jueves, 13 de julio de 2023

Arrancar padelante

Honoré Daumier. El levantamiento. 1848



Después del plebiscito del 4 de Septiembre pasado y más recientemente, de la elección de los consejeros que van a redactar la propuesta de nueva Constitución, como se dice vulgarmente, los empresarios y sus partidos, arrancaron "padelante". De modo oportunista y a lo mejor un poco apresurado, decidieron que las cosas volvían a estar en el mismo punto previo al 18 de octubre, el "Oasis de Piñera". Lo habrá sido para ellos y en su sobreideologización, creen sinceramente que lo es también para el resto de los chilenos y chilenas. 

Es así como por ejemplo, las APP's, y los partidos de Chile Vamos y los Republicanos, anuncian desde ya su rechazo a la reforma al sistema de pensiones excepto en lo que dice relación con el aumento de la PGU. El lema "con mi plata no" levantado por el testaferro de Larraín y cía, el señor Francisco Orrego, conocido difusor de  noticias falsas y mensajes para confundir al pueblo y los electores, en la previa del plebiscito constitucional del 4 de septiembre pasado, lo expresa con total claridad. Esto es, la ideología que pretende que los trabajadores son dueños de algo que graciosamente y con mucho esfuerzo e inteligencia, administran las AFP´s. Por cierto, como toda ideología, oculta el carácter de clase del sistema previsional, basado en el despojo mensual de los salarios de los trabajadores, que es el pichintún que los empresarios están dispuestos a compartir con ellos del resultado de la productividad. 

Tampoco se refieren el señor Orrego, la Asociación de AFP´s ni el señor Fontaine,  otro de los guaripolas de la defensa de las AFP,  que esa plata presuntamente de cada trabajador y trabajadoora, los dueños de las AFP -que a su vez son dueños de bancos, tienen intereses en el retail, la energía y un sinfin de otras industrias- la trabajan todos los meses para acrecentar sus exhorbitantes ganancias, informadas por la prensa sin que a nadie le parezca escandaloso, mientras profesores y profesoras, enfermeras, empleados, trabajadoras y trabajadoras son condenados a una vejez miserable en la que no mueren solamente porque el Estado les paga la PGU. 

Haciendo gala de este desparpajo y de la prepotencia de clase, que históricamente la ha caracterizado, la derecha se ha opuesto también a la reforma tributaria, como si esta consistiera en una expropiación y ha recurrido a todos los argumentos noventeros de que dispone el manual de neoliberalismo con el que deben estudiar. Los impuestos desincentivan la inversión; si no hay inversión, no hay industrias ni trabajos, y el trabajo es la única manera de salir de la pobreza....etcétera, etcétera argumentos que repiten todos los Homeros Simpson de Chile. La derecha y los empresarios ya notificaron al país, que no están dispuestos a disminuir la desigualdad brutal que originó la ola de protestas y el levantamiento popular del 18 de octubre del 2019. 

Ni cortos ni perezossos, recurrieron incluso al inefable Tribunal Constitucional para tratar de echar abajo la ley aprobada por el Parlamento que sanciona los delitos tributarios, con la misma chiva por cierto. 

Mientras tanto, el Consejo Constitucional, intenta resolver un enigma peor que el de la Esfinge que asolaba la ciudad de Tebas en la antigüedad. Esto es, cómo garantizar un Estado Social y de Derechos, cuando la mayoría del consejo no cree en él o al menos, cree que es posible armonizarlo con el Estado Subsidiario. 

De no resolverlo, su destino no va a ser muy distinto que el de los viajeros que no respondían le correctamente, una horrible muerte. Los escándalos de corrupción, que son una característica típica del neoliberalismo, siguen estallando incluso en el marco de un gobierno que se ha propuesto ponerle la lápida. El caso convenios primero y el que sirvió  de pretexto de la acusación constitucional contra el ministro de educación Marco Ávila. En ambos casos, la reacción  ha sido correcta y oportuna. Sin embargo, la arremetida de la derecha, presuntamente defensora de la probidad, del buen uso de los recursos del Estado y del crecimiento económico, como toda ideología, manifiesta y al mismo tiempo oculta los valores de clase, la cultura que inspira su concepción del mundo y la sociedad. 

