sábado, 28 de junio de 2025

Fascismo o democracia: La Pugna por el Mundo Post Neoliberal

Pieter Bruegel. La caída de los ángeles rebeldes. 1562



En la hora actual, América Latina y el planeta entero prácticamente son el escenario de una intensa lucha por definir los contornos del mundo pos neoliberal, Uno más excluyente y siempre bajo la tutela de un decadente imperialismo norteamericano, o bien uno más integrado, pacífico, respetuoso con la naturaleza y las libertades y derechos de los seres humanos.

 

Hace apenas unos días, de hecho, el imperialismo norteamericano puso nuevamente en vilo a la humanidad atacando las instalaciones nucleares de Irán. Pocos días antes, en Colombia, el gobierno del Presidente Petro, el movimiento social y sindical -el pueblo de Colombia- se anotaban un logro de la máxima significación con la aprobación de la reforma laboral, resistida por las cámaras empresariales y la derecha en el senado de ese país. El encarcelamiento de la ex Presidenta Cristina Fernández en Argentina, mientras se aprestaba a competir en Buenos Aires por un sillón en la Cámara de Diputados, dejó en evidencia que la ofensiva antipopular de La Libertad Avanza y el empresariado argentino no escatima en recursos para remover cualquier resistencia que se le oponga. La consolidación en México de la reforma judicial bajo el mandato de la Presidenta Claudia Scheinbaum y su digna respuesta a las amenazas y bravuconadas del Presidente de EE.UU. representan, en cambio, una negación a las pretensiones reaccionarias de imponer sus recetas a nuestros pueblos.

 

La Unión Europea, mientras tanto, se interna cada vez más profundamente en una carrera armamentista que tendrá como contrapartida la reducción del gasto social, generando oleadas de protesta, al mismo tiempo que contra el resurgimiento del fascismo en casi todos los países que la componen.

 

En fin, la lista podría seguir alargándose. Las alternativas son que el imperialismo, en su caída, profundice aquellos rasgos que lo llevaron  - junto a sus aliados en el siglo XX- a su posición hegemónica -saqueo de los recursos de países del tercer mundo, militarismo y guerrerismo para resolver problemas políticos; imposición de sanciones económicas y condiciones de intercambio comercial desiguales y que sólo confirman su posición hegemónica; uso descarado de su poderosa industria de las comunicaciones y la información para distorsionar la realidad a su favor, etc.- o bien uno basado en el respeto por la soberanía de las naciones, la paz, el desarrollo sustentable y el respeto de los DDHH.

 

En el mismo corazón de EE.UU. surge una respuesta al fascismo que se ha hecho del control casi total del poder, el que ha descargado contra inmigrantes, minorías sexuales y las mujeres, y que ha hecho de la guerra comercial un lucrativo negocio que hace más ricos a los super ricos, como Trump y su séquito, a costa del resto de la humanidad y de los trabajadores y trabajadoras norteamericanos. La gira nacional del senador Bernie Sanders con la congresista Alexandra Ocasio Cortez, el triunfo en la primaria por la alcaldía de Nueva York del joven representante del ala socialista del Partido Demócrata Zohran Mamdani; las masivas protestas en contra de Trump y la siniestra ICE, gestapo de la inmigración, dan cuenta de una intensa resistencia a sus planes en las mismas entrañas de un imperio incapaz de contener ya la diversidad de un mundo que niega y al que pretende adaptar a su imagen y semejanza.

 

Como siempre, el resultado que vaya a tener esta intensa lucha, no será solamente el producto de un destino escrito de antemano, sino de la voluntad de sus protagonistas de esta trama. El éxito de la ofensiva reaccionaria que amenaza a la humanidad y que en Chile tiene a las derechas disputándose la posibilidad de conducirla, como lo demuestran los acontecimientos recientes del mundo entero, no está garantizado y precisamente por ello, el fascismo trata afanosamente de imponerse a las exhaustas formas tradicionales de la derecha.

