sábado, 27 de noviembre de 2021

Muertos cargando adobes

Max Beckmann. La partida, 1935



El resultado de las elecciones del 21 de noviembre, sorprendió. Primero, porque el candidato mejor posicionado en las encuestas, el diputado Gabriel Boric, no salió primero como todo hacía prever. En segundo lugar, por la impresionante votación que sacó el candidato más freak de todos, Franco Parisi. Y finalmente, pero lo más obvio, porque el primer lugar lo obtuvo un nostálgico de la dictadura de Pinochet, de la DINA, de los chicago boys y su funesta doctrina económica; defensor de los dogmas más oscurantistas en materia cultural y moral....en fin, lo más opuesto al progreso. 

También sorprendieron estas elecciones por la resurrección de la derecha. No solamente por el extraordinario resultado que obtiene en las parlamentarias, sino por su capacidad de ordenarse tras la candidatura ultra de Kast. Atrás quedó el verso de una supuesta derecha liberal y moderna. Cuando se trata de defender los intereses de las clases dominantes, la derecha chilena -desde EVOPOLI a Desbordes- es capaz de tragar sapos y culebras y olvidar sus bizantinas y superficiales diferencias, para hacerse cargo de su rol histórico. 

Especialmente en esta ocasión en que hay tanto en juego.

Un logro circunstancial, en todo caso, que los medios del sistema, los opinólogos de moda y antiguas glorias de la intelectualidad concertacionista y por cierto, la misma derecha, hacen aparecer como un triunfo estratégico y definitivo; demostración de la ilusión del "octubrismo" y de retorno de la "sensatez". Vamos a ver cuánto les dura. 

La Concertación, en cambio, no logró remontar su decadencia. La DC obtiene el peor resultado de su historia, asemejándose mucho al radicalismo de fines de los años cincuenta del siglo pasado. El resto de los partidos que la conformaron históricamente, no se demoraron mucho en llamar a votar por la izquierda en la segunda vuelta, dejándola sola en esta ocasión. La Concertación  pese a las declaraciones surrealistas de algunos de sus dirigentes sosteniendo contra toda la evidencia disponible y la lógica más elemental la relevancia del "centro", ya no existe. 

La candidatura del diputado Boric, representativa del más amplio espectro político y social; del progreso de la sociedad y la democracia y la consciencia de los DDHH; de abierta y explícita vocación antineoliberal -lo que le valió el derecho a representar a las fuerzas democráticas en la segunda vuelta- por la vía de los hechos, y no producto de un acuerdo explícito y voluntario de todas las fuerzas políticas democráticas, se transformó o está en vías de transformarse en una suerte de frente antifascista. Ello en el siglo XXI equivale a ser un frente antineoliberal, en la misma medida que esperpentos de barbarie como Bolsonaro, Trump o Kast son, precisamente, la culminación  de un capitalismo salvaje que ha demolido las bases de la democracia y la razón. 

Pero en política, se ha visto muertos cargando adobes, como se dice. No faltan de hecho, los que todavía pontifican con la moderación, la responsabilidad fiscal, y una larga letanía de adjetivos que pretenden contener las transformaciones, o adaptarlas a los límites impuestos por el neoliberalismo, incluso entre quienes conforman este amplio y diverso espectro político y social que apoya la candidatura de Apruebo Dignidad.

Dichas transformaciones, sin embargo, se van a abrir paso en medio de un proceso que va a ser mucho más complejo de lo que todo hacía prever hasta antes del domingo 21. Primero , porque son necesarias y porque la acumulación de contradicciones y malestar que genera el neoliberalismo no se van a resolver en los límites del mismo modelo que las genera. Las transformaciones no son una posibilidad más de las que el supermercado en que ha transformado el neoliberalismo a la sociedad puede ofrecer. Sucedáneos tal vez, sucedáneos que caducan cada vez más rápido, generando oleadas de malestar y protesta social que sólo podrían ser contenidas recurriendo a la represión y la violencia, que es lo que propone la derecha hoy por hoy. 

Por esa razón, evidentemente, con el fascismo no hay diálogo posible. 

