martes, 6 de junio de 2017

¿Hacia dónde vamos?

Georg Grosz. Eclipse de sol, 1926



Uno abre diarios y revistas de actualidad y lee en todos ellos sesudos análisis acerca del cambio la situación política del país.

Fundamentalmente desde que la DC decidiera presentar su candidatura en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, sin considerar la opinión de sus aliados respecto de realizar una primaria de la NM para elegir a su abanderado.

Lo otro que ocupa un espacio importante en los medios, es el despliegue de la candidatura de Sebastián Piñera, quien por momentos pareciera estar  compitiendo ya por la presidencia de la república y no por ganar la primaria de su sector.

Su candidatura representa lo más reaccionario del pensamiento derechista. Ultra liberal en materias económico sociales y pechoño decimonónico  en materias morales y culturales. 

En resumen, el nuevo cuadro se caracteriza por la división de las fuerzas de centro-izquierda y la hegemonía reaccionaria que se impone en la derecha.

Este cuadro es el resultado de  muchos acontecimientos de luchas y contradicciones, acuerdos y rupturas, transformaciones, avances y retrocesos, protagonizados por movimientos  de masas y partidos políticos, y está lejos de ser la mera confirmación de las tendencias.

Son precisamente resultado de acontecimientos, en algunos casos incluso, impredecibles, sobre los que ha sido  necesario actuar.  La incapacidad de la precandidatura de Ricardo Lagos de abrirse paso en la NM, pese a sus sinuosas maniobras, gestos grandilocuentes y favoritismo de la prensa; los intentos infructuosos de la DC por sacar a los comunistas de la coalición recurriendo a toda clase de provocaciones; la presión de la movilización de masas exigiendo el cumplimiento del programa e ir más allá incluso.

También las reformas políticas al sistema electoral y a los partidos políticos; los avances en materia de restitución de derechos, pese a las limitaciones que la institucionalidad política vigente impone al despliegue  del programa de reformas de gobierno; lo que se ha llamado una "crisis de legitimidad" o "crisis de confianza" producto del conocimiento público de las promiscuas relaciones entre el empresariado y conspicuos políticos de derecha y de los partidos de la extinta concertación.

Sin embargo, el cuadro es muy inestable y esta misma situación puede todavía sufrir modificaciones. El alto abstencionismo y la indiferencia que chilenos y chilenas manifiestan por los asuntos públicos, lo hacen todavía más incierto. 

La primera y más probable de estas modificaciones , la caída de Pïñera de su lugar de privilegio en la oposición, sea por una baja participación en las primarias de la derecha, porque sus competidores lo alcancen o hasta por la posibilidad de que decline su candidatura antes de agosto. 

Ello, en todo caso, sólo para confirmar la posición ultra reaccionaria que ocupa la derecha en nuestra sociedad y que demuestra que ni hay ni nunca ha habido algo parecido a "derecha democrática" y por el contrario, el rol histórico que hoy en día cumple y siempreha cumplido. 

En segundo lugar, que la dispersión -circunstancial por ahora- de las fuerzas de centroizquierda se consolide en el largo plazo. En este sentido la aparición del FA pudo haber sido precisamente el factor que incidiera favorablemente a una resolución progresista de esta situación política. 

Pero no ha sido así y en lugar de ello, se ha extraviado en la búsqueda de una identidad que se define por cuestiones exclusivamente formales, como la crítica al "duopolio", sin poner ni un solo aporte novedoso en la situación política, excepto su aspiración de hacer lo mismo que la NM pero más rápido, lo que en el transcurso de la campaña por las primarias han tenido que matizar . 

En ese caso, las posibilidades de una derechización de la situación nacional, como ha ocurrido en Brasil y antes en Argentina, son más altas que hace un par de meses. Excepto que las fuerzas democráticas -tanto las de dentro como fuera de la NM- tiendan a converger, ojalá antes de la segunda vuelta de las próximas elecciones presidenciales y no repetir el papelón de MEO en una ocasión anterior muy similar el 2010. 

Y que esta convergencia se de también en las organizaciones sociales en función de profundizar el protagonismo y la incidencia de las masas en las reformas en curso y las que con toda seguridad deberán continuar en un próximo período presidencial a menos que sea de la derecha. 

martes, 16 de mayo de 2017

El debate de la izquierda en la actualidad

Caravaggio. La vocación de San Mateo




El  debate de la izquierda en la actualidad, no es muy diferente a los que ha realizado en el pasado.