 

Como dicta la historia, a pesar de la recurrencia de múltiples obstáculos, serán los ciudadanos y sus organizaciones, los trabajadores, trabajadoras y el pueblo, los que tengan la última palabra. Es el desafío del que tendrá que hacerse cargo la recientemente electa candidata de la izquierda y las fuerzas democráticas, Jeannette Jara en noviembre, junto a un movimiento de masas que como en Colombia, EE.UU., Argentina, Europa y el resto del mundo, resista la ofensiva neofascista que amenaza a la humanidad entera.

Hernán González M.

Profesor

Nelson Soza

Periodista

jueves, 19 de junio de 2025

Primaria política o primaria buena onda

Pablo PIcasso. Mujer llorando. 1937



Ciertamente, el resultado de la primaria oficialista va a ser la que determine los acontecimientos futuros en el país. La candidatura de Matthei ya tiene olor a claveles, que es algo que hace meses se veía venir y el repunte de Kast, a costa de la de Kaiser, es inferior al número de indecisos. El futuro no está escrito en piedra, como se dice. De ahí la vehemencia que por momentos pareciera haberse tomado el comando de Carolina Tohá, que ha rebajado sus argumentos políticos para criticar a los demás candidatos de izquierda -incluido el Gobernador de Valparaíso Rodrigo Mundaca aunque éste no está en carrera- al nivel de la extorsión y la amenaza velada. 

Este estilo no le ha traído ni lo va a hacer en el futuro, más prosélitos. Todo lo contrario. Sería una ingenuidad, por eso, considerarlos meros gestos desesperados de una candidatura perdedora. Eso se va a saber recién el 29 en la noche. Más bien parece uno dirigido hacia un centro político que se dispersa hace años, dando origen a engendros por la derecha que ni siquiera logran ponerse de acuerdo entre sí para salir del closet; un PDC tristemente agónico; restos del liberalismo social de los años noventa y hasta un socialismo, profundamente arraigado en el pueblo allendista, que no logra hacerse un lugar propio en el confuso y volátil espectro político actual. 

Estos días, la candidatura de Carolina Tohá simplemente ha sido más explícita de lo que fue en el pasado para referirse a su concepción política y social, tributaria todavía de una concepción según la cual se pueden realizar reformas y transformaciones dentro de los límites del modelo neoliberal, al que en ninguno de sus discursos se refiere precisamente por esa razón. De ahí que su comando y connotados dirigentes de los partidos que la apoyan incluyendo a retroexcavadora Quintana, se manifiesten tan alarmados por la posibilidad de tener que apoyar a un candidato o candidata abiertamente antineoliberal y como Oscar Landerretche ya los notifiquen de que no lo van a hacer. 

Porque lo que realmente se debate en esta elección es la ruptura con el orden social, económico y cultural que lo caracteriza y contenido en la Constitución de 1980. El centro político, representado hasta hace no mucho por la Concertación de Partidos por la Democracia, no es en la actualidad el centro doctrinario que representaron el Partido Radical y la Democracia Cristiana en el siglo XX, que impulsaron grandes rupturas con el sistema capitalista como la reforma agraria, o el reconocimiento de los pobladores urbanos y su derecho a organización y ciudadanía; la creación de una incipiente industria nacional y sistema nacional de educación; la democratización del sistema político, a través de la creación del Registro Electoral, la Cédula Única y el voto femenino. 

