Francisco Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo |
El anticomunismo como ideología y como actitud política
Desde la
instalación del gobierno de la Presidenta Bachelet e incluso antes, se viene
desarrollando un fuerte debate acerca del rol de los comunistas en la sociedad
y la política, que recientemente incluso se ha manifestado en fuertes ataques
verbales en contra de importantes dirigentes sindicales que militan en sus
filas; intentos por implicar al PC en la crisis de la Universidad Arcis,
habiendo una comisión investigadora de la Cámara de Diputados que no ha
encontrado nada que respalde esas acusaciones; y hasta la golpiza a su
Secretario General, Juan Andrés Lagos.
En este caso ya
no estamos hablando de un debate sino abiertamente de un anticomunismo de
connotaciones fascistas.
Es un fenómeno
muy antiguo, tan antiguo como la existencia de los comunistas. De hecho, el
Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx, de 1848, parte con la frase
“Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo…” Marx habla del
comunismo como de un espectro frente al que la sociedad establecida de entonces,
tiene una “actitud” temerosa aunque sea obra de su propia creación. Estamos en
presencia entonces de un caso típico de lo que suele denominarse “ideología”.
Hay todo un
capítulo del Manifiesto que se dedica a desmitificar los argumentos con que se
lo pretende descreditar y por los que se le teme y se le rechaza. Probablemente
la primera y más brillante crítica al anticomunismo como ideología.
También en
Chile, desde la fundación del POS en 1912, la prensa burguesa habla de los
comunistas y de su nefasta influencia entre los obreros. Después de su ingreso
a la Internacional Comunista en 1922, de su dependencia de la Unión Soviética, el
“oro de Moscú”, etc.
El Partido
Comunista de Chile, en sus más de cien años de historia ha promovido alianzas
amplias de los sectores progresistas, la lucha y movilización de las masas
trabajadoras por la defensa y ampliación de la democracia y los derechos
civiles y políticos de chilenos y chilenas, como una cuestión de principios y
como parte de su estrategia política.
Son ideas, sin
embargo, que algunos pretendieron haber descubierto en el gran comunista
italiano Antonio Gramsci, recién en la década de los ochenta del siglo pasado, pasando
por alto aparentemente que ya eran parte de las tradiciones y las tácticas que
había impulsado la izquierda y el Partido Comunista de Chile en el siglo XX.
Fue parte del
Frente Popular que llevó a la presidencia a Pedro Aguirre Cerda, participó del
gobierno de Gabriel González Videla hasta la promulgación de la Ley Maldita;
promovió la organización de los pobladores, las primeras tomas de terreno,
impulsó la renovación de la música y la gráfica popular; la ley de
nacionalización del cobre incluso estando en la clandestinidad.
El Partido
Comunista impulsó también la independencia y unidad de la izquierda desde la
primera candidatura presidencial de Salvador Allende en 1952, concluyendo en la
formación de la Unidad popular. Finalmente, la PRP en la década del ochenta fue
fundamental en la derrota de la dictadura de Pinochet y la recuperación de la
democracia.
Generalmente,
son hechos históricos reconocidos por todo el mundo, incluso por los más
acérrimos críticos del PC. Pero por lo general, suele hablarse bien del PC en
tiempo pasado – también como si fuera un fantasma, prueba del carácter
ideológico del anticomunismo- pero nunca para referirse al aporte que está
haciendo o ha hecho en tiempos recientes.
Como por
ejemplo, en el caso de la reforma al sistema electoral binominal, bandera del
PC desde los años noventa, cuando para algunos no era tema porque le daba
gobernabilidad a la transición y para otros era sólo una excusa de los comunistas
“para ingresar al sistema”.
Es difícil hacer una
generalización del significado del anticomunismo basado en su aspecto más
empírico que consiste en el de ser una “actitud política”, aunque en rigor no
se pueda decir mucho más de él. Lo único que se puede decir al
respecto es que es un estado de conciencia política
muy primario, muy elemental. No propone nada y se funda como actitud política
en el rechazo y ese rechazo que es irracional puede adoptar diferentes aspectos
“ideológicos”.
En
ese sentido puede también dar pie para toda clase de consecuencias
políticas. En efecto, le facilita las cosas al irracionalismo y la
agresividad del fascismo. Lo hace porque degrada la conciencia política al
teñirla de subjetividad y una pseudoestética de connotaciones liberales y
republicanas que de pasada legitiman las posiciones reaccionarias.
También
porque deslegitima la acción de los partidos –no sólo del Partido Comunista- y
finalmente obstaculiza la unidad de las fuerzas interesadas en las reformas al
sistema educacional, previsional, al código laboral, a las pensiones, el
mejoramiento de la salud pública y el cambio constitucional.
Es precisamente
en este tipo de ataques anticomunistas en los que se asoma el resultado del
neoliberalismo en los últimos treinta años. Hoy son los comunistas, mañana
quizás el resto de las fuerzas de la izquierda y todos quienes se manifiesten
por los cambios y la democratización del país.
Son veinticinco
años que nos separan del término de la dictadura. Ojalá nuestra somnífera
transición no haya sido suficiente para olvidar lo que entonces ocurría.