Uno basado en el puro cálculo, en el interés egoísta y la competencia como factor del desarrollo económico y la armonía social. Todas ideas por cierto, fracasadas una y otra vez y que están en el origen de cada estallido de protesta social de las que ha sido protagonista la sociedad en los últimos treinta años. El ministro Montes, uno de los cuadros mejor preparados y con más experiencia política de los que conforman el gobierno, ha demostrado una decencia política, un sentido de la responsabilidad de Estado y de Gobierno, que contrastan con la pequeñez de la derecha y su nulidad intelectual. Ha sido de hecho, uno de los pocos que ha señalado el desmantelamiento del Estado propio del Estado subsidiario, en este caso del ministerio de vivienda, como el origen de la crisis del sector que le toca conducir. 

El Ministro Ávila, una vez rechazada la acusación constitucional en su contra, y ante la insistencia majadera de la derecha en sus retorcidos argumentos sólo con un afán propagandístico, ha planteado el carácter de contratos entre privados, para referirse a los que realiza la JUNAEB con los proveedores de la raciones alimenticias que se reparten en las escuelas y las pocas capacidades de fiscalización que tiene el mineduc para velar por su contenido y también por su cumplimiento. Es el Estado subsidiario el que demuestra una y otra vez  su fragilidad, por decirlo suavemente, y la fragilidad en la que pone a la sociedad frente a los casos de corrupción. La corrupión, en el fondo, no es más que la manifestación más conspicua del tipo de sociedad contenida en la constitución actual, basada en el "sálvese quien pueda". 

La izquierda, el progresismo; las coaliciones que conforman el gobierno; los partidos aliados y cercanos y que comparten el propósito de tener una nueva Constitución; el gobierno y todas sus autoridades, no solamente deben tener una actitud proba y honesta; fiscalizar y denunciar la corrupción y los malos manejos en la administración. Deben además, entrar de lleno al terreno de la lucha ideológica con la derecha y demostrar que sus denuncias y sus ínfulas de fiscalización son puro fariseismo. Que los valores que la inspiran no se oponen a la desigualdad; que se basan en el individualismo, en el egoísmo y el afán de lucro. Que su actuación política tiene como propósito mantener las cosas tal como están porque sus valores, son conservadores en esencia. 

Arrancar padelante significa eso, significa mantener las cosas como están. Para ello, la reacción, la derecha y el empreariado disponen de una ideología que hace de sus valores, los de toda la sociedad. Sin combatir esta ideología, sin que la izquierda y el progresismo  le opongan otros  valores inspirados en una visión distinta y opuesta de Esado y sociedad y los haga explícitos, la derecha y los empresaros van a continuar a la ofensiva y la sociedad, el gobierno dando expliaciones  y el puelo, sin distinguir a los demócratas de los reaccionarios.


viernes, 30 de junio de 2023

La lucha por el sentido de la educación

Francisco Goya y Lucientes. Los caprichos "Lo que puede un sastre



La educación chilena está cambiando. ¡Chile está cambiando! Y eso provoca, naturalmente, la oposición de los sectores interesados en la conservación de las cosas tal como están.

Desde hace décadas, la composición del magisterio chileno viene experimentando cambios lentos pero profundos. Los planes de retiro, han implicado sólo en los últimos cinco años la salida de más de treinta mil profesores y profesoras del sistema público. La reforma de los planes de formación inicial docente, el sistema de evaluación del desempeño; el cambio en la composición del estudiantado de las carreras de pedagogía y de quienes ingresan en él, han traído consigo un cambio en su cultura; su manera de concebir el trabajo docente, su responsabilidad político-social y consecuentemente su relación con el Estado y la sociedad.

