de posición frente al mundo expresada en creaciones visuales, sonoras, literarias y kinestésicas.
Se trata de un acontecimiento que aun
conteniendo en sí la totalidad de lo social y la concepción del mundo dominante
en su época y espacio, se actualiza en la singularidad de un momento y un lugar
determinado en la que el sujeto creador dialoga con la sociedad y consigo mismo; pone a prueba las convenciones sociales; entra en contradicción con ellas o las ajusta a su propia cultura, valores y concepción del mundo o el de su grupo social de origen.
No hay ni puede haberlos fuera de lo social, o sea fuera de la escuela así como no los hay si no existen instituciones como centros de extensión cultural; museos y galerías; un debate, una problematización como el que desarrollan las escuelas de filosofía y estética y la crítica especializada.
Ni hay arte ni hay educación artística fuera de ese espacio y tiempo singular. De ahí que el arte y los procesos de creación artística ocupen un lugar cada vez más importante en el curriculum escolar durante el siglo XX y se le asigne unos contenidos y un tiempo determinados en el Plan de Estudios .
La creatividad no es una carrera solitaria del sujeto creador en medio de la nada y que no tiene propósito alguno. Es algo que han señalado incluso muchos artistas en sus diarios, entrevistas y hasta en escritos teóricos de gran interés. Kandinsky, Mondrian, Matisse, Tapies, entre otros. La estética y la historia del arte, por lo demás, relevan cada vez más los aspectos lingüísticos y comunicativos en los procesos creativos.
Es algo a tomar en cuenta en la reforma educacional en curso.