Francisco Goya y Lucientes. Capricho |
Todos los medios hablan del bochornoso
debate de los precandidatos de la derecha en televisión. El presidente de
la CPC, el ex ministro de RREE de Sebastián Piñera, dice que “esperaba más” al
tiempo que lo comentado por los medios y en las redes sociales, son los
improperios, las burlas y ataques, francamente chabacanos por lo demás, que se
espetaron mutuamente.
No hubo ideas, análisis ni propuestas. Una coalición que hace un año, celebraba su "triunfo" en las municipales, hoy día aparece dando un espectáculo televisivo aparentemente insulso.
Un debate carente de contenido; más parecido
a un reality show que a una confrontación política entre quienes aspiran
representar a su sector y gobernar el país.
Sin embargo, lo que en apariencia es un espectáculo insulso es un evento lleno
de connotaciones y muy revelador de lo que es la derecha y podría llegar a ser
en el gobierno.
En efecto, a la falta de ideas excepto la archiconocida receta de privatizaciones, flexibilidad laboral, destrucción del medioambiente y apertura comercial, la derecha y la reacción recurre a la irracionalidad; la prepotencia y la violencia -verbal en este caso- para tratar al adversario.
Es fácil imaginar que si lo hacen entre
sí y públicamente, serían capaces de eso y más en caso de gobernar el país con
quienes se opongan a su conocido repertorio de eternas
"modernizaciones".
En un país en el que la reflexión y la
deliberación democrática de la sociedad ha sido reemplazada por los
automatismos del mercado, lo que parece un espectáculo bochornoso es en
realidad una operación mediática parecida a la transmisión televisiva de la
Guerra del Golfo en 1991. La barbarie convertida en espectáculo.
Una expresión de fascismo puro y duro. Lo aparentemente insulso carga un contenido, un pensamiento, una moral profundamente reaccionaria y violenta.
Lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son capaces de movilizar opinión pública y una fuerza electoral considerable. Y es ese, precisamente, el sentido de televisar semejante pantomima.
No hay ningún error de cálculo ni un traspié inesperado. Es el último recurso de la derecha; infundir temor, ira; descalificar al otro -aunque sea de los mismos-.
Una expresión de fascismo puro y duro. Lo aparentemente insulso carga un contenido, un pensamiento, una moral profundamente reaccionaria y violenta.
Lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son capaces de movilizar opinión pública y una fuerza electoral considerable. Y es ese, precisamente, el sentido de televisar semejante pantomima.
No hay ningún error de cálculo ni un traspié inesperado. Es el último recurso de la derecha; infundir temor, ira; descalificar al otro -aunque sea de los mismos-.
No hacerse cargo de esto, es como dice
Mayol "no entender nada" y una posición muy cómoda para el intelectual de clase
media que no arriesga mucho en esta coyuntura, y en su caso además, cuando proviniendo de una familia de derecha y burguesa, no ha tenido que resistir la
represión, la persecución, la falta de empleo o los bajos salarios.
Algo parecido al rol que jugó MEO en las
elecciones del 2010.
En ese caso, las posibilidades de una
derechización de la situación nacional, como ha ocurrido en Brasil y antes en
Argentina, son más altas que hace un par de meses. Y en este caso, eso no depende única y exclusivamente de tendencias históricas ineludibles sino de la voluntad política.