Caravaggio. La vocación de San Mateo |
El debate de la izquierda en la
actualidad, no es muy diferente a los que ha realizado en el pasado.
El punto es que este debate se da en
una situación peculiar, que es el tipo de sociedad que se ha ido conformando
durante los últimos veinticinco o treinta años, incluyendo las transformaciones
que ella misma ha experimentado.
Los partidos populares que en
el pasado la conformaban, en efecto, no son lo mismo que entonces y algunos ya ni siquiera existen; los
movimientos sociales a los que tradicionalmente representó, también han sufrido
grandes transformaciones, sin considerar la aparición de nuevas demandas y
movimientos de masas.
La salida pactada de la dictadura
militar no habría sido posible a no ser por estos cambios de la izquierda y el
movimiento popular. La transición, tampoco.
A grandes rasgos, ésta se basó en la
aceptación, más o menos a regañadientes, del modelo de libre mercado y de la
Constitución del ’80. Consistió, como su nombre lo indica, en un proceso de
negociaciones y rupturas, de ajustes y pequeñas reformas que, supuestamente,
conducirían a la superación de dichos enclaves, entendidos como un sistema de
posibilidades, entre las cuales se podría incluir su transformación.
Pero se quedó sólo en eso, una
posibilidad. Posibilidad que movilizó fuerzas políticas y electorales, como una
suerte de movimiento autónomo sin ninguna conexión con la sociedad real o una
muy débil.
Esto, se expresaba en un estallido
social paulatino, pero sostenido en el tiempo. El año 2011 confluyeron movimientos ambientalistas, regionalistas, estudiantiles, de trabajadores subcontratados, del cobre, la salud y
empleados públicos, incluido un paro nacional, inaugurando un nuevo momento o
como muchos lo han llamado, un nuevo ciclo.
Éste se manifiesta en una
intensa lucha por la hegemonía. En efecto, la lucha por conseguir reformas
efectivas al sistema no se expresa solamente en estallido social sino como
lucha política. Se trata de una confrontación entre la reforma y la mantención
del mismo orden de cosas heredados de la transición.
Lamentablemente, sectores de la izquierda han puesto siempre por delante
de las discusiones sobre este punto, aquellas en las que se diferencia, dificultando la unidad del pueblo y el avance más
decidido la transformación social y política.
Ello en el sentido de resguardar una
presunta pureza de proyecto que otorga identidad y facilita el agrupamiento, la cohesión y
efectividad política en el corto plazo.
Sin embargo, a las grandes preguntas
respecto de las cuales la sociedad nos conmina a todos los interesados en el
cambio político y social en la coyuntura actual, hay solamente un vacío rellenado de frases hechas,
declaraciones generales y críticas a todo lo que no sea igual.
Una posición muy chovinista por cierto. Es una posición que
desconoce, por ignorancia o por doctrina, que el movimiento popular es diverso
y rico en diferencias: de clase, culturales, ideológicas, de intereses, etc. y
en función de estas diferencias y diversidad, se ha dotado de muchos
instrumentos políticos con diferentes tácticas y estrategias, métodos de
organización y lucha que son precisamente manifestaciones históricas de esta diversidad.
Esta es la razón entonces, para que la unidad de la izquierda, aunque compleja políticamente, sea una cuestión de principios y no solamente instrumental o dicho de otro modo, que no debiera subordinarse, en lo posible, a estas diferencias coyunturales. El sectarismo es no solamente una desviación política o incluso doctrinaria, sino una posición reaccionaria que se debe combatir y desterrar.
El radicalismo verbal, una manifestación del espíritu de secta que supone que se es poseedor de la verdad del pueblo o como se dice en la actualidad, del movimiento social. Y la historia, la confirmación de ciertas leyes trascendentes y por tanto, cualquier movimiento táctico, cambio de opinión o acuerdo, una renuncia o una traición a los principios.
Todos los interesados en que el momento actual -complejo y contradictorio, pero lleno de posibilidades para el pueblo- culmine en una efectiva democratización del país deben trabajar por la unidad y para ensanchar la brecha que se ha abierto en el sistema y que permitiría democratizar nuestra sociedad, desterrando el sectarismo y las prédicas pontificadoras de su propuesta y discurso.