Una semana después de la conmemoración del inicio de la
revuelta popular que lo hizo posible, se realizó el plebiscito pospuesto
durante treinta años, para poner fin a la Constitución del 80. Todo el
mundo conoce la historia. Después del plebiscito de 1988, la ex Concertación de
Partidos por la Democracia, pactó con la dictadura militar, representada por su
Ministro del Interior, Carlos Cáceres, un paquete de reformas constitucionales
que la hicieron todavía más rígida y difícil de reformar...no digamos
derogar.
El año 1998, Pinochet asumió como Senador Vitalicio después de
haber sido Comandante en Jefe del Ejército durante todo el período denominado
eufemísticamente de "transición a la democracia" siendo objeto de una
acusación constitucional de la que zafó gracias a los votos de la misma
concertación, salvo honrosas excepciones.
Ese mismo año, fue detenido en Londres -producto de una orden
de captura emitida por el juez español, Baltazar Garzón- adonde había
viajado gracias a un pasaporte diplomático emitido por la Cancillería a cargo
entonces de José Miguel Inzulsa, actualmente senador del PS por la Región de
Arica Parinacota. El resto de la historia es más o menos conocida.
Finalmente, el año 2005 el entonces Presidente de la República,
Ricardo Lagos, promulgó una reforma Constitucional que acabó con los senadores
designados y vitalicios, más un par de cosas más y declaró muy ufano, en la
ocasión, que a partir de entonces, teníamos una Constitución que nos
representaba a todos y al son de los violines y después de pasar por una
alfombra roja, le puso su firma.
La votación del domingo 25 de octubre, marca el fin de la
Constitución de Pinochet y representa la derrota más profunda que haya sufrido
la derecha chilena en décadas, es cierto. Pero además, es expresión del
desbordamiento social del pacto que en 1989 determinó el carácter limitado y
conservador de nuestro sistema político.
Probablemente, cuando se habla de "la clase
política", a lo que muchos hacen alusión aun con mucha imprecisión aunque
no del todo erróneamente, es a ese pacto que dejó intactos los candados
institucionales que impidieron un tránsito real de nuestra sociedad a una
democracia plena.
Desde ese punto de vista. sí. Efectivamente la clase política
sufrió también una derrota de proporciones. Es la razón por la que además de
imponerse abrumadoramente la opción apruebo, prácticamente en la misma
proporción ganara la opción Convención Constitucional.
Dos de los datos importantes que se deducen de los números del
domingo 25, es la alta participación de los sectores populares en esta
elección. Y el otro, el que sólo en seis comunas de la Región Metropolitana,
comunas en las que habita el sector privilegiado de nuestra sociedad, ganara la
opción rechazo. Representa simplemente, la enorme desigualdad de nuestra
sociedad, Seis comunas concentran el conservadurismo, la opción de quienes
están satisfechos con el orden político y las normas de convivencia
social que expresa jurídicamente.
Pero además, lo que se ha llamado "el despertar" del pueblo
chileno. Que mayoritariamente éste haya asistido a votar por un cambio
constitucional expresa un nivel de madurez política mucho mayor de la prevista
o incluso deseada por analistas, intelectuales y columnistas del sistema. En
efecto, el hecho de que se identifique la desigualdad, el abuso, la exclusión y
la discriminación; el autoritarismo y la burocracia con la Constitución y no
con una falla accidental o una condición contingente, demuestra que chilenos y
chilenas ven mucho más que su condición individual y de que la interpretan
correctamente como el resultado de sus relaciones con otros y otras y que se
ven a sí mismos como parte de una totalidad mayor.
El mezquino indivualismo pequeñoburgués elevado a la
categoría de virtud durante la transición quedó a lo menos puesto en cuestión.
Ciertamente, ante la derrota cultural e ideológica que esto representa, los
Peña, los Tironi y otros liberales se hallan perplejos y no atinan a encontrar
una explicación. O mejor dicho, sus tradicionales explicaciones -como la de un
déficit de modernización o la de las nuevas aspiraciones de la clase media-,
los muestran como lo que son y siempre han sido: ideólogos al servicio del
sistema.
¡Clase media, cuando el sueldo medio en Chile es menor a
cuatrocientos mil pesos! ¡Déficit de modernización, cuando las dichosas
modernizaciones no han hecho más que aumentar la proporción de los salarios a
pagar por todo y hecho estallar el endeudamiento de la clase trabajadora!
La derecha no es más que un veinte por ciento. Toda la votación
que la derecha perdió en relación con la presidencial anterior, no es votación
de derecha. Es gente que votó por Piñera y que en vista y considerando el
desastre de su administración ortodoxa del modelo, se volcó a posiciones de
cambio radical en esta ocasión.
Si hubo un tercio de los que votó apruebo, y como muchos dicen es votación de la derecha, no se explica que exactamente la misma cantidad de
votos sea la que obtenga la opción de Convención Constitucional pese al llamado
de ese sector a hacerlo por la Convención Mixta.
La mayoría del país votó para tirar al tacho de la basura de la
historia la Constitución de Pinochet. Se manifestó en contra del contrato
social vigente desde 1989 en que derecha y concertación acordaron los términos
de administración del neoliberalismo. También fue derrotada en toda la línea la
elite política que condujo la transición, lo que Piñera en su discurso
interpretó o trato de sugerirlo, como una disputa generacional.
Ganó el pueblo, ganó la movilización. Ganaron también las
posiciones políticas que pujan por democratizar el sistema político pero
también ponen esta tarea en relación directa con la necesidad de democratizar
las relaciones sociales. Esta tarea exige indudablemente la más amplia unidad
del pueblo. Especialmente, la más intensa movilización y lucha de masas. Por
ahora para garantizar el éxito de la Convención Constitucional y que ésta no
sea bloqueada por la minoría reaccionaria o la mojigatería de quienes no
confiaron en el pueblo en el pasado e hicieron de la actividad política una
profesión sin significado social y de transformación alguno, ganándose así el
mote de "la clase política".
Es el momento más decisivo de nuestra historia en el último
siglo. Las posibilidades inmejorables. Otro Chile es posible