jueves, 20 de abril de 2017

Yo o el caos

Gregorio de la Fuente La familia



Esta fue la frase que Pinochet usó en más de una ocasión para referirse a la contradicción que agitaba al país en los años ochenta, entre su abominable gobierno y la oposición mayoritaria que despertaba en la sociedad, la que se expresaba en  calles y asambleas.

Partidos políticos; sindicatos; organizaciones poblacionales; de defensa de los DDHH; feministas; de etnias originarias, estudiantiles, de profesionales, intelectuales y artistas; comunidades cristianas de base, protagonizaban la lucha contra los crímenes de la dictadura, por la verdad y la justicia; en contra de  las privatizaciones y por la democracia. 

Es una contradicción que encontró su momento culminante en el paro del 2 y 3 de julio de 1986, convocado por la Asamblea de la Civilidad.

¿Qué es lo que expresa entonces esta frase, aparentemente, burda y facilona? Nada más y nada menos que la oposición que hay entre la reacción y el progresismo. 

Hoy en día, las posiciones conservadoras la expresan en un lenguaje más sofisticado pero no menos ideologizado que el de Pinochet, para desacreditar  a las que propugnan el cambio, continuar las reformas comenzadas bajo el actual gobierno y profundizarlas. 

Le sugieren al país, que la verdadera contradicción está entre la responsabilidad o el aventurerismo; el progreso o  la mediocridad; el crecimiento económico o el subdesarrollo, haciendo aparecer a las posiciones que propugnan la reforma política y social como populistas, torpes y chapuceras.

Y a quienes las respaldan y promueven, como oportunistas y demagogos. No el caos, pero sí algo parecido.

Ese es precisamente el problema político principal hoy en día.  Todos los acontecimientos políticos recientes tienen su explicación, en última instancia, en esta contradicción: si hay primarias o no hay primarias; la definición de los precandidatos que van a participar en ellas; sus propuestas programáticas. 

También la conformación de las listas parlamentarias e incluso las votaciones de los proyectos de  reforma que se discuten en el Parlamento, como fue recientemente por ejemplo la de la ley de Educación Superior.

Y tal como ocurrió bajo la dictadura, la sociedad se inclina y se manifiesta mayoritariamente a favor de las reformas; por la desmercantilización de la vida social, la democratización del sistema político, la restitución del derecho a huelga y a negociación colectiva, el cambio del sistema de pensiones, reformas en pleno desarrollo y que exigen su culminación para tener efectivamente una auténtica democracia.

La derecha y los nostálgicos de la política de los consensos, están retrocediendo y lo seguirán haciendo en la medida que se acerque la próxima elección presidencial y parlamentaria. Hoy en día abren champaña para celebrar el triunfo de Piñera en las encuestas en las que sale segundo, incluso, corriendo solo.

No hacen otra cosa que resistir; tratan de evitar que esto suceda. Algunos buscando matices, complicaciones y recurriendo al viejo método de la extorsión. 

O bien poniéndose como el epítome de la historia y el desarrollo de la Nación y declarando, con una grandilocuencia vacía, "sin mí sólo retrocederemos"

Pese a ello, la unidad del pueblo se va a imponer. Y hay signos alentadores de que así va a ser más temprano que tarde.