El punto es que este debate se da en una situación peculiar, que es el tipo de sociedad que se ha ido conformando durante los últimos veinticinco o treinta años, incluyendo las transformaciones que ella misma ha experimentado.

Los partidos populares que en el pasado la conformaban, en efecto, no son lo mismo que entonces y algunos ya ni siquiera existen; los movimientos sociales a los que tradicionalmente representó, también han sufrido grandes transformaciones, sin considerar la aparición de nuevas demandas y movimientos de masas.

La salida pactada de la dictadura militar no habría sido posible a no ser por estos cambios de la izquierda y el movimiento popular. La transición, tampoco.

A grandes rasgos, ésta se basó en la aceptación, más o menos a regañadientes, del modelo de libre mercado y de la Constitución del ’80. Consistió, como su nombre lo indica, en un proceso de negociaciones y rupturas, de ajustes y pequeñas reformas que, supuestamente, conducirían a la superación de dichos enclaves, entendidos como un sistema de posibilidades, entre las cuales se podría incluir su transformación.

Pero se quedó sólo en eso, una posibilidad. Posibilidad que movilizó fuerzas políticas y electorales, como una suerte de movimiento autónomo sin ninguna conexión con la sociedad real o una muy débil.

Esto, se expresaba en un estallido social paulatino, pero sostenido en el tiempo. El año 2011 confluyeron movimientos ambientalistas, regionalistas, estudiantiles, de trabajadores subcontratados, del cobre, la salud y empleados públicos, incluido un paro nacional, inaugurando un nuevo momento o como muchos lo han llamado, un nuevo ciclo.

Éste se manifiesta en  una intensa lucha por la hegemonía. En efecto, la lucha por conseguir reformas efectivas al sistema no se expresa solamente en estallido social sino como lucha política. Se trata de una confrontación entre la reforma y la mantención del mismo orden de cosas heredados de la transición.

Lamentablemente, sectores de la izquierda han puesto siempre por delante de las discusiones sobre este punto, aquellas en las que se diferencia, dificultando la unidad del pueblo y el avance más decidido la transformación social y política.

Ello en el sentido de resguardar una presunta pureza de proyecto que otorga identidad y facilita el agrupamiento, la cohesión y efectividad política en el corto plazo.  

Sin embargo, a las grandes preguntas respecto de las cuales la sociedad nos conmina a todos los interesados en el cambio político y social en la coyuntura actual, hay solamente un vacío rellenado de frases hechas, declaraciones generales y críticas a todo lo que no sea igual.

Una posición muy chovinista por cierto. Es una posición que desconoce, por ignorancia o por doctrina, que el movimiento popular es diverso y rico en diferencias: de clase, culturales, ideológicas, de intereses, etc. y en función de estas diferencias y diversidad, se ha dotado de muchos instrumentos políticos con diferentes tácticas y estrategias, métodos de organización y lucha que son precisamente manifestaciones históricas de esta diversidad.

Esta es la razón entonces, para que la unidad de la izquierda, aunque compleja políticamente, sea una cuestión de principios y no solamente instrumental o dicho de otro modo, que no debiera subordinarse, en lo posible, a estas diferencias coyunturales. El sectarismo es no solamente una desviación política o incluso doctrinaria, sino una posición reaccionaria que se debe combatir y desterrar.

El radicalismo verbal, una manifestación del espíritu de secta que supone que se es poseedor de la verdad del pueblo o como se dice en la actualidad, del movimiento social. Y la historia, la confirmación de ciertas leyes trascendentes y por tanto, cualquier movimiento táctico, cambio de opinión o acuerdo, una renuncia o una traición a los principios. 


Todos los interesados en que el momento actual -complejo y contradictorio, pero lleno de posibilidades para el pueblo- culmine en una efectiva democratización del país deben trabajar por la unidad y para ensanchar la brecha que se ha abierto en el sistema y que permitiría democratizar nuestra sociedad, desterrando el sectarismo y las prédicas pontificadoras de su propuesta y discurso.



jueves, 20 de abril de 2017

Yo o el caos

Gregorio de la Fuente La familia



Esta fue la frase que Pinochet usó en más de una ocasión para referirse a la contradicción que agitaba al país en los años ochenta, entre su abominable gobierno y la oposición mayoritaria que despertaba en la sociedad, la que se expresaba en  calles y asambleas.