Las reformas impulsadas durante la segunda administración de la Presidenta Bachelet, entre ellas la Ley de Inclusión, la Nueva Educación Pública y el Sistema Nacional de Desarrollo Profesional Docente, han ido cambiando también la fisonomía y características del sistema escolar. Sin considerar los lamentables paréntesis de los dos gobiernos de Piñera, que fueron más bien intentos por detener estos cambios y volver a la política educacional noventera, tanto el de la Nueva Mayoría como actualmente, el de Apruebo Dignidad, han intentado domar –no siempre con éxito- la frecuencia e intensidad del SIMCE y los ímpetus inquisidores de la Agencia de Calidad de la Educación.

No podía ser de otra manera. Eso, aunque la derecha se oponga y en forma voluntarista y chapucera trate de retrotraer las cosas a lo que pasaba hace veinte o veinticinco años atrás. ¡Imposible! La sociedad ha cambiado y lo seguirá haciendo y junto con ella, el sistema escolar. Lamentablemente ha logrado contener hasta ahora la profundidad y la velocidad de los cambios que el sistema escolar necesita, aunque no los vaya a detener en forma definitiva.

Por eso el sistema escolar es objeto de una disputa política sorda pero no por ello menos intensa. Una disputa política que se desarrolla en las alturas de las oficinas del ministerio, el Parlamento y los centros de estudio. Ni siquiera en las universidades. Para qué hablar del magisterio, el movimiento estudiantil y de trabajadores y trabajadoras a través de la CUT y sus organizaciones de base, como el Consejo Nacional de Trabajadores de la Educación.

Mientras la guerra en Europa, el cambio climático y la recesión, determinan cambios como el fin de la globalización y el libre comercio; el resurgimiento del proteccionismo; el levantamiento de populismos de ultraderecha de tintes fascistoides en todo el mundo; la eclosión de demandas de igualdad y reconocimiento de las diversidades en el marco de los Estados Nacionales; una nueva fase en el desarrollo de la tecnología con la IA y la automatización que implica la pérdida de millones de empleos en el mediano plazo, la educación avanza a paso de tortuga y sin mucha claridad, contra la resistencia de la derecha y los conservadores de todas las layas, hacia un nuevo modelo que supere la mirada fragmentaria, tecnológica, economicista, individualista y competitiva que la caracteriza hoy en día.

La necesidad de una reforma al sistema de financiamiento basado en el subsidio a la demanda, se hace cada vez más evidente. La pandemia de coronavirus y la cuarentena obligaron a suspender su aplicación por razones obvias. Pero los movimientos de matrícula, las inasistencias de los y las estudiantes especialmente de los más pequeños –que es una manifestación de las secuelas de la pandemia- y la posibilidad de nuevas pandemias solamente la confirman, incluso sin considerar las razones que en tiempos normales la justifican, a riesgo de permanecer en el plano de los alaridos sobreideologizados.

Durante la dictadura militar, la discusión acerca del sentido de la educación fue para la oposición a Pinochet una prioridad política y ocupó gran parte de la discusión de la AGECH, la CONFECH, el Comité PRO-FESES y la FESES en congresos, asambleas, boletines y expresados en propuestas y reivindicaciones. Fundamentalmente en lo que tenía relación con las libertades de expresión, de pensamiento, la autonomía comprendidos como parte del Derecho a la Educación.  

Durante el período denominado de “transición a la democracia”, sin embargo, la reforma educativa consistió en su aggiornamento a las necesidades de la imposición global del neoliberalismo, conocido como “globalización”, expresados en descentralización, privatización del financiamiento, de la matrícula y la adaptación del contenido y objetivos del curriculum escolar a dichas necesidades. En la actualidad, el sistema escolar se adapta lentamente y como sin dirección.

