Honoré Daumier. El levantamiento. 1848 |
Después del
plebiscito del 4 de Septiembre pasado y más recientemente, de la elección de
los consejeros que van a redactar la propuesta de nueva Constitución, como se
dice vulgarmente, los empresarios y sus partidos, arrancaron
"padelante". De modo oportunista y a lo mejor un poco apresurado,
decidieron que las cosas volvían a estar en el mismo punto previo al 18 de
octubre, el "Oasis de Piñera". Lo habrá sido para ellos y en su
sobreideologización, creen sinceramente que lo es también para el resto de los chilenos
y chilenas.
Es
así como por ejemplo, las APP's, y los partidos de Chile Vamos y los
Republicanos, anuncian desde ya su rechazo a la reforma al sistema de pensiones
excepto en lo que dice relación con el aumento de la PGU. El lema "con mi
plata no" levantado por el testaferro de Larraín y cía, el señor Francisco
Orrego, conocido difusor de noticias falsas y mensajes para confundir al
pueblo y los electores, en la previa del plebiscito constitucional del 4 de
septiembre pasado, lo expresa con total claridad. Esto es, la ideología que
pretende que los trabajadores son dueños de algo que graciosamente y con mucho
esfuerzo e inteligencia, administran las AFP´s. Por cierto, como toda
ideología, oculta el carácter de clase del sistema previsional, basado en el
despojo mensual de los salarios de los trabajadores, que es el pichintún que
los empresarios están dispuestos a compartir con ellos del resultado de la
productividad.
Tampoco
se refieren el señor Orrego, la Asociación de AFP´s ni el señor
Fontaine, otro de los guaripolas de la defensa de las AFP, que esa
plata presuntamente de cada trabajador y trabajadoora, los dueños de las AFP
-que a su vez son dueños de bancos, tienen intereses en el retail, la energía y
un sinfin de otras industrias- la trabajan todos los meses para acrecentar sus
exhorbitantes ganancias, informadas por la prensa sin que a nadie le parezca
escandaloso, mientras profesores y profesoras, enfermeras, empleados,
trabajadoras y trabajadoras son condenados a una vejez miserable en la que no
mueren solamente porque el Estado les paga la PGU.
Haciendo
gala de este desparpajo y de la prepotencia de clase, que históricamente la ha
caracterizado, la derecha se ha opuesto también a la reforma tributaria, como
si esta consistiera en una expropiación y ha recurrido a todos los argumentos
noventeros de que dispone el manual de neoliberalismo con el que deben
estudiar. Los impuestos desincentivan la inversión; si no hay inversión, no hay
industrias ni trabajos, y el trabajo es la única manera de salir de la pobreza....etcétera,
etcétera argumentos que repiten todos los Homeros Simpson de Chile. La derecha
y los empresarios ya notificaron al país, que no están dispuestos a disminuir
la desigualdad brutal que originó la ola de protestas y el levantamiento
popular del 18 de octubre del 2019.
Ni
cortos ni perezossos, recurrieron incluso al inefable Tribunal Constitucional
para tratar de echar abajo la ley aprobada por el Parlamento que sanciona los
delitos tributarios, con la misma chiva por cierto.
Mientras
tanto, el Consejo Constitucional, intenta resolver un enigma peor que el de la
Esfinge que asolaba la ciudad de Tebas en la antigüedad. Esto es, cómo
garantizar un Estado Social y de Derechos, cuando la mayoría del consejo no
cree en él o al menos, cree que es posible armonizarlo con el Estado
Subsidiario.
De
no resolverlo, su destino no va a ser muy distinto que el de los viajeros que
no respondían le correctamente, una horrible muerte. Los escándalos de
corrupción, que son una característica típica del neoliberalismo, siguen
estallando incluso en el marco de un gobierno que se ha propuesto ponerle la
lápida. El caso convenios primero y el que sirvió de pretexto de la
acusación constitucional contra el ministro de educación Marco Ávila. En ambos
casos, la reacción ha sido correcta y oportuna. Sin embargo, la
arremetida de la derecha, presuntamente defensora de la probidad, del buen uso
de los recursos del Estado y del crecimiento económico, como toda ideología,
manifiesta y al mismo tiempo oculta los valores de clase, la cultura que
inspira su concepción del mundo y la sociedad.
Uno
basado en el puro cálculo, en el interés egoísta y la competencia como factor
del desarrollo económico y la armonía social. Todas ideas por cierto,
fracasadas una y otra vez y que están en el origen de cada estallido de
protesta social de las que ha sido protagonista la sociedad en los últimos
treinta años. El ministro Montes, uno de los cuadros mejor preparados y con más
experiencia política de los que conforman el gobierno, ha demostrado una
decencia política, un sentido de la responsabilidad de Estado y de Gobierno,
que contrastan con la pequeñez de la derecha y su nulidad intelectual. Ha sido
de hecho, uno de los pocos que ha señalado el desmantelamiento del Estado
propio del Estado subsidiario, en este caso del ministerio de vivienda, como el
origen de la crisis del sector que le toca conducir.
El
Ministro Ávila, una vez rechazada la acusación constitucional en su contra, y
ante la insistencia majadera de la derecha en sus retorcidos argumentos sólo
con un afán propagandístico, ha planteado el carácter de contratos entre
privados, para referirse a los que realiza la JUNAEB con los proveedores de la
raciones alimenticias que se reparten en las escuelas y las pocas capacidades
de fiscalización que tiene el mineduc para velar por su contenido y también por
su cumplimiento. Es el Estado subsidiario el que demuestra una y otra vez
su fragilidad, por decirlo suavemente, y la fragilidad en la que pone a la
sociedad frente a los casos de corrupción. La corrupión, en el fondo, no es más
que la manifestación más conspicua del tipo de sociedad contenida en la
constitución actual, basada en el "sálvese quien pueda".
La
izquierda, el progresismo; las coaliciones que conforman el gobierno; los partidos
aliados y cercanos y que comparten el propósito de tener una nueva
Constitución; el gobierno y todas sus autoridades, no solamente deben tener una
actitud proba y honesta; fiscalizar y denunciar la corrupción y los malos
manejos en la administración. Deben además, entrar de lleno al terreno de la
lucha ideológica con la derecha y demostrar que sus denuncias y sus ínfulas de
fiscalización son puro fariseismo. Que los valores que la inspiran no se oponen
a la desigualdad; que se basan en el individualismo, en el egoísmo y el afán de
lucro. Que su actuación política tiene como propósito mantener las cosas tal
como están porque sus valores, son conservadores en esencia.
Arrancar
padelante significa eso, significa mantener las cosas como están. Para ello, la
reacción, la derecha y el empreariado disponen de una ideología que hace de sus
valores, los de toda la sociedad. Sin combatir esta ideología, sin que la
izquierda y el progresismo le opongan otros valores inspirados en una visión distinta y
opuesta de Esado y sociedad y los haga explícitos, la derecha y los empresaros van
a continuar a la ofensiva y la sociedad, el gobierno dando expliaciones y el puelo, sin distinguir a los demócratas de
los reaccionarios.