Partidos políticos; sindicatos; organizaciones poblacionales; de defensa de los DDHH; feministas; de etnias originarias, estudiantiles, de profesionales, intelectuales y artistas; comunidades cristianas de base, protagonizaban la lucha contra los crímenes de la dictadura, por la verdad y la justicia; en contra de  las privatizaciones y por la democracia. 

Es una contradicción que encontró su momento culminante en el paro del 2 y 3 de julio de 1986, convocado por la Asamblea de la Civilidad.

¿Qué es lo que expresa entonces esta frase, aparentemente, burda y facilona? Nada más y nada menos que la oposición que hay entre la reacción y el progresismo. 

Hoy en día, las posiciones conservadoras la expresan en un lenguaje más sofisticado pero no menos ideologizado que el de Pinochet, para desacreditar  a las que propugnan el cambio, continuar las reformas comenzadas bajo el actual gobierno y profundizarlas. 

Le sugieren al país, que la verdadera contradicción está entre la responsabilidad o el aventurerismo; el progreso o  la mediocridad; el crecimiento económico o el subdesarrollo, haciendo aparecer a las posiciones que propugnan la reforma política y social como populistas, torpes y chapuceras.

Y a quienes las respaldan y promueven, como oportunistas y demagogos. No el caos, pero sí algo parecido.

Ese es precisamente el problema político principal hoy en día.  Todos los acontecimientos políticos recientes tienen su explicación, en última instancia, en esta contradicción: si hay primarias o no hay primarias; la definición de los precandidatos que van a participar en ellas; sus propuestas programáticas. 

También la conformación de las listas parlamentarias e incluso las votaciones de los proyectos de  reforma que se discuten en el Parlamento, como fue recientemente por ejemplo la de la ley de Educación Superior.

Y tal como ocurrió bajo la dictadura, la sociedad se inclina y se manifiesta mayoritariamente a favor de las reformas; por la desmercantilización de la vida social, la democratización del sistema político, la restitución del derecho a huelga y a negociación colectiva, el cambio del sistema de pensiones, reformas en pleno desarrollo y que exigen su culminación para tener efectivamente una auténtica democracia.

La derecha y los nostálgicos de la política de los consensos, están retrocediendo y lo seguirán haciendo en la medida que se acerque la próxima elección presidencial y parlamentaria. Hoy en día abren champaña para celebrar el triunfo de Piñera en las encuestas en las que sale segundo, incluso, corriendo solo.

No hacen otra cosa que resistir; tratan de evitar que esto suceda. Algunos buscando matices, complicaciones y recurriendo al viejo método de la extorsión. 

O bien poniéndose como el epítome de la historia y el desarrollo de la Nación y declarando, con una grandilocuencia vacía, "sin mí sólo retrocederemos"

Pese a ello, la unidad del pueblo se va a imponer. Y hay signos alentadores de que así va a ser más temprano que tarde.

jueves, 16 de marzo de 2017

Acerca de la Nueva Izquierda

Honor´Daumier. El levantamiento


En los últimos cinco años se ha ido constituyendo en la  izquierda un sector diferente a cuanto existiera antes en ella. Ya desde los años noventa y tras el término de la dictadura militar se habría empezado a manifestar, irrumpiendo –por poner una fecha- en 1993 tras la candidatura de Manfred Max-Neef. Poniendo entonces, por primera vez, los temas del medioambiente y una agenda cultural que relevaba los temas del género y las minorías sexuales.

A lo largo de todos los años noventa, también se expresa en el sector juvenil, levantando las banderas de la autonomía y una crítica muy radical a los partidos políticos, las formas de organización del movimiento estudiantil y a la “izquierda tradicional”, incluida la autodenominada “izquierda revolucionaria”.

Se trata de una izquierda crítica del sistema neoliberal; del carácter excluyente y elitista de la transición pactada; su  conservadurismo cultural y moral; de los métodos y prácticas de los partidos tradicionales;  por la reivindicación de la autonomía de los movimientos sociales y de la legitimidad de sus reivindicaciones frente a una institucionalidad política impermeable a sus aspiraciones y propuestas.

No se trata de una izquierda marxista ni se define por una posición de clase.  En ella coinciden influencias doctrinarias muy diversas. Además, sectores de orientaciones políticas y tradiciones diferentes: los humanistas; anarquistas; ambientalistas; autonomistas; feministas; ex militantes o compañeros provenientes de la denominada “cultura comunista” y de la concertación.

