Peter Bruegel. Boda campesina |
Hablar de “clase
media” ha sido, siempre un asunto difícil. Y pese a eso, pretender que se la representa, algo muy
frecuente en nuestra historia política.
En efecto, ha habido muchas organizaciones y partidos que se
definen como agrupaciones de clase media o representativas de ésta. El Partido Radical, la Democracia Cristiana, algunas
corrientes del Partido Socialista durante el siglo XX.
También de “sectores medios” que no se definen por cuestiones
de clase: ambientalistas; feministas y estudiantes, pero que dada su situación
de incierta ubicación en las confrontaciones de clase entendidas en un sentido
estricto, suelen ser clasificados como “parte de”, “afines a”; “próximos”, etc.
El PPD, el PH y otras agrupaciones menores son un ejemplo,
que suele ubicarse en ese espacio político, bajo el rótulo de “progresismo”.Pero además, hay organizaciones de izquierda –más radical,
por cierto- que por su rechazo a las posturas “dogmáticas” de la izquierda, pese
a reivindicar ciertas banderas y símbolos de ésta, terminan en el mismo punto
que este progresismo o radicalismo de “clase media”.
Sin embargo, la clase media en los últimos treinta años ha sufrido
transformaciones tan profundas como las sufridas por la clase obrera. El
resultado de esta transformación es que la clase media es una franja mucho más
amplia e incierta de lo que fue en el pasado, involucrando desde segmentos de
clase obrera calificada, profesionales, pequeños empresarios, trabajadores de
servicios y por cuenta propia, etc.
También que no tenga reivindicaciones propias o suficientemente
relevantes para todos aquellos sectores sociales que se reivindican como tales
o a los que las ciencias sociales reconocen. Desde derechos en tanto consumidores; habitantes de la ciudad;
usuarios de algún servicio. Activistas de alguna causa específica.
A diferencia
del siglo XX, en la actualidad este vago, amplio y diverso segmento social, se
manifiesta esporádicamente en luchas sectoriales y en confrontaciones políticas
coyunturales.
Esta dispersión se manifiesta también en la política y
especialmente en la izquierda que en el pasado tuvo una expresión en el PS, en
el MIR, el MAPU y otras agrupaciones políticas más pequeñas. En la actualidad
se halla, entre otros, en colectivos territoriales, movimientos “ciudadanos”
e incluso agrupaciones políticas emergentes como las que forman el FA, aparte
de sus clásicas representaciones como el radicalismo o el socialismo tradicional.
En la coyuntura actual con el fin del binominalismo y la
denominada “democracia de los acuerdos”, es posible reconstruir una izquierda
plena y un movimiento popular sobre las ruinas que dejaron las políticas
neoliberales.
Para ello, sin embargo, es necesario que la dispersión y diversidad que se
manifiestan en la sociedad no se reproduzcan mecánicamente en lo político sino
que se transforme en éste en una fuerza transformadora. Es esto y no sólo la
derrota que, con toda seguridad, va a sufrir la derecha, lo que está en juego en las próximas
elecciones presidenciales.