Las cosas han cambiado, por cierto. Los movimientos sociales y la propia izquierda no son los mismos. Y si bien la reforma educativa, encontraba entonces la oposición de la dictadura y por eso, entre otras cosas, era necesario derrocarla, hoy en día la rearticulación de un movimiento social y una izquierda que actúen en ese sentido se hace más urgente; y lo que es una característica más favorable para hacerlo, es que tenemos un gobierno dispuesto y que ha dado pasos en ese sentido, aun cuando no sean todo lo profundos que se requiere. Lo que va a marcar la velocidad y la profundidad de estos, va a ser su inspiración en otros principios, otra concepción del hombre y la sociedad. De la participación del movimiento social, de las organizaciones de masas, de los partidos y organizaciones de izquierda no sólo desde los puestos de administración del Estado sino desde la Sociedad Civil.


miércoles, 21 de junio de 2023

Educación artística y cambio social

Laura Rodig. Vaciado en yeso de la mano derecha de Gabriela Mistral 

Laura Rodig, militante comunista, escultora y artista plástica; fundadora del MEMCH y Gabriela Mistral, profesora normalista, poetisa y ensayista; americanista hasta la médula, fueron dos eminentes defensoras y promotoras de los derechos de la infancia; la educación pública y la educación artística en Chile y América.

Ésta existía en el país desde los albores de la República. En la Academia San Luis, el Instituto Nacional, el Colegio de Santiago y el Liceo de Chile, ya se impartían clases de canto y dibujo e incluso baile. Se incluyó su enseñanza en las escuelas normales desde su fundación. Poco después de la independencia, se crearon la academia de pintura y el conservatorio. Más adelante, la escuela de artes y oficios, y en el siglo XX las escuelas de teatro y danza universitarias.

Sus principios originales, que ponen el acento en sus facultades "moralizadoras" y su utilidad en la formación de artesanos, conviven tempranamente con una preocupación por la estética y la filosofía del arte, a lo menos para la elite que gobernaba el país. Los planes de estudio del Instituto Nacional, por ejemplo, incluían estética e historia de la literatura.

Participan de este esfuerzo intelectuales y políticos de toda América: Bello, Sarmiento, Simón Rodríguez y muchos más.

En el curso del siglo XX, se introducen en todo el sistema escolar orientaciones que incorporan la historia del arte, la semiótica y principios de psicología del niño y el adolescente que los consideran sujetos de derecho y a las actividades artísticas, como instrumentos de expresión personal, desarrollo del pensamiento y de conocimiento de historia de las ideas y la cultura universal y nacional.

Al alero de la Universidad de Chile, se fue conformando un sistema que incluye además del conservatorio, el ballet nacional, el teatro experimental y el Museo de Arte Contemporáneo. También la Universidad Técnica del Estado y las universidades privadas tradicionales como la Universidad de Concepción y la Católica son parte de esta empresa, incluyendo la creación de los primeros canales de televisión.

Las escuelas normales y el Instituto Pedagógico, por su parte, se orientan a la formación de docentes para el sistema escolar, que junto a masas de trabajadores y trabajadores van conformando una cultura en la que se combinan la música escrita y las vanguardias pictóricas, con la cultura de pueblos indígenas y del pueblo campesino y trabajador.

La educación artística siempre acompañó la conformación de la República. Así lo concibieron los padres de la patria y sus primeros pensadores, como Manuel de Salas, Fray Camilo Henríquez, Lastarria, Bilbao, Miguel L. Amunátegui, Eusebio Lillo, los hermanos Matta y otros.La educación artística  es concebida, como parte de ésta no por casualidad. La educación  artística es parte del esfuerzo de formación de un hombre y una mujer libre, ciudadanos y ciudadanas de una república democrática y soberana.

El programa de la Unidad Popular también lo consideraba.  Pese a las caricaturas de la derecha y de los conversos, fue concebido como el producto de un amplio consenso político y social. Expresión de eso fue el Congreso Nacional de Educación del año 1971, no una comisión de expertos.

La última de las 40 medidas del Programa de la UP planteaba la creación del Instituto Nacional de Arte y Cultura, en estrecha relación con el sistema de educación pública, sistema que por su extensión territorial y su relevancia, podía ser el lugar de intercambio de toda la diversidad social, cultural y también política del país.