En segundo lugar, porque es la izquierda la fuerza política que emerge como la gran triunfadora, pese a los intentos de la prensa del sistema por demostrar lo contrario. El resultado del Partido Comunista en las elecciones parlamentarias junto a la irrupción de una generación de dirigentes jóvenes, entre los que se cuenta el propio Boric, que han hecho de la crítica a las prácticas políticas tradicionales, como las componendas cupulares, al conservadurismo moral y cultural del proceso de transición; que han mostrado también como carta de presentación sus propias prácticas en el movimiento estudiantil  de donde provienen también Vallejo, Cariola, Jackson y otros, hacen confiar en su efectiva realización. 

En tercer lugar, porque la izquierda ha ido encontrando un centro de gravedad, por llamarlo de alguna manera. Quizás, producto de las circunstancias y de la posibilidad de que nuestra sociedad sufra una involución reaccionaria, aun cuando fuere momentánea, se ha ido aclarando la necesidad de realizar alianzas amplias. El hecho de que no sea una política impulsada solo por un partido sino por el conjunto de los que conforman Apruebo Dignidad, despeja un tema que históricamente ha generado grandes disputas en su interior. La práctica y la experiencia del pueblo determinarán el contenido y alcances de esta amplitud y por el momento, lo mejor es no adelantarse. 

Dos desafíos tiene al frente en todo caso. El primero es la lucha ideológica y la disputa por capas medias y de sectores populares despolitizadas y que han sido presa fácil del populismo y los discursos facilones. Tanto entre los votantes de Parisi como incluso entre los de Kast, hay amplias capas de empleados, trabajadores, pobladores y gente que aspira a una sociedad mejor que es necesario convencer. El recurso a los discursos contra la delincuencia y la inmigración han sido su caballito de batalla.

El segundo es la movilización del pueblo. Primero, yendo a votar masivamente el 19. Mientras más contundente sea el triunfo ese día, menos posibilidades tiene la derecha y el conservadurismo,  de frenar las transformaciones contenidas en el programa de Apruebo Dignidad y por las cuales el pueblo se inclinó en la primera vuelta, entre las candidaturas de oposición. Después, y es lo más difícil, para defender ese programa y su implementación del complot de la derecha. Partiendo por lo que tiene que ver con la Nueva Constitución pues la reacción va a hacer lo posible por  sabotearla desde el Congreso. 

Por angas o por mangas, la brújula se inclina a la izquierda. Ciertamente, menos de lo deseable y podría haber sido, pero eso es harina de otro costal. Efectivamente, en días recientes se ha visto muertos cargando adobes, pero como dijo el Presidente Allende, los procesos sociales no se detienen. 

 

 


lunes, 22 de noviembre de 2021

Chile entre dos opciones




El candidato de ultraderecha que estará en la papeleta el 19 de diciembre, declaró que Chile debe elegir entre la libertad y el comunismo. Con la asertividad y la claridad que lo caracterizan, Kast ordena a su gente, señala a sus enemigos  y objetivos precisos tras los cuales movilizarse. 

No será un gran teórico pero si bastante claro. Su candidatura, su propuesta y discurso no se caracterizan por su sofisticación, ni por su rigurosidad. Es un refrito de lugares comunes, frases hechas, sentimentalismo, aspiraciones abstractas y espiritualismo beato. Errores conceptuales; negación de la ciencia y de los avances de la civilización. Algo que como el propio candidato ha reivindicado, calza perfectamente con el sentido común, aun cuando no tenga ningún fundamento racional. Es como un Mussolini tercermundista del siglo XXI.

El resultado del domingo tiene que ver precisamente con el deterioro de la razón; con el subjetivismo y el predominio de las actitudes más básicas del ser humano, propios de la cultura neoliberal. Es exactamente la explicación para que un candidato como Parisi sacara la tercera mayoría, dejando en el camino a una senadora, ex ministra, dirigente y demócrata probada, como Yasna Provoste. Algo difícil de creer los días previos pero que efectivamente sucedió.

