Max Beckmann. La partida, 1935 |
El resultado de las elecciones del 21 de noviembre, sorprendió. Primero, porque el candidato mejor posicionado en las encuestas, el diputado Gabriel Boric, no salió primero como todo hacía prever. En segundo lugar, por la impresionante votación que sacó el candidato más freak de todos, Franco Parisi. Y finalmente, pero lo más obvio, porque el primer lugar lo obtuvo un nostálgico de la dictadura de Pinochet, de la DINA, de los chicago boys y su funesta doctrina económica; defensor de los dogmas más oscurantistas en materia cultural y moral....en fin, lo más opuesto al progreso.
También sorprendieron estas elecciones por la resurrección de la derecha. No solamente por el extraordinario resultado que obtiene en las parlamentarias, sino por su capacidad de ordenarse tras la candidatura ultra de Kast. Atrás quedó el verso de una supuesta derecha liberal y moderna. Cuando se trata de defender los intereses de las clases dominantes, la derecha chilena -desde EVOPOLI a Desbordes- es capaz de tragar sapos y culebras y olvidar sus bizantinas y superficiales diferencias, para hacerse cargo de su rol histórico.
Especialmente en esta ocasión en que hay tanto en juego.
Un logro circunstancial, en todo caso, que los medios del sistema, los opinólogos de moda y antiguas glorias de la intelectualidad concertacionista y por cierto, la misma derecha, hacen aparecer como un triunfo estratégico y definitivo; demostración de la ilusión del "octubrismo" y de retorno de la "sensatez". Vamos a ver cuánto les dura.
La Concertación, en cambio, no logró remontar su decadencia. La DC obtiene el peor resultado de su historia, asemejándose mucho al radicalismo de fines de los años cincuenta del siglo pasado. El resto de los partidos que la conformaron históricamente, no se demoraron mucho en llamar a votar por la izquierda en la segunda vuelta, dejándola sola en esta ocasión. La Concertación pese a las declaraciones surrealistas de algunos de sus dirigentes sosteniendo contra toda la evidencia disponible y la lógica más elemental la relevancia del "centro", ya no existe.
La candidatura del diputado Boric, representativa del más amplio espectro político y social; del progreso de la sociedad y la democracia y la consciencia de los DDHH; de abierta y explícita vocación antineoliberal -lo que le valió el derecho a representar a las fuerzas democráticas en la segunda vuelta- por la vía de los hechos, y no producto de un acuerdo explícito y voluntario de todas las fuerzas políticas democráticas, se transformó o está en vías de transformarse en una suerte de frente antifascista. Ello en el siglo XXI equivale a ser un frente antineoliberal, en la misma medida que esperpentos de barbarie como Bolsonaro, Trump o Kast son, precisamente, la culminación de un capitalismo salvaje que ha demolido las bases de la democracia y la razón.
Pero en política, se ha visto muertos cargando adobes, como se dice. No faltan de hecho, los que todavía pontifican con la moderación, la responsabilidad fiscal, y una larga letanía de adjetivos que pretenden contener las transformaciones, o adaptarlas a los límites impuestos por el neoliberalismo, incluso entre quienes conforman este amplio y diverso espectro político y social que apoya la candidatura de Apruebo Dignidad.
Dichas transformaciones, sin embargo, se van a abrir paso en medio de un proceso que va a ser mucho más complejo de lo que todo hacía prever hasta antes del domingo 21. Primero , porque son necesarias y porque la acumulación de contradicciones y malestar que genera el neoliberalismo no se van a resolver en los límites del mismo modelo que las genera. Las transformaciones no son una posibilidad más de las que el supermercado en que ha transformado el neoliberalismo a la sociedad puede ofrecer. Sucedáneos tal vez, sucedáneos que caducan cada vez más rápido, generando oleadas de malestar y protesta social que sólo podrían ser contenidas recurriendo a la represión y la violencia, que es lo que propone la derecha hoy por hoy.
Por esa razón, evidentemente, con el fascismo no hay diálogo posible.
En segundo lugar, porque es la izquierda la fuerza política que emerge como la gran triunfadora, pese a los intentos de la prensa del sistema por demostrar lo contrario. El resultado del Partido Comunista en las elecciones parlamentarias junto a la irrupción de una generación de dirigentes jóvenes, entre los que se cuenta el propio Boric, que han hecho de la crítica a las prácticas políticas tradicionales, como las componendas cupulares, al conservadurismo moral y cultural del proceso de transición; que han mostrado también como carta de presentación sus propias prácticas en el movimiento estudiantil de donde provienen también Vallejo, Cariola, Jackson y otros, hacen confiar en su efectiva realización.
En tercer lugar, porque la izquierda ha ido encontrando un centro de gravedad, por llamarlo de alguna manera. Quizás, producto de las circunstancias y de la posibilidad de que nuestra sociedad sufra una involución reaccionaria, aun cuando fuere momentánea, se ha ido aclarando la necesidad de realizar alianzas amplias. El hecho de que no sea una política impulsada solo por un partido sino por el conjunto de los que conforman Apruebo Dignidad, despeja un tema que históricamente ha generado grandes disputas en su interior. La práctica y la experiencia del pueblo determinarán el contenido y alcances de esta amplitud y por el momento, lo mejor es no adelantarse.
Dos desafíos tiene al frente en todo caso. El primero es la lucha ideológica y la disputa por capas medias y de sectores populares despolitizadas y que han sido presa fácil del populismo y los discursos facilones. Tanto entre los votantes de Parisi como incluso entre los de Kast, hay amplias capas de empleados, trabajadores, pobladores y gente que aspira a una sociedad mejor que es necesario convencer. El recurso a los discursos contra la delincuencia y la inmigración han sido su caballito de batalla.
El segundo es la movilización del pueblo. Primero, yendo a votar masivamente el 19. Mientras más contundente sea el triunfo ese día, menos posibilidades tiene la derecha y el conservadurismo, de frenar las transformaciones contenidas en el programa de Apruebo Dignidad y por las cuales el pueblo se inclinó en la primera vuelta, entre las candidaturas de oposición. Después, y es lo más difícil, para defender ese programa y su implementación del complot de la derecha. Partiendo por lo que tiene que ver con la Nueva Constitución pues la reacción va a hacer lo posible por sabotearla desde el Congreso.
Por angas o por mangas, la brújula se inclina a la izquierda. Ciertamente, menos de lo deseable y podría haber sido, pero eso es harina de otro costal. Efectivamente, en días recientes se ha visto muertos cargando adobes, pero como dijo el Presidente Allende, los procesos sociales no se detienen.