Hoy en día ese centro, su discurso y propuestas, a lo único que tienden, por el contrario, es a contener la profundidad que la hora actual reclama deben tener las reformas políticas, económicas, sociales y culturales que debe impulsar un futuro gobierno de izquierda y progresista. Estas no serán además el resultado de un gobierno ni de una alianza de partidos. Es el pueblo el que las protagonizará y las propuestas que hoy se debaten o debieran debatirse en la primaria, las que lo movilicen o de lo contrario, quedar apenas como un pie de página en los libros de historia del futuro. 


domingo, 15 de junio de 2025

Encuestas y lucha política

Andy Warhol. Mao, 1972

El 13 de junio, el senado aprobó la reforma electoral que constitucionaliza ciertas normas que restringen el pluralismo, la libertad del voto y retrotraen las normas de participación política a las contenidas en el sistema electoral binomimal. Este retroceso contó con el auspicio y el apoyo de la derecha y senadores socialistas y del PPD. Difícil de explicar excepto por la archirepetida y poco creíble cantinela de la estabilidad y los acuerdos.

Ello, en medio de una poco disimulada añoranza de algunos por los viejos buenos tiempos de la Concertación. Ciertamente, una aspiración utópica e irrealizable pero que contiene una pulsión por la moderación que además, pretende ser una suerte de test de seriedad, realismo y finalmente garantía para la gobernalibilidad. 

Un acartonamiento que le viene muy bien a la candidata de la derecha tradicional y que sin duda es visto con condescendencia por los candidatos de ultraderecha, que ven como les adelantan la  pega de conformar un Parlamento dócil en caso de llegar a ganar las elecciones presidenciales, lo que es altamente probable de no mediar una decidida conducta de la izquierda y el progresismo para negarlo. 

En efecto, y como una muletilla a la cual se recurre como supuesta prueba de aquella moderación y vocación por la gobernabilidad -aunque esta no signifique otra cosa que la estabilidad para los negocios y la profunda escición clasista que caracteriza a nuestra sociedad- está el permanente recurso a la denuncia de los excesos, la violencia espontánea y la rebeldía social frente a las instituciones que las resguardaban, de la que la evasión masiva en el metro y la locomoción colectiva; o la destrucción de los portales de cobro de las carreteras interurbanas o las demandas por recuperar una pequeña fracción de la propiedad de trabajadores y trabajadoras esquilmada mensualmente por las AFP´s fueron un pequeño ejemplo el 18 de octubre y posteriores.

Luego, el de denunciar y exigir arrepentimiento por haber osado tratar de cambiar la Constitución, como si el adefesio que actualmente nos rige fuera un monumento al derecho y la razón cuando es precisamente el armazón institucional sobre el que se sostienen. Las explicaciones, no siempre muy bien hilvanadas y sí muy forzadas de los candidatos y candidatas que se creen en la obligación de darlas, solamente demuestran su incapacidad de conducir el nuevo período político que se abrió en el país. 

Lamentablemente no pocos han sucumbido al encanto de las encuestas y la política coyuntural que no tiene otra finalidad que obtener buenos resultados en estas, como si en el país no pasara ninguna otra cosa, como el gol de mediacancha que los sectores conservadores acaban de anotar en el senado y que es de esperar sea revertido en la Cámara de diputados y las organizaciones sociales y sindicales rechacen y lo conviertan en demanda política -pues, entre otras linduras, también los excluye de sus derechos de particiapción política-. 

La encuestomanía que se ha apoderado de muchos, además, profundiza esta característica del neoliberalismo de hacer aparecer sólo números, estadísticas y fenómenos transitorios como si fueran la sociedad real, ocultando al mismo tiempo el conjunto de las contradicciones sociales -de clase, culturales, ambientales, territoriales y de género- que son finalmente las que explican las posiciones de los partidos, coaliciones y candidatos por los que se consulta en ellas. Así, lo que es mera apariencia es presentado por el sistema, incluyendo centros de estudio de opinión pública y medios de comunicación, como el contenido verdadero de la política  y a la sociedad real como una excusa para la demagogia. 

Uno de los resultados más nefastos de esta manera superficial y volátil de comprender la política, es el sectarismo y la dispersión del campo social y popular, representado hoy en candidaturas diversas en la primaria oficialista, como si en ellas estuvieran contenidas la auténticas contradicciónes de la sociedad. Es precisamente lo resuelto en el senado y la manera en que los representantes de la izquierda y el progresismo se comportaron en la ocasión lo que señala el verdadero contenido de lo que debate la sociedad chilena en la actualidad. 