Se podría decir que los candidatos del sentido común; del cosismo y las soluciones mágicas se impusieron en esta ocasión pues expresan la cultura dominante, una ideología machacada majaderamente por treinta años, y que hoy por hoy es un campo de batalla por la conciencia. Este resultado, sin embargo, no habría sido factible de no mediar una serie de factores coyunturales. No se trata de el desenlace fatal -sino de un episodio- de la lucha entre dos opciones entre las que se juega el destino del país. 

Entre ellos, el control de medios de comunicación de masas y un servilismo que a estas alturas, ya casi se vive con una ingenuidad que raya con el sonambulismo. La difusión del allanamiento a la sede de un partido de oposición días antes de la elección, como si estuviéramos todavía en la época de Pinochet; la proliferación de fake news; la presentación del programa de Kast como si fuera de lo más democrático que hay o de un candidato que ni siquiera está en Chile y tiene cuentas pendientes con la justicia de familia, son expresiones de esta "detención del pensar". 

Qué decir del cierre anticipado de las sedes de votación en una acción abiertamente ilegal y rayana con el intervencionismo electoral.

Pero no se le puede achacar a la derecha hacer su política, al neoliberalismo ser tan ordinario ni a los medios controlados por el poder del dinero y el conservadurismo, resistir a las fuerzas sociales y políticas que propugnan cambios. El problema es cuando estas dejan de hacer la suya y omiten opiniones, argumentos y juicios detrás de un cálculo aparentemente razonable, que genera un vacío de significado que hábilmente ocupa el fascismo. Precisamente lo que ha hecho Kast y lo que con un sentido oportunista y cantinflero, hizo también Parisi. 

La ideología, en este sentido, actúa como un sucedáneo de explicación que tranquiliza a masas ansiosas ante la precariedad de sus vidas aunque esta sostenga precisamente la profundización de dicha precariedad. Xenofobia; machismo; clasismo; desprecio por la ciencia; hipóstasis de unas vagas nociones de  la patria, la familia y el esfuerzo que ocultan un programa económico que pareciera sacado de un manual de los chicago boys, solamente van a hacer más dura la vida de quienes votan hoy por la derecha buscando respuestas.

No es un examen de grado ni una demostración de responsabilidad lo que el pueblo espera de sus lideres y lideresas, organizaciones sociales y partidos políticos de izquierda y progresistas. La segunda vuelta que se realizará el próximo 19 de diciembre, no solamente va a requerir de la unidad más amplia de los demócratas, unidad que si es por aritmética tampoco alcanza, sino de una unidad de principios y valores. Claridad de propósitos y menos explicaciones técnicas. 

Hasta ahora, la opción de derecha y Kast en particular, han sido claros en la determinación de sus propósitos y sus enemigos. Son precisos para referirse a lo que entienden por paz, por justicia, por gobernabilidad, por desarrollo. No ha tenido temor a confrontar, y Kast es una demostración clara de eso, imponiéndose con sonrisa gélida a todo su sector para terminar imponiéndose en él. No ha dado explicaciones ni parece querer darlas porque no lo necesita, de su programa ni de las afirmaciones abiertamente falsas, erróneas y malintencionadas que contiene. 

El país está entre dos opciones. Si ponerse en medio le costó a la Concertación caer en la intrascendencia, es evidente que la izquierda no puede seguir eludiendo el debate de principios, señalar a los enemigos del pueblo, en primer lugar el fascismo, los carteles empresariales y los monopolios, y los objetivos de un futuro gobierno de Apruebo Dignidad en pensiones, salud y educación pública, trabajo, medioambiente y especialmente respecto de la nueva Constitución. 

Es mucho lo que está en juego no solamente para nuestro pueblo sino para todos los pueblos de América que miran con esperanzas lo que está pasando en Chile, cuna del neoliberalismo y ojalá también, su tumba definitiva. 



jueves, 18 de noviembre de 2021

¿Qué es lo que realmente está en juego el domingo?

 

Eugene Delacroix. La libertad guiando al pueblo. 1830




Estamos a pocos días de que se realice la elección más determinante para el país en los últimos cincuenta años.