En los últimos treinta años, sin embargo, esta amplia experiencia y construcción histórica y social fue negada. Los discursos refundacionales, propios de la transición, que hacían ver la globalización como el límite del progreso humano y al pasado de la Nación, como puro subdesarrollo y como una suerte de estado pre-moderno,  intentaban cubrir con un manto ideológico, la construcción centenaria del pueblo, de los pueblos de Chile, en su lucha por la democracia, la soberanía y la justicia social.

El objetivo de la izquierda; de los trabajadores del arte y la cultura, en la actualidad, debe ser no resistencia sino la continua reforma cultural, considerando nuevas realidades y desafíos para la democracia y el pueblo como lo fue en el proceso de formación de la República y la expansión de la democracia en el siglo XX.

Ésta no es otra que la formación de una ciudadanía crítica -rebelde, como dijo el Presidente Boric durante el aniversario de su partido-. Pensar el sentido de la educación artística de nivel escolar tiene esa importancia, la misma que Lastarria le daba a la formación de una literatura nacional en el siglo XIX.

Hoy por hoy es el sentido de la democracia lo que está en juego, en medio de una crisis que incluye el fin de la globalización; el cambio climático, la recesión y en nuestro país la posibilidad de profundizarla o sufrir una involución autoritaria, como la que ya en España experimentan después de las últimas elecciones municipales.

La derecha, fiel a su ethos reaccionario y torpe, pretende que es posible volver a los años noventa. En este propósito la acompañan un par de despistados que se autoproclaman de "centro". Por eso la derecha es esencialmente reaccionaria. Porque pretende que los desafíos de la sociedad se resuelven siempre volviendo al pasado, haciendo de él no la fuente de la experiencia histórica siempre renovada del pueblo sino la esencia de un origen virtuoso al que es posible y deseable volver.

De la resolución de esta contradicción depende el destino de la patria. Así lo entendieron Laura Rodig, Gabriela Mistral y toda la intelectualidad progresista de América en los siglos XIX y XX. 

viernes, 9 de junio de 2023

Democracia o reacción


Jean Dubuffet. D'hotel nuance d'abricot. 1947

                                            

Todo indica actualmente que la tensión social y política aumenta vertiginosamente. Quien pone el ritmo de ésta es la derecha. La derecha, efectivamente, se ha dedicado desde que asumió el presidente Boric a radicalizar posiciones y atacarlo. Lo mismo respecto de la Convención y el proceso constituyente. 

El resultado de esta política ha sido el único que lógicamente podía esperarse, el fortalecimiento del Partido Republicano y de las posiciones más fundamentalistas de su sector. Tanto que de vez en cuando tienen algún exabrupto pinochetista, como el del consejero Luis Silva, que rápidamente es rectificado, explicado, parafraseado o sencillamente negado. Lo mismo respecto de su defensa de las bases jurídicas del sistema neoliberal. Incluso, comparando el anteproyecto de la comisión de expertos con la Constitución actual, para terminar confesando que preferirían quedarse con la Constitución de Lagos/Pinochet. Lo ha hecho el ex convencional y actual asesor de la bancada de derecha en el Consejo, Luis Arrau, el senador Edwards y otros varios.

Las reacciones frente al fallo de la Corte Suprema respecto de la tabla de factores y la devolución de los dineros cobrados en exceso por las ISAPRES a sus usuarios, también son una manifestación de esta tensión. La vocera de la Suprema, Angela Vivanco, solamente tuvo la sinceridad de reconocer que este verdadero cogoteo no es una cuestión respecto de la que el Estado pueda intervenir para restituir los derechos conculcados a los consumidores, sino de un asunto entre privados, razón por la cual solamente debieran ser beneficiados por el fallo quienes las demandaron. Los demás se quedarían mirando para la cocina. 

Es la aplicación del principio de subsidiariedad a todo evento, el que el consejero republicano Luis Silva se ha dedicado a defender doctrinariamente en todas las tribunas, aparte de Pinochet. Por cierto, no todos en la derecha son tan sinceros y a lo menos respecto de esta cuestión coyuntural, preferirían una interpretación menos ortodoxa del fallo de la Suprema. Y probablemente también, respecto del debate del Consejo Constitucional y sus resoluciones en lo que dice relación con el anteproyecto entregado por la comisión experta. 