Lo que además, debiera motivar el camino a seguir, que es fortalecer su unidad política y social, más allá de lo que dicen las encuestas y de que circunsatancialmente se exprese en diversas precandidaturas presidenciales. No comprenderlo puede hacer del despertar al encanto de las encuestas y la manipulación de masas que ellas representan una amarga experiencia que profundice la dispersión en lugar de fortalecer la consciencia de la responsabilidad histórica que tiene en la actualidad.   


miércoles, 4 de junio de 2025

Ruptura y unidad

Jorge Tacla. Solución geométrica. 1995

                              



Quedando poco menos de un año al actual gobierno, es el momento de hacer las proyecciones. A estas alturas, y considerando la experiencia adquirida, queda de manifiesto la necesidad que tiene la izquierda de resolver la distancia que la separa de los movimientos sociales, especialmente del movimiento obrero y sindical, factor clave en todos los procesos de reforma social y política en diversos momentos de la historia de Chile.

El período presidencial que termina, fue un período peculiar pues en éste, junto con reformas parciales en materias estratégicas para el país -en lo tributario, lo laboral, riquezas básicas y pensiones- se planteó también la realización del cambio político más ambicioso, que es el cambio constitucional. La historia es conocida. La izquierda, pese a su condición mayoritaria en el órgano que redactaría la nueva Constitución y resueltos en el Parlamento muchos de los límites impuestos por el acuerdo que le dio origen, fue derrotada en el plebiscito de salida. Y aún cuando el programa de gobierno y las políticas específicas comprometidas con el pueblo en principio no dependían de esto, el efecto subjetivo y desmovilizador que tuvo fue devastador, sin que hasta ahora nadie se haya hecho cargo. 

Por consiguiente, de ser la tumba del neoliberalismo, el país pasó a ser una suerte de paréntesis entre un sistema moribundo y un futuro incierto que incluso podría ser la irrupción de un fascismo de nuevo tipo, una suerte de purgatorio. Ello, producto de la desmovilización de la sociedad, de los sindicatos y las organizaciones y movimientos sociales. Las razones pueden ser muchas y determinarlas, la materia de un debate que no se ha dado. La mezcla de economicismo, maximalismo chusco, sectarismo y un pragmatismo determinado circunstancialmente, fueron muy funcionales al propósito de la derecha y los empresarios de evitarlo. 

Las reformas realizadas por la actual administración, de hecho, fueron impulsadas y prácticamente conquistadas, por la burocracia gubernamental y si no fueron más profundas -de lo que tanto ésta como sus beneficiarios en la sociedad civil se quejan- es precisamente por esto. Porque no fueron el resultado de la movilización y la lucha de masas sino del muñequeo y de acuerdos difícilmente conseguidos en un Parlamento donde el gobierno y la coalición de partidos del Presidente, estaba en minoría. 

Deudas importantes del actual período que determinarán la política de cualquier gobierno de izquierda en el futuro, son las que dicen relación con una política internacional que ponga el énfasis en la integración de América Latina, la solidaridad con los procesos de cambio como los de Venezuela, México y Colombia y un discurso enérgico de denuncia del avance del fascismo y las pretensiones del imperialismo norteamericano de someterla en el marco de su bancarrota. 

Otra, el tratamiento de la cuestión indígena, especialmente lo que dice relación con las demandas del pueblo mapuche de reconocimiento como Nación, de su autonomía y reparación por el despojo al que el Estado de Chile lo ha sometido. También, la necesidad de continuar y profundizar las reformas que en materia laboral y previsional se realizaron, especialmente en cuanto a fortalecimiento de la negociación colectiva y derecho a huelga y el fin efectivo del sistema de AFP´s. 