Sea cual sea el resultado, el período que comienza va a ser extraordinariamente convulsionado e inestable. Algo similar a lo que sucedió después de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo a fines de los años veinte del siglo pasado.

En primer lugar, porque el bloque hegemónico de la transición -conformado por un acuerdo entre el centro político y la derecha- que ya venia bien vapuleado desde la primera administración de Piñera, pasó a la historia. La Acusación Constitucional de la que fue objeto en el Parlamento, fue su epitafio, escrito en términos no muy laudatorios.

Si bien no alcanzó en el senado el quórum necesario para ser aprobada, no hubo ni un solo voto de oposición a su favor.

Las encuestas le daban un sesenta y cuatro por ciento de respaldo ciudadano. Si hubiera referéndum revocatorio, como en Bolivia y Venezuela, Piñera ya no sería presidente. Los retorcidos argumentos de sus ministros y de los parlamentarios de su coalición, tratando de hacerlo ver como la víctima inocente de una maniobra politiquera, no se los cree nadie ni los considera seriamente, excepto tal vez el columnista de El Libero Pepe Auth.

Para la derecha, sin embargo, la cosa no termina ahí. Toda la maquinaria propagandística de la que dispone y que ha tratado de hacer viable la candidatura ultra de José Kast, el único resultado que ha tenido es dispersar todavía más los votos de la derecha, que deambulan semanalmente de Sichel a Kast y viceversa sin sumar nada, generando el espejismo de un fenómeno insospechado cuando apenas goza de un predecible veinte por ciento en todas las últimas elecciones realizadas.

La Concertación yace en paz. El acuerdo entre la DC y el PS, que fue su núcleo fundacional, se ha ido descomponiendo inexorablemente. En especial porque el comprtamiento del PS se va desplazando paulatinamente fuera de ésta. Es evidente la cercanía de este partido con el FA, sobre todo en la Convención Constitucional y es natural que así sea.

Uno de los factores estructurales de la transición fue, precisamente, la dispersión de las fuerzas de izquierda y que un sector de ésta, fuera parte del acuerdo que le dio origen -la otra cara de la moneda de la exclusión del PC, el MIR, y otros colectivos y partidos de izquierda que habían sido determinates en la derrota de la dictadura militar-. 

La acumulación de contradicciones sin resolver que ha generando el modelo neoliberal y que explican la situación actual, son la razón que explica la necesidad de realizar reformas estructurales que, obviamente, van a concitar grandes movimientos de masas y resistencias que están en relación directamente proporcional con éstas, por parte de quienes se han visto beneficiados por él.

Se van a generar alianzas; se van a separar otras existentes; partidos y coaliciones van a desaparecer e incluso ya lo están haciendo; van a surgir otros. Lo mismo en el caso de las organizaciones sociales.

Las elecciones del domingo, como solía decir Miguel Enríquez, solamente van a plantear un problema, no lo van a resolver.  Van a establecer las correlaciones de fuerza que determinarán el período que se va a extender entre la instalación del próximo gobierno, la Nueva Constitución y la elección presidencial y legislativa siguiente, con nuevas coaliciones; otros partidos; otros líderes.

Entre medio, grandes movilizaciones de masas que exigirán solución a demandas postergadas por treinta años, cumplimiento de promesas traicionadas y realización de esperanzas contenidas en la nueva Constitución y que expresan el concepto de una nueva sociedad. No da lo mismo quien gobierne cuando entre a regir la nueva Constitución; no da lo mismo que el próximo gobierno tenga o no mayoría en el Parlamento, especialmente si se trata de aprobar reformas al sistema de pensiones, reforma tributaria, al código del trabajo o nacionalización del litio y el agua.

Por eso el triunfo de Apruebo Dignidad es posible y necesario. Un gobierno y una mayoría parlamentaria que empuje junto al pueblo, las reformas que terminen de una vez con todo vestigio de la dictadura y el modelo neoliberal. Que encabece la campaña por la aprobación en el plebiscito de salida; que se ponga a la cabeza de la unidad de todos los y las demócratas que aspiran a una nueva sociedad.

domingo, 7 de noviembre de 2021

¿Es posible realmente que la derecha pase a segunda vuelta?