También sectores del movimiento juvenil, del arte y la cultura, que se constituye alrededor de los denominados temas “ciudadanos”.

Se trata de sectores de clase media, que se han organizado en estos veinticinco años, en centros de estudio, ONG’s, colectivos político sociales, círculos de estudio y fundaciones que asesoran, en muchas ocasiones, a organizaciones sociales o que se han especializado en el trabajo político social en algún frente de masas.

Que han desarrollado una concepción de la organización definida como “horizontal”, para oponerla a las tradicionales organizaciones políticas, más formales, jerárquicas y con un fuerte sentido de la movilización en torno a objetivos.

En este caso, lo hacen en torno a “temas”, a conflictos generados por el modelo neoliberal, como la desarticulación de la ciudad y el espacio urbano, la destrucción del patrimonio y el medioambiente, la inmigración, la vulneración de los derechos de mujeres, etnias originarias;   y especialmente la política universitaria en lo que dice relación con el financiamiento y el marco regulatorio del sistema de educación superior.

Un punto aparte es lo que dice relación con las reformas políticas y el cambio constitucional, en el que la campaña “marca tu voto” y por la Asamblea Constituyente han constituido un hito relevante.

Se trata de demandas de cambio estructural al modelo neoliberal y el sistema político de una gran generalidad lo que a veces los hace aparecer como maximalistas y otras, como un sector sin propuesta o de una generalidad tan grande que no tiene posición.

Pese a lo anterior, sus motivaciones son precisamente las que lo ubican en la izquierda. 

No se trata de un fenómeno coyuntural. Se trata de un sector político que se va a proyectar en el tiempo aunque no se pueda predecir por ahora la dirección que vaya a tomar: ¿una socialdemocracia radical? ¿una de viejo cuño? ¿una izquierda revolucionaria como la de los sesenta y setenta? ¿un liberalismo progresista? ¿una izquierda humanista y libertaria más bien movimientista y social? 

La dirección que adopte depende en gran medida de la posibilidad de continuar las reformas que, con enormes dificultades y contradicciones, empezaron en el período de la presidenta Bachelet. Pero ello puede también convertirse en un factor que incida favorablemente en ella. 

La contradicción principal que determina el momento actual y que se se va a agudizar en pocos meses, es precisamente la que hay entre quienes quieren profundizar dichas reformas y quienes se oponen a ellas. 

Y no es precisamente el "duopolio" el que establece ese límite. 


sábado, 17 de diciembre de 2016

En las postrimerías

Francois Millet. El angelus
El tiempo de la actual administración se está acabando. Le quedan seis meses y la hora de los balances ya está llegando.

Hay avances importantes en este período e insistir en que fue un quinto gobierno de la Concertación, con la única diferencia de que en la NM estaban los comunistas es de una ingenuidad pueril. Es de una simplicidad tan grande que borra de un plumazo todas las determinantes concretas; las contradicciones; los matices y distinciones que hacen de cada momento una realidad histórica y no el cumplimiento de unas leyes o principios metafísicos que guiarían supuestamente su desarrollo.

Hay elementos que sería muy mezquino desconocer. La reforma al sistema electoral binominal; el comienzo de la gratuidad de la educación superior; la ley de inclusión escolar; la desmunicipalización de la educación pública y el proceso constiuyente -el que por lo demás todavía no ha concluido-; la reforma al Código Laboral; el Acuerdo de Unión Civil y la despenalización del aborto en tres causales y la reforma tributaria.

Se podrían enumerar también algunas otras medidas en ámbitos específicos. ¿Se podría haber avanzado más? Probablemente. Pero no fue así y las razones son varias, las que es necesario determinar para proyectar la política de la izquierda en el próximo período. 

En primer lugar, la acción implacable de toda la maquinaria comunicacional y cultural de la derecha, la reacción católica, el empresariado y las transnacionales. En esto el Gobierno fue débil y aunque el programa no lo planteara entre sus prioridades, fue una omisión que hizo más dificultoso de lo deseable el proceso de reformas. 

Dicha máquina generadora de sentido común, valores, aspiraciones y costumbres fue la caja de resonancia que ha hecho aparecer a los partidarios del sistema, -tanto de los liberales como los conservadores de derecha-  como la fuerza determinante de los últimos dos años, pese a su condición de minoría política y social.