Ciertamente, los avances logrados en materia de igualdad de género y de reconocimiento de los derechos de las divergencias sexogenéricas, están en peligro actualmente por el avance del fascismo en el mundo. Estas, junto a los y las inmigrantes, han sido señalados ya por la reacción como su objetivo en la coyuntura. La mejor resistencia que se puede oponer es no solamente la profundización de legislaciones progresistas sino la constitución de un denso y activo movimiento social que asuma que un retroceso en este frente, es la cabeza de playa que la reacción pretende instalar para ir después por la educación pública y el movimiento juvenil; por los sindicalistas, defensores y defensoras del medioambiente como Julia Chuñil y todos los que le pongan obstáculo a su programa de ajuste y represión. 

Un factor clave de este proceso será la unidad de la izquierda. Construir una dirección compartida que incorpore los organismos de masas, territoriales, sociales y sindicales. No se puede ser unitario para construir una lista parlamentaria y sectario en el sindicato. Eso es oportunismo. El límite de los gobiernos de coaliciones amplias, como los de la Nueva Mayoría y también el actual, lo puso precisamente su incapacidad para construir una dirección que los lleve más allá de lo posible, una ruptura, y ésta dirección siempre será compartida, no el patrimonio exclusivo de un grupo. 


jueves, 29 de mayo de 2025

Entre un Chile que muere y otro Chile que bosteza


Diego Rivera. El hombre controlador del universo. 1934


Si no fuera por los estrambóticos anuncios y propuestas de Kaiser y Kast, la previa de las elecciones presidenciales sería de un aburrimiento supino. Uno que no surge de un consenso sobre las normas de covivencia social, sino sobre la incapacidad de reflexionar acerca de éstas y de hacer propuestas que vayan más allá de las actualmente vigentes. 

Excepto la chimuchina que gira en torno a acontecimientos de la coyuntura, que son las que genera una prensa venal enredada en unas extrañas relaciones con la fiscalía que se ha transformado -como ha ocurrido en toda América Latina- en un instrumento al servicio de los poderes constituidos en los últimos treinta años, las noticias son para bostezar. 

La persecusión judicial en contra del ex alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, así como el caso Sierra Bella, caso inventado para afectar a la alcaldesa comunista Iraci Hassler, por el que allanan la casa de la diputada de la República Karol Cariola e intentan invoucrar al del FA Gonzalo Winter, parecieran ser lo único a que referirse en el debate público. 

Ahora, el abuso de funcionarios públicos con las licencias médicas, lo que por cierto es indignante y motivo para medidas administrativas y penales cuando corresponda. 

Pero excepto la clásica letanía de reducir el tamaño del Estado, lo que con entusiasmo promueve la derecha -del tipo motosierra o tijeras de podar-, nada. No hay un debate acerca del carácter del Estado, de sus funciones y estructura. Aparentemente, después del rechazo a la propuesta de la Convención Constitucional, todos dan por hecho que no hay nada más que decir al respecto o a lo menos no públicamente ni como motivo para disputar la dirección del gobierno y el poder legislativo. 

En el Parlamento, se discute con la misma modorra una reforma del sistema político que no entusiasma a nadie excepto a los incumbentes -ni siquiera a todos- y al empresariado nacional, ansioso por recuperar la estabilidad aparente que predominó en el pasado y que su avaricia y afán de lucro desenfrenado, desenmascaró como la apariencia que es, tirándola al tacho de la basura de la historia. 

Evelyn Matthei, en este sentido, es la candidata de la nostalgia. Lucía Santa Cruz, historiadora y escritora del CEP, ha planteado que una segunda vuelta entre ella y Carolina Tohá sería ideal. Lamentablemente para ellas, ni la Concertación existe, a no ser como una exigua e inconfesable añoranza, ni la derecha de los consensos es muy funcional actualmente, a la hora de aplicar los planes de ajuste brutal que aquellos esperan -como los de Trump y Milei- y necesitan para recuperar las tasas de ganancia obtenidas por un neoliberalismo pujante en la época de oro de la globalización. 