Francis Bacon. Retrato de Inocencio X


En las últimas semanas, toda la prensa, las empresas que realizan estudios de opinión y encuestas, los think tanks de la derecha y todo de lo que dispone el sistema, ha realizado esfuerzos denodados por invisibilizar a la candidata de Nuevo Pacto Social, la senadora Yasna Provoste. Últimamente, poniéndola incluso detrás del candidato más freak e inverosímil de todos, Franco Parisi. La estrategia no puede ser más obvia. Levantar a Kast para, a las perdidas, lograr que la derecha pase a segunda vuelta a lo menos. 

Lamentablemente, la performance de Nuevo Pacto Social, colabora bastante con este propósito de la derecha. Se le están yendo todos y en su mojigatería, no se decide -excepto porque su candidata tiene el coraje de hacerlo de vez en cuando- a enfrentar frontalmente al matonaje de la derecha. De una manera burda, y en su obsesión por el centro, ha tratado de poner al mismo nivel o como si fueran lo mismo, al candidato de ultraderecha José Kast y el mejor posicionado en esta campaña, el candidato de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric. 

La torpeza no puede ser mayor. Ello, pues no atina a dar con la contradicción principal del momento actual, repitiendo una letanía incomprensible que promete al mismo tiempo cambios y estabilidad; reformas estructurales y responsabilidad fiscal; grandes acuerdos precisamente con los que no están de acuerdo en cambiar nada. Algo muy similar a lo que postula torpemente una carta recientemente conocida de ex dirigentes de lo más granado del liberalismo de la Concertación y que no han demostrado mucho entusiasmo en su campaña. Es más, son precisamente los que abandonan el barco sin tratar siquiera de salvarlo del naufragio.

La sociedad está cruzada hace tiempo pese a la negación que sostuvo el voluntarismo de la Concertación,  por enormes contradicciones originadas por sus propios éxitos. El perfeccionamiento del neoliberalismo que realizaba tras la quimérica promesa de terminar con la pobreza, profundizaba la desigualdad, aumentaba el endeudamiento de las familias y arrastraba a trabajadores y trabajadoras a someterse a la más despiadada sobreexplotación con tal de no caer en ella. 

¿Quiere decir esto que el centro político fracasó irremediablemente y no tiene arreglo? 

Si insiste en la misma receta de los últimos treinta años, probablemente. Es más, si persevera en su empeño por ponerse en medio en vez de enfrentar a la derecha, es casi seguro que ni siquiera pasa a la segunda vuelta, como intenta hacernos creer la prensa y los centros de estudio de la derecha. En ese caso estaríamos ante el caso típico de una profecía autocumplida. 

Efectivamente, en los momentos determinantes de la historia, como el actual, la sociedad experimenta cambios profundos y definitivos que obligan a todos los actores sociales y políticos a cambiar con ella o perecer. Ejemplos en la historia de Chile en el siglo XX hay varios.

Fue exactamente lo que comprendió la generación de la Falange Nacional que dio origen a la Democracia Cristiana. Generación que premunida de una gran confianza en la posibilidad de realizar cambios; una voluntad y una mística que atrajo a grandes contingentes de profesionales jóvenes, pobladores de las barriadas de las grandes ciudades, campesinos, hombres y mujeres del campo y la ciudad, realizó cambios históricos que perduran hasta el día de hoy. 

Aspectos, en cambio, que no se aprecian en Nuevo Pacto Social, más preocupado de la estabilidad que de las transformaciones que la sociedad está experimentando. 

En la actualidad, Chile debe enfrentar grandes desafíos, si bien diferentes a los de mediados del siglo XX: la crisis hídrica, el cambio estructural del sistema de pensiones, el futuro del litio, el manejo de la pandemia, la Nueva Constitución. Es una contradicción en esencia creer que es posible hacerlo sin plantearse la derrota de la desigualdad, que es precisamente el meollo de los conflictos que agitan a la sociedad hoy por hoy y que no se resolverá sin afectar los poderosos intereses representados por la derecha en el Parlamento y la Convención Constitucional y que aspira también representar en el Gobierno.