Es evidente que ello es posible sólo por el conservadurismo que ha influido al interior de la NM a la hora de movilizar a sus electores y base social en el sentido de las reformas y delegarlas a los funcionarios, excepto en casos muy  puntuales.

También por la ausencia de un discurso y acciones que señalen que este proceso de reformas al sistema, si bien tiene su componente primordial en la regulación (no es una retroexcavadora para remover las bases del sistema, como declaraba con tanto entusiasmo, en sus inicios, el senador Quintana) también debe proponer al país, otros fines, otros valores. De eso ha carecido el discurso de gobierno y especialmente el de los parlamentarios de izquierda excepto en algunos temas, especialmente en lo que se refiere a la promiscua relación entre negocios y política en el sistema actual.

Esta desmovilización tiene además otro componente que viene de la desconfianza y vacilaciones de sectores de izquierda y dirigentes sociales a la hora de defender el programa de gobierno e ir a la disputa con la derecha, los propietarios y controladores de los medios, las encuestadoras, las universidades privadas y las administradoras de fondos de pensión. 

Esta ambigüedad, esta falta de iniciativa; estas vacilaciones propias del reformismo pequeñoburgués, le abrieron un espacio enorme a sectores que tanto desde dentro como fuera de la NM, reclamaban un retorno a la política de los consensos. Esto ya ocurriría en el segundo año del período de la Presidenta Bachelet y se ha seguido profundizando.

Sin embargo, tampoco lo suficiente como para decir que la restauración conservadora está a la vuelta de la esquina. Los partidarios del sistema, los nostálgicos de la transición pactada tampoco están en condiciones de disputar el poder hoy en día, pese a que no han renunciado ni renunciarán a ello. Los intrascendentes niveles de respaldo a la candidatura de Ricardo Lagos y el cada vez más complicado panorama de Piñera son su mejor demostración. 

Un tercer elemento es la profunda brecha que existe entre el movimiento de masas y la política. Y esto también es una parte de los factores subjetivos y no el resultado de condiciones naturales "estructurales e inmodificables". 

Movilizaciones de masas enormes en contra de las AFP´s, O las que critican -con justificados fundamentos- la insuficiecia de las reformas del Gobierno en educación superior o por reivindicaciones específicas, no se manifiestan en un fortalecimiento de las posiciones de izquierda -tanto de la que está dentro de la NM como la que empieza a surgir en algunas elecciones gremiales y sindicales, como en la última municipal-.

No se trata este último fenómeno de una cuestión transitoria y superficial. Por el contrario, se trata de uno de los que se va a a proyectar en el largo plazo y que es expresión de otro de los factores que explican las marchas y contramarchas, las contradicciones y dificultades que ha tenido la actual administración de la NM de avanzar más. Se trata de la dispersión de las fuerzas de izquierda. 

El surgimiento de una "nueva izquierda" representada por RD o el Movimiento Autonomista,y muchos colectivos que se manifiestan enfrentes de masas y territorios, es también una expresión de las contradicciones propias del proceso de reformas de este período.

En esta izquierda confluyen antiguos miristas, socialistas de izquierda, dirigentes sociales, sectores de la cultura y las artes, movimientos denominados muy imprecisamente "ciudadanos" y de la clase media y que ya no se sienten representados por los partidos de izquierda de la Concertación o que desde posiciones de izquierda fueron críticos y opositores a sus gobiernos.

Estos sectores se expresan de una manera inorgánica y muy difusa en elecciones sindicales y gremiales y también en muchos casos de manera sectaria y oportunista; pero sin compartir todavía o por ahora, un programa, una línea política, símbolos, excepto esas mismas que muchos reivindican de avanzar más y más rápido en las reformas que comenzaron en este período. 

No se trata de que nadie renuncie a su línea y programa, a su concepción de las alianzas políticas, a su historia y tradiciones. Se trata de empezar a recuperar a la izquierda; de recuperar presencia y protagonismo en las organizaciones sociales y de masas; comprender al movimiento social actual adecuadamente  en función de disputarlo al sentido común, a la ideología dominante; profundizar la unidad del pueblo y proyectar las reformas que con muchas dificultades comenzaron en el período de la Presidenta Bachelet pero que son, debemos hacer, irreversibles. 








miércoles, 16 de noviembre de 2016

Córtenla con Trump, plis


Jasper Johnes. Thrre flags



En estos días, el resultado de las elecciones en los Estados Unidos ha ocupado un espacio importante en los medios. No es para menos. Sin embargo, predominan los análisis seudosociológicos, teñidos de psicologismo; una sarta de lugares comunes y frases hechas, como "la insatisfacción con la clase política"; "la dictadura del duopolio", etc.  y manifestaciones de preocupación que rayan en el histerismo más pequeñoburgués.