Todo lo contrario. La globalización retrocede en la misma medida que ha resultado incapaz de evitar las recesiones propias de los ciclos descubiertos por la ciencia económica y cumplir su promesa de una era de crecimiento y bienestar permanente e ilimitado garantizada por el mercado. Todo lo contrario, está en su origen. Es la razón por la cual no les queda más remedio que volver atrás y profundizar las razones de su inviabilidad; un capitalismo depredador con la naturaleza, despiadado a la hora de explotar la mano de obra y en el que el Estado no tiene mucho más que hacer que ocuparse de la represión, la seguridad y la administración de justicia.  

Modelo que para ser realizable, debe modelar sociedades más homogéneas social, cultural, racial y nacionalmente. Quimera que niega la historia y el conflicto social precisamente, expresándose en discursos de odio hacia todo lo que lo niega: sindicatos, migrantes;  pueblos indígenas y divergencias sexogenéricas. Ello parece un discurso tan inculto como para no ser tomado en serio y que, sin embargo, ha logrado encantar y movilizar a grandes masas en Argentina, Brasil, los Estados Unidos y en Europa y que seduce también a la derecha tradicional en Chile cuando las demandas por democracia y justicia social apremian. 

Sacar de esta somnolencia a nuestra sociedad es la posibilidad que la coyuntura ofrece. La reacción la aprovecha para hacer tolerable a la misma sociedad su repertorio de ajuste y represión. La izquierda, por el contrario, para negar las condiciones que usan como pretexto para imponerlas como si fueran lo único posible y proponerse la construcción de una nueva sociedad. 

martes, 20 de mayo de 2025

El futuro se define en la primaria oficialista



El Bosco. Las tentaciones de San Antonio. 1501

Las fuerzas democráticas van a asistir a una primaria única para definir el candidato o candidata que va a enfrentar en noviembre a la reacción. Son las que hace más de treinta años lucharon contra Pinochet; las que denunciaron las violaciones a los Derechos Humanos mientras otros se hacían los tontos y se enriquecían en las empresas  privadas favorecidas por la dictadura con subsidios, transferencias de recursos; compra de servicios y tercerización de funciones o tenían responsabilidades en ministerios; municipios y empresas del Estado. 

Dicha elección presidencial no es una confrontación electoral más. Se trata de un combate por la defensa de la democracia y el derecho de la sociedad a definir sus destinos sin la tutela de una autoridad  que pretende hablar por ella y pontificar acerca de lo que le conviene desde el púlpito; la comodidad de sus oficinas en Vitacura; los pasillos de fundaciones pro-familia y centros de estudio; y grandes empresas que esperan apropiarse nuevamente de riquezas básicas; contratos con el Estado y privatizaciones. Los que van por los sindicatos; las minorías sexuales y la población transgénero; por los pobres; los que quieren profundizar el despojo del pueblo mapuche y la tierra, expulsar a los inmigrantes y llenar las cárceles con todos ellos. 

No es una exageración ni una profecía catastrofista; ya Trump lo está haciendo, lo mismo que Milei en Argentina. La elección de noviembre no es una competencia entre demócratas. Es una disputa entre la democracia y el fascismo. 

En la primaria oficialista se debaten las formas de hacerlo y las ideas que van a derrotarlo para comenzar a superar las condiciones de desigualdad, exclusión y autoritarismo que permiten su reproducción. El fascismo es como un parásito que se alimenta de estas hasta coparla, monopolizar sus instituciones, medios, y hasta las conciencias de masas, que como a mediados del siglo XX, aplauden discriminación, persecución, confinamiento forzado y exterminio mientras afectan a otros y hasta que le llega el turno de sufrirlo en carne propia. 

Ya los candidatos de Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático y sus comandos, han señalado sus diferencias de cara al país, mientras la derecha, desde Matthei a Kaiser, oculta sus verdaderas intenciones tras un grupo de consignas facilonas y de anuncios tan rimbombantes como vacíos e irrealizables. Pura demagogia. 