Sin embargo, el resultado de la elección de las comisiones que la conforman, no permite abrigar muchas esperanzas a los optimistas de los acuerdos y el consenso. No tiene nada de raro. Los lloriqueos de la  derecha durante la Convención eran expresión de sus intenciones las que hoy puede realizar gracias a la mayoría que ostenta en el Consejo. Tal como lo dijeron previo a su instalación, ¿por que tendríamos que considerar a la minoría o llegar a consenso con ella? Por supuesto que no. La prédica sobre la importancia del diálogo, el consenso y la casa de todos es útil sólo en tanto éste sea la adaptación de la mayoría a sus concepciones políticas, doctrinarias, culturales y morales.

Durante décadas el opus dei y el catolicismo más conservador, tuvo retenidas las leyes de divorcio, la de aborto y la educación sexual en las escuelas -lo que ha convertido nuevamente en caballito de batalla de sus concepciones beatas de familia y educación-. Lo mismo en cuanto a su singular concepción de la libertad de elección, en este caso respecto a los servicios de educación y salud, las que en el fondo son la coartada ideológica del principio del Estado subsidiario. Su intención ha sido todo este tiempo que queden las ISAPRES y las escuelas particulares subvencionadas por el Estado en la Constitución. 

Otro punto en el que se ha manifestado en contra es lo que dice relación con derecho a huelga y negociación colectiva. Como dicen en el campo, "arrancar para adelante". Dejar amarrados de manera todavía más sólida, las bases del sistema neoliberal. Claramente, la derecha apeló al diálogo mientras fue minoría, tal como lo hizo a o largo de los años noventa y que fue el dispositivo que le permitió contener toda reforma transformadora que pusiera en riesgo la hegemonía económica, política, social y cultural del empresariado y el resto de las clases dominantes y sectores hegemónicos.

Hoy día, en cambio, radicaliza posiciones, se pone más fundamentalista, más dogmática; más agresiva y provocadora. No tiene sentido verter lágrimas por su hipocresía. Por el contrario, es el momento de hacer explícito el contenido de clase que se disputa en la actualidad, los intereses representados en el Consejo Constitucional y emplazar a quienes la conforman a declararlos y reconocerlos explícitamente. También en lo que respecta a las iniciatvas de gobierno que van en beneficio del pueblo, que de acuerdo a cualquier análisis objetivo son bien valoradas por la población y coinciden con sus necesidades, como el alza del salario mínimo; la reforma del sistema previsional y el fin de las AFP´s; la reforma tributaria, la ampliación de la negociación colectiva, etc. 

En la misma medida debieran sincerarse las posiciones de los que anteponen a sus posturas, el prefijo "centro", lo que da para un fregado y un barrido,  de manera que la definición que finalmente se deba adoptar en diciembre la exprese claramente y estos "centroalgo" puedan resolver sus contradicciones vitales de cara al pueblo. Los llamados al diálogo no solamente no tienen sentido sino que además ocultan la contradicción principal que agita a nuestra sociedad y de la que depende la posibilidad de una auténtica democratización del país o una involución autoritaria. 



 



martes, 30 de mayo de 2023

Las ideas por delante

Juan Domingo Dávila. El libertador Simón Bolívar. 1993



Hace poco se hizo pública una carta que el ex presidente de Uruguay, el compañero Pepe Mujica, le  mandó a Lula, a propósito del encuentro de presidentes de América que está organizando. 

Los desafíos que describe en ella son de una envergadura histórica comparable solamente a las que le ha tocado enfrentar a nuestros pueblos de América cada cien años e incluso más, considerando que ésta se inscribe en la crisis planetaria más grave que nos haya tocado enfrentar como especie.  