¿Qué importancia tiene hablar de las elecciones en los Estados Unidos? Que, tal como está pasando en América Latina y Europa, la derecha más reaccionaria gana posiciones. 

Sin embargo, respecto de lo que estos análisis basados en las teorías de la "ciudadanía" y "la·clase política" no se pronuncian es el malestar con un sistema económico y social basado en la privatización, la concentración de la riqueza, la superexplotaciòn de la mano de obra, la subordinación del Estado y los gobiernos de todo el mundo a los intereses de las transnacionales y la gran empresa.

El que la derecha avance, significa precisamente que el gran empresariado y las transnacionales siguen hegemonizando, y lo seguirán haciendo, nuestras pálidas democracias para seguir profundizando esas características del modelo y que son precisamente las que despiertan insatisfacción, protesta social y desafecciòn con el sistema político. 

Una manera elegante y muy intelectual de hacerle el quite a tomar una posición frente a la situación política. Lo grave de todo esto es que a la crisis del neoliberalismo que se viene manifestando desde el 2008 -y de la que, como en el cuento del lobo, todos los años se anuncia su  resolución definitiva- con resultados como el de Estados Unidos lo mas probable es que solamente le abra paso al surgimiento de los populismos de derecha lo que va a profundizar sus aspectos màs retrògrados.

O ¿es que alguien piensa  que como Trump gano por la insatisfacción de los norteamericanos con el sistema, los tradicionales clanes como los Clinton o los Bush y por la pérdida de empleos, va a ser un gobierno progresista? Eso es tan absurdo que nadie se atrevería a sostenerlo aún cuando diga al mismo tiempo que gano el descontento. No. Ganaron los mas reaccionarios, gano el gran empresariado, los militaristas y las corporaciones.

Tal como hace poco ganaron Macri en Argentina y el impechment en Brasil, el NO en la consulta por los acuerdos de paz en Colombia; como intentan hacerlo con el referèndum revocatorio en Venezuela. 

Como intenta hacerlo la derecha en Chile boicoteando desde un principio las reformas del Gobierno de la Presidenta Bachelet, lo que era lógico y esperable, contando eso sì con sus propias contradicciones; las vacilaciones al interior de su coalición que fue de "la retroexcavadora" a la "responsabilidad fiscal".

Las tareas de la izquierda, como titulò su columna el compañero Miguel Crispi en El Mostrador, consisten en darle una direcciòn a esta crisis, señalar objetivos y tareas al movimiento democràtico; no conformar un tercer referente distinto al "duopolio", que es lo que insistentemente plantea el diputado Boric a travès de su cuenta en twiter. 

Si es necesario formarlo, será una conclusión de las tareas políticas que la izquierda y el movimiento social se planteen




viernes, 28 de octubre de 2016

Antecedentes que es necesario considerar

Hernán Ramírez Necochea




“Después de las elecciones de 1925, continuó funcionando la Asamblea Nacional de Asalariados de Chile y se estimó que en ella debía surgir una especie de coalición o frente popular permanente –para el que surgió el nombre de Unión Social Republicana de Asalariados de Chile (USRACH)- encargado de encabezar la lucha unitaria de la clase trabajadora; a este respecto en el periódico ‘Justicia’ se señaló que las elecciones habían dejado una experiencia al proletariado: habían demostrado el valor de su unidad y la necesidad de impulsarla y profundizarla; ‘su acción ahora debe encaminarse a la USRACH para oponer a la represalia política, de un extremo al otro del país, una organización fuerte y respetada’. Siguiendo esta línea, el 11 de noviembre el Comité Ejecutivo Nacional de la Asamblea Nacional de Asalariados puntualizó en un manifiesto que la USRACH ‘ya es una fuerza y ha de ser cada vez más poderosa hasta que no deje ni vestigios del poder burgués’.