En la primaria oficialista, en cambio, se debaten con la honestidad y la legitimidad que les da haber luchado siempre por la democracia y la defensa de los Derechos Humanos, ideas, proyectos de país. La continuidad de reformas democratizadoras y de justicia social que impulsadas por gobiernos de distinto signo político, se vieron interpeladas por la protesta social y el empuje de masas de jóvenes, estudiantes, mujeres, pueblos originarios, trabajadores y trabajadoras que luchaban por mejores salarios, derechos a la educación, la vivienda y una previsión justa; salud oportuna y de calidad; respeto por el medioambiente y participación; contra las "cocinas" y los arreglines que escamotearon en más de una oportunidad la voluntad popular para reemplazarla por la prédica de los "técnicos".

Aspiraciones que, sintetizadas en la demanda por una nueva Constitución, se mantienen vigentes y que la derecha pretende resolver aplicando las mismas recetas que les dieron origen: privatización, flexibilidad laboral y sobreexplotación; depredación del medioambiente, consumismo y endeudamiento. Ahora, condimentado con aumento del control y la represión hacia los jóvenes y especialmente, de la juventud popular; las organizaciones sociales y de trabajadores  y usando -con el sadismo que ha caracterizado las administraciones de Trump y Milei-a los más vulnerables como chivo expiatorio: la población migrante y las divergencias sexogenéricas, persiguiéndolas, encerrándolas en campos de concentración y realizando deportaciones ilegales y arbitarias.  

La primaria oficialista no es por consiguiente el cumplimiento de un mero formalismo ni de una obligación legal; un acto "republicano" acartonado o de civismo superficial. 

Es la oportunidad para recuperar su conexión con las demandas del pueblo y las tendencias históricas y sociales que provienen de las profundas grietas que el sistema neoliberal ha abierto en las entrañas de nuestra sociedad expresadas en desigualdad, exclusión, abusos, inseguridad y sensación de vulnerabilidad frente a la violencia -tanto la mafiosa como la institucional-. Estas se han manifestado a lo largo de los últimos treinta años más de una vez. En las luchas por verdad, memoria, justicia y reparación frente a las violaciones a los DDHH; las luchas del magisterio por el pago de la deuda histórica y la educación pública y los trabajadores y trabajadoras del Estado por la defenza de la función pública y los del cobre por la defensa de CODELCO. El 2006; el 2011; el 2019, y lo seguirá haciendo mientras no haya cambios de fondo de las condiciones que las originan. 

Por eso, las ideas que se debaten, las que están en juego el 29 de junio, no son solamente respecto de cuestiones técnicas o de procedimiento. Son la expresión de una moral que superará, que debiera hacerlo, la del individualismo; la codicia y el pituto. Los demócratas no vamos a discutir en la primaria qué tanto Estado ni qué tanto mercado necesita nuestra sociedad -como lo ha planteado recientemente Alvaro García, del comando de Carolina Tohá, de una forma por demás simplista- sino para qué los queremos. No qué tan de centro o qué tan de izquierda es el programa que le vamos a proponer al país en noviembre, sino qué contenidos va a tener. 

No si es más "responsable" o si es más "utopista" sino si va a ser un programa de ruptura con el orden neoliberal vigente y las condiciones que han facilitado la irrupción de las fuerzas destructivas que amenazan a la democracia en la actualidad; si va a insistir en la vieja canción de los acuerdos o en las reformas estructurales a favor del pueblo y el medioambiente. 

