John Bratby. Naturaleza muerta. 1955 |
Hubo alguna vez en nuestro país una clase media formada al ritmo de expansión del Estado de Compromiso.
No es la
clase media que proviene de lo que Salazar denomina “mesocratización de la
oligarquía” sino lo contrario. Proviene del ascenso social de la clase
trabajadora y los empleados en el siglo XX, gracias al crecimiento y
democratización del Estado, lo que fue además producto de sus propias luchas.
Esa
clase media, gracias a su acceso a la educación universitaria, la literatura, los
libros y la música escrita, fue adaptando sus gustos y sus costumbres, gracias
–además- a su situación de tránsito entre una y otra clase.
Es lo
que definió en el siglo XX esa clase media, como cultura y estilo de vida. Un
progresismo político y estético que conjuga la cultura tradicional de raíz
europea e ilustrada con las formas de vida del pueblo y los trabajadores. Que
se forma en diálogo entre las luchas obreras y campesinas y la cultura de las
clases dominantes de la sociedad.
La clase
media emergente actual es muy diferente. Ha ascendido socialmente por su
posibilidad de consumir. No educa a sus hijos en los mismos colegios que la
clase media tradicional ni las clases altas –que era el rol que cumplía la educación
pública entonces- sino en colegios especialmente diseñados para ella, donde
sólo se juntan con los hijos de otras familias de clase media emergente.
Por esa
razón la clase media aspiracional actual sigue conservando códigos culturales
muy similares a los de su clase de origen y en buenas cuentas, no presenta ese
eclecticismo y complejidad estética propios de la clase media del siglo XX.
Esa es
una cultura que ya no existe. Primero por la persecución y la represión a los
intelectuales y artistas de izquierda tras el golpe de estado. Éstos tienen que
partir masivamente al exilio o sencillamente son asesinados; otros pierden sus
puestos de trabajo en la administración y empresas del Estado o el sistema
educacional, especialmente las universidades públicas.
En los
años ochenta, durante la lucha antidictatorial, simbólicamente, viven la
represión como una sensación de pérdida; de cierta injusticia que iba a ser reparada
con el retorno de la democracia y el socialismo, que era algo posible en esa
época, considerando experiencias como la nicaragüense o la salvadoreña.
Pero no
hubo retorno de la democracia ni menos socialismo. Vino lo que se conoce como "transición a la democracia" y el poder -al menos una porción- siguió siendo detentado por las clases que sostuvieron a la dictadura militar. La clase media –empobrecida producto de la represión, las
privatizaciones y los despidos-no volvió a ser lo que era y tuvo que recurrir a
nuevas estrategias de sobrevivencia.
Las
buscó haciendo negocios instalándose en el área de colaboración entre el Estado
y la empresa privada; también en las fundaciones, ONG’s, y centros de estudio. Adaptando
sus valores y visión de mundo a este nuevo contexto, tratando de conservar los
mismos ideales de cambio radical anteriores a la dictadura.
Éste fue
un cambio muy profundo para la izquierda y el movimiento popular. Se expresó en
la conformación de los partidos, los que -entre otros motivos- por esta razón
sufren sucesivas divisiones; cambios en su línea política y composición de
clase.
Se manifiesta en la persistencia de su dispersión y fraccionamiento, desde las postrimerías de la dictadura hasta el día de hoy. En una ausencia notable de discurso y símbolos que la destaquen en el concierto de las fuerzas democráticas y progresistas, en las que conviven socialcristianos, racionalistas laicos, socialdemócratas y liberales.
Ciertamente, una forma muy ingenua de hacerlo es oponerse a todo tipo de acercamiento político y búsqueda de entendimiento. Cuando es precisamente una de las características distintivas de las izquierdas, desde el POS hasta nuestro días, la búsqueda incansable de la unidad del pueblo.
Se manifiesta en la persistencia de su dispersión y fraccionamiento, desde las postrimerías de la dictadura hasta el día de hoy. En una ausencia notable de discurso y símbolos que la destaquen en el concierto de las fuerzas democráticas y progresistas, en las que conviven socialcristianos, racionalistas laicos, socialdemócratas y liberales.
Ciertamente, una forma muy ingenua de hacerlo es oponerse a todo tipo de acercamiento político y búsqueda de entendimiento. Cuando es precisamente una de las características distintivas de las izquierdas, desde el POS hasta nuestro días, la búsqueda incansable de la unidad del pueblo.