Sobre la base de estas ideas expuestas (…) un grupo de elementos de las capas medias (…), formuló el propósito de crear la USRACH con el carácter de un partido que integrara elementos obreros dispersos que había en el país con elementos de las capas medias y de la pequeña-burguesía. El Partido Comunista, en cambio, sostuvo que debía ser una especie de alianza, frente o coalición de fuerzas populares que, sin fusionarse, tuvieran un alto grado de cohesión. No fue posible conciliar ambos criterios. Así la USRACH nació como un nuevo partido político popular.






La USRACH surgió con los caracteres inconfundibles de una agrupación reformista. Descalificaba concepciones de origen liberal-burgués con tintes socialdemócratas como los que servían de sustento ideológico al Partido Demócrata, desconocía o hacía caso omiso del marxismo, que inspiraba al Partido Comunista; en cambio, preconizaba un ideario fuertemente impregnado de anarco-sindicalismo(…). Eugenio González Rojas, entonces joven ideólogo del movimiento, afirmaba: ‘Somos, pues, enemigos declarados e irreductibles de las Cámaras Políticas, del actual sistema de sufragio y de los partidos existentes, desde el Conservador al Comunista. No queremos que se continúe la práctica mentirosa de elegir ‘representantes del pueblo’…El pueblo como fuente suprema de derecho público no existe. Lo que existe, en realidad, es un conglomerado viviente de fuerzas sociales, que es necesario coordinar en provecho de la prosperidad nacional, en una agrupación permanente de intereses que es imprescindible encauzar dentro de una severa justicia. Es por eso por lo que propiciamos la constitución de una Cámara Funcional, formada por delegados de todas las actividades vitales de la sociedad, elegidos por las respectivas organizaciones sindicales.’






En acuerdo con estos principios, la USRACH estableció en la Convención celebrada entre el 26 y el 29 de septiembre de 1926, que su finalidad era ‘combatir el régimen capitalista de producción y organización actual del Estado y procurar el advenimiento de una sociedad fundada en la cooperación y el sindicalismo. Propicia la liberación económica de los asalariados mediante la socialización de los medios productores y la transformación de las instituciones políticas y administrativas del Estado en organismos funcionales a base gremial. Sostiene que la realización de estas aspiraciones no será posible mediante la dictadura de una clase en la dirección del Estado, sino por la organización sindical de las fuerzas productoras y por la capacidad técnica y moral de los individuos. Consecuentemente con estas declaraciones, el Partido de los Asalariados propiciará la integridad del sindicato.’






De las descritas posiciones, la USRACH derivó hacia una posición política cada vez más coincidente con el ideario fascista, con lo que en Chile se dio un fenómeno similar al de otros países. De ahí que en un manifiesto publicado el 5 de marzo de 1927, su directiva expresara: ‘Repudiamos las Cámaras Políticas por ser organismos retardatarios e ineficaces. No es posible esperar que los partidos y los parlamentos modifiquen sus procedimientos ajustándose a la moral social y a la convivencia pública. La podredumbre afecta las raíces mismas del sistema. Es necesario ir francamente a la organización corporativa del Estado.’






En la práctica la USRACH coincidió con la argumentación básica manejada por Carlos Ibáñez entre octubre de 1926 y mayo de 1927, con lo cual -de hecho- concurrió a pavimentar el camino a la dictadura; se negó a hacer causa común con el Partido Comunista y el movimiento obrero para enfrentar los peligros representados por la instauración de un régimen dictatorial. Pero no sólo eso: en mayo de 1927 contribuyó a la elección de Ibáñez como Presidente de la República.






La USRACH tuvo, en realidad, una vida efímera y muy escasa significación; representó la tentativa de un conjunto de elementos pertenecientes especialmente a las capas a medias, por constituir un partido de trabajadores de carácter francamente reformista, inspirado en una ideología anarcosindicalista con fuertes ingredientes ideológicos fascistizantes. Su importancia radica en que constituyó una de las raíces –relativamente lejanas- del Partido Socialista de Chile; en efecto, muchos de sus militantes concurrieron, con posterioridad al 26 de junio de 1931, a formar diversas agrupaciones que se fusionaron entre sí (…) para fundar, en 1933, el Partido Socialista de Chile.”







Hernán Ramírez Necochea. Origen y formación del Partido Comunista de Chile. Editorial Progreso. Moscú 1984. Capítulo VI: Fracaso del reformismo burgués y dictadura (1924-1931). 4. Desarrollo de tendencias reformistas en el movimiento obrero. Págs. 182 a 185.