Marinus van Reymerswaele. El mercader y su mujer. 1490 |
El reciente rechazo a los dos proyectos de retiro de 10% de los ahorros, administrados por las AFP´s, dejó algunas lecciones que solamente no ven quienes no quieren hacerlo. El primero de ellos, que los ahorros, pese a toda la prédica derechista y liberal que pregona lo contrario, no son propiedad de sus "titulares". Se trata de riqueza producida por trabajadores y trabajadoras secuestrada mensualmente por un par de empresas para su propio lucro.
En este sentido, es evidente que un proyecto para declarar inexpropiables esos fondos, sea a través de una ley simple o una norma constitucional, es pura charlatanería. Eso pues esos fondos hace rato dejaron de ser de quienes los produjeron y acumulado en cuentas individuales administradas por terceros. Cada vez que los primeros han tratado de retirarlos, se han debido aprobar sendas leyes o reformas constitucionales para hacerlo posible. Esto es, se ha debido desarmar todo un aparato jurídico que expresa precisamente esta paradoja. Dicho de manera vulgar, no es llegar y llevar.
Y en segundo lugar, cada vez que se ha hecho efectivo, los administradores advierten la merma del fondo y por tanto de las futuras pensiones; no así cuando ellas los dilapidan en la bolsa, como si fueran propios.
Por si fuera poco, según los economistas del sistema, cuando los cotizantes retiran sus ahorros, se pierde riqueza pues estos se transforman en inflación, afectando finalmente a sus mismos propietarios pues los ven reducirse entre sus manos. En este sentido, lo mejor es que se queden guardados. Es la avaricia elevada a la categoría de principio de la economía política gracias a la naturalización de las concepciones neoliberales que asimilan el dinero a la riqueza.
Cuando las administradoras privadas la malgastan, en cambio, se transforma. En efecto, se transforma en otros negocios. Unos pierden, otros ganan, no precisamente quienes "ahorran" mensualmente parte de su salario en las AFP. Así funciona el mercado. Y los inocentes "propietarios" de las cuentas, se transforman en meros espectadores. Condición completamente opuesta a la del propietario, sujeto activo y protagonista de su destino según los liberales. Los presuntos propietarios de los fondos son como unas almas puras -para usar la terminología del idealismo objetivo- que no tienen ninguna relación con lo real, en este caso sus ahorros previsionales.
Un ejemplo típico de la manera en que opera la ideología. El hombre al servicio de las cosas. Y la teoría como encubridora de esta inversión e incluso legitimando esta doble enajenación, primero en la producción y después en el mercado financiero. Dicha operación ideológica, oculta además el carácter de clase de la propiedad bajo el sistema neoliberal y la legitima. Una suerte de astrología de lo social. Un discurso muy lógico y bien entrabado aunque no tenga nada que ver con la realidad e incluso la oculte. En primer lugar, la existencia de clases sociales como fenómeno social ineludible y del que debe hacerse cargo la "política pública".
Esto, por cierto, deja en evidencia al mismo tiempo el carácter de clase de toda la cháchara liberal que defiende el sacrosanto principio de propiedad abstracto en que se funda. Si se trata de la de las administradoras privadas de fondos de pensión, evidentemente no se puede tocar. Si se trata de los ahorros de los cotizantes, logrados después de horas, días, semanas, meses y años de trabajo inmisericorde y mal remunerado, debe ser arrancado, mediante complicadas reformas legales y tras intensas jornadas de movilización popular, de la codicia de esas empresas y sus dueños que usufructúan de ellos sin ninguna contemplación.
En tercer lugar, toda esta trama de enredos, salpimentada de leguleyadas y argumentaciones técnicas, solamente ha dejado en evidencia, además, que cualquier solución al problema de la propiedad de los fondos es irresoluble en los marcos del sistema neoliberal. Éste ha trastocado de tal manera los valores de una sociedad democrática que no se debate sobre seguridad social, sino del funcionamiento de un mercado de capitales y de su equilibrio como corazón del modelo. Es momento, tal como dijo el Presidente Boric, de discutir acerca de la transformación estructural del sistema previsional para convertirlo en lo que dejó de ser en 1981, esto es, un sistema de seguridad social.
La Convención Constitucional avanza a paso firme en esa dirección y la derecha, los dueños de las AFP´s y el batallón de ideólogos que tiene a su disposición -empezando por el señor Bernardo Fontaine- han desatado una agresiva ofensiva propagandística para desacreditarla a ella y a la nueva Constitución, recurriendo a las caricaturas más grotescas y a otras presuntas verdades científicas de la economía neoliberal que no son más que ideología. La batalla se libra en la Convención, donde van perdiendo por goleada, pero también en el Parlamento, donde además cuentan con la oportuna asistencia de algunos senadores socialistas, democratacristianos y de lo que queda de la Concertación.
Es momento, pues, de que el Parlamento enfrente de una vez por todas un debate de principios acerca de la seguridad social en el país. Por cierto, algo muy distinto a lo que ha hecho desde 1990 en adelante, en que se ha limitado a discutir pequeños ajustes a una política inventada producto de los delirantes razonamientos de los economistas de Chicago, parapetados en las oficinas de la ODEPLAN. El Parlamento debe de una vez por todas, enfrentar ese debate de principios para eliminar la brecha ideológica -aparentemente irremontable- que hay entre la realidad social y la política pública concebida en los marcos del sistema neoliberal.