Candidatos, candidatas, partidos y comandos son instrumentos puestos al servicio de este debate. Es el pueblo excluido, la gente de a pie, la que debiera protagonizarlo y hacer de esta un triunfo que se proyecte en noviembre para propínarle una derrota estratégica y definitiva a la derecha y que logre detener al fascismo en nuestro país. 



lunes, 12 de mayo de 2025

No dormirse en los laureles


Carlos Maturana, Bororo. El calefont. 1985


Afortunadamente, el sentido de realidad y las necesidades del pueblo se han ido imponiendo- más lentamente de lo deseable, en todo caso- de modo que todos los sectores democráticos tienden a agruparse en torno a la primaria oficialista. Los chovinismos de partido y las ambiciones personales han ido cediendo espacio al razonamiento frío y sencillo de que la suerte de todos está atada y que un triunfo derechista en las elecciones de noviembre, significa un retroceso para la democracia y el pueblo.  

A regañadientes, hasta los más escépticos han tenido que reconocer que el significado de la coyuntura histórica a la que ha llevado a la humanidad el neoliberalismo, no sólo en Chile sino en todo el mundo, es extremadamente delicada.  Por la catástrofe ambiental a la que se enfrenta; por la posibilidad de una tercera guerra; los riesgos de una tecnología que se autonomiza del control del ser humano como factor del crecimiento económico; las pandemias; la recesión, con sus consecuencias de desempleo masivo y hambre para cada vez más extensas legiones de seres humanos. 

La derecha se fagocita a sí misma en una guerra desatada entre sus diferentes facciones –de Chile Vamos a Republicanos, libertarios y socialcristianos, de Matthei a Kaiser-, cada cual más reaccionaria y violenta. Pero ojo, es característico de su naturaleza hacerlo, como parte de la inercia propia del sistema que consiste en desatar fuerzas cada vez más destructivas como condición de su regeneración permanente. Destrucción de fuerzas productivas y riquezas acumuladas para crear otras nuevas sin importar su costo social expresado en desempleo, aumento de la pobreza, obsolescencia prematura de adelantos tecnológicos que producen basura y aumento de la contaminación, entre otros.

Esa tendencia inherente del sistema, se manifiesta en la irrupción de la ultraderecha y un fascismo remasterizado, que empuja cada vez más a la derecha tradicional a posiciones morales fundamentalistas y clasistas que incluyen su desprecio por el trabajo y los trabajadores; su rechazo por el pueblo mapuche; codicia y avaricia presentadas en un envoltorio pseudocientífico que pretende legitimar como motivaciones del desarrollo económico. Ello, sin embargo, no sin resistencias, debates y contradicciones que la desorganizan y la hacen presentar ese aspecto zigzagueante, oportunista y tan débil que lo más probable es que finalmente sucumba ante ella.

La suerte no está echada ni mucho menos. Ni siquiera un triunfo electoral de las fuerzas progresistas en noviembre va a detenerla sino sólo si dicho triunfo significa una transformación de las mismas condiciones que han hecho posible su normalización. Es la construcción de una nueva sociedad; de unas relaciones de los seres humanos entre sí y de estos con la naturaleza lo único que podría evitarlo. Relaciones basadas en el reconocimiento del trabajo como fuente de riqueza, bienestar y realización; de la diferencia como fundamento de la identidad de nuestras sociedades; de la democracia y la participación como la forma legítima de resolver las diferencias y de tomar las decisiones que a todos y todas nos afectan.

En pocas palabras, del cambio social. Este debiera expresarse en una representación que diera cuenta de los sectores sociales interesados en dicho cambio  pues su posición subordinada en las relaciones entre las clases, movimientos sociales y de estos con el Estado, los coloca en una situación de vulnerabilidad y exclusión que no es circunstancial sino esencial al neoliberalismo. Asimismo en la unidad de los partidos y movimientos de izquierda comprometidos con impulsarlo.  Movimientos sociales y de masas y no números ordenados y presentados en encuestas para la ocasión sino sujetos sociales y políticos.

No es momento de sacar cuentas alegres sino de prepararse para una larga y dura batalla que va a requerir movilización de masas, unidad de la izquierda y mantener en alto la crítica frente a la autocomplacencia y el falso optimismo que sólo oculta una conformidad conservadora con el mediocre orden de cosas actual.