El avance en todo el mundo de una ultraderecha reaccionaria e ignorante, como pocas veces se haya visto desde mediados del siglo XX; la crisis económica y la recesión mundial con sus secuelas de desempleo, pobreza y profundización de la desigualdad a niveles obscenos; conflictos bélicos que ya provocan una nueva carrera armamentista y la posibilidad de una nueva guerra mundial;  una crisis medioambiental que incluye escasez de agua, sequías, inundaciones, desaparición de vastas zonas de riqueza ecológica: desaplazamientos masivos de seres humanos; extinción de especies animales y vegetales producto del aumento de la temperatura de la tierra, son algunos de sus ingredientes. 

La ciencia y la teconología -promesa de solución y de organización racional de la vida- se han demostrado hasta ahora incapaces de hacerles frente y por el contrario, parecen "a ojo de buen cubero" una de las causas de la catástrofe, favoreciendo la aparición de discursos pseudomísticos, esoterismo new age y consuelos espiritualistas que incluso favorecen las soluciones reaccionarias. La multiplicación de los problemas asociados a esta crisis global, es como el efecto de una bomba de racimo pero no se puede enfrentar cada una de sus detonaciones por separado sin que su efecto devastador se siga manifestando en la totalidad. 

La Vicepresidenta Argentina, Cristina Fermández, en el acto de aniversario de la asunción de su compañero,  Nestor Kirchner, planteó los ejes de un programa para enfrentar a la derecha y comparó la coyuntura actual por la que pasa la hermana República, con la que enfrentaba entonces, hace exactamente veinte años. En un gesto de dirigente político y popular, planteó las tareas y se rodeó de todos los compañeros, de todas las tendencias, que podrían encabezar este desafío. 

La unidad de los pueblos de América está a la orden del día. No hay otra manera de enfrentarla. Pero como plantean Pepe Mujica y Cristina Fernández, ésta se construye sobre la base de un programa de ideas, contenidos y propuestas que explican el que los que alguna vez hayan estado en veredas distintas y opuestas, incluso, puedan sentirse y actuar como compañeros y compañeras. 

La unidad ya tiene avanzado un buen trecho con lo realizado por la Convención, que fue objeto desde que se instaló de los más matonescos e hipócritas ataques. La victimización que hizo la derecha de su condición minoritaria acusando de revanchismo a quienes representaban a la mayoría desposeída, sobreexplotada, excluida, discriminada y endeudada hasta los tuétanos, llegó a los niveles de una sensiblería de telenovela, aunque contó para ello con una cobertura en los medios que cualquiera se querría. 

La izquierda y el campo social y popular, en cambio, esperaron aparentemente que esta se defendiera sola o se confió, nos confiamos, en la "razón" de sus resoluciones, en la justeza de sus causas y en que la escandalosa desigualdad, exclusiones y abuso actuarían prácticamente como un mecanismo automático para motivar a la ciudadanía para que, en forma espontánea, votara a favor de la propuesta de la Convención. Que hasta en Petorca ganara el rechazo, demuestra lo ingenuo de esta manera de proceder.  Claramente, tener razón no es suficiente. Ejemplos en la historia sobran para afirmarlo; el surgimiento del fascismo a mediados del siglo XX es precisamente expresión de esto. 

La propuesta constitucional de la Convención es la base para la construcción de un programa de todas las fuerzas políticas que votaron apruebo en el plebiscito de salida, debería serlo. El que en la propuesta de la Convención se pusiera el acento en el rol del Estado en lo que se refiere al cuidado de medioambiente y el combate contra el calentamiento global; la inclusión de un enfoque que reconoce las diversidades  que componen nuestra sociedad y la asignación de un protagonismo del Estado a la hora de proveer los mecanismos necesarios y dar cumplimiento a los derechos sociales de todos y todas, también. 

Pero la misma derrota del 4 de septiembre debiera servirnos para pensar en todo lo que hay que corregir, en lo que faltó. Claramente, la presencia de los trabajadores y trabajadoras en cuanto productores. Todos los trabajadores. Obreros asalariados; empleados, profesionales proletarizados; académicos sometidos al régimen de honorarios, trabajadores del arte y la cultura que compiten por fondos concursables para sostenerse precariamente a costa de su autonomía como creadores.

Hablar de la unidad es necesario y urgente. Más importante en todo caso es llenarla de contenido so pena de que el pueblo no ve en ella más que una componenda para obtener cargos. Avanzar en ella además, es reconocer lo avanzado y reivindicarlo como propio; la honestidad y la consecuencia son simpre un capital político, más aún en estos tiempos en que el egoísmo, la mentira y el oportunismo, parecen imponerse.   


jueves, 25 de mayo de 2023

Despertando a un sonámbulo

El gabinete del Doctor Caligari. Robert Wiene. 1920


Las palabras de la ex candidata al Consejo Constitucional y presunta autora de la tesis de las dos listas, la Presidenta del PPD -en las que trató de "monos peludos", "treinta por ciento" y otras linduras  a los partidarios de una nueva Constitución- no pasaron inadvertidas, ni siquiera en su partido que está cruzado actualmente por un debate no muy amistoso entre quienes están por continuar colaborando con el gobierno del Presidente Boric y el resto de las fuerzas de la izquierda; y quienes, como ella probablemente, preferirían experimentar nuevas alianzas o insistir en resucitar a la Concertación, como el sonámbulo Cesare en la película El gabinete del doctor Caligari.  

Da la impresión de que su objetivo es dinamitar las posibilidades de unidad de los demócratas para enfrentar el mayor desafío que hayan enfrentado en cien años, con propósitos incomprensibles e inconfesados. 

En efecto, una vez concluido el trabajo de la Comisión de Expertos, le toca al Consejo Constitucional ratificar o modificar el anteproyecto presentado por ésta. Si ya a muchos les debe parecer malo, con la mayoría que el Partido Republicano logró en la elección de consejeros, podría ser todavía peor. Ello,  considerando que lo que del trabajo de la Convención conservaron los expertos, podría ser eliminado para terminar con un mamarracho peor que el actualmente vigente -otro sonámbulo. 

Esto es el resultado de una seguidilla de errores que la izquierda y el campo social y popular viene cometiendo desde la instalación de la Convención Constitucional, de los que nadie se ha hecho cargo. Partiendo por la presidenta del PPD, que parece no darse por enterada de los cambios que ha habido en los últimos tres años y que son los que determinan lo que queda del proceso constituyente, de la misma manera que los teóricos de "la clase política", hacen como que no los ven para insistir en ese discurso facilón que, por cierto, siempre tiene quien lo aplauda. 

El primero, es el crecimiento acelerado de la utraderecha, como resultado de la despolitización de la sociedad y la irrelevancia en la que la política de la transición -suerte de neoliberalismo adocenado- sumió al Estado. Esto como resultado de las políticas que han hecho del mercado un hecho natural y de los valores asociados a la competencia mercantil, los que predominan en todas las esferas de la vida social. 

El Partido republicano y su prédica reaccionaria, precisamente por esa razón, empalma tan bien con el sentido común dominante, que es la ideología de las clases dominantes repetida en forma machacona por los medios y el sistema educacional. "Con mi plata no", "derecho a elegir", "los ricos crean empresas y trabajos", "los impuestos son siempre regresivos y coartan mi libertad", etc. es parte de la letanía que repiten los empresarios, sus economistas y los políticos que les sirven, convirtiéndose  en frases hechas para uso cotidiano y argumentación de toda clase de abusos. Por eso hasta la derecha tradicional se ha hecho irrelevante. 

Ese es también un punto que Piergentili parece no considerar. Chile Vamos fue fagocitado en el transcurso de los últimos años por los republicanos, de lo que es expresión el resultado de la elección de consejeros. Especialmente RN, que dada su matriz más tradicionalista -al lado de una UDI mucho más tributaria de un neoliberalismo puro- sufrió la peor caída electoral de su historia expresada ahora en la lucha desatada por su conducción.

El añorado centro moderado, la "centroizquierda", el "liberalismo social" o "tercera vía",  ya no existen...¿qué pretende Piergentilli? Sus vestigios andan buscando fórmulas que les permitan sobrevivir en este escenario ya que con la nueva Constitución, podrían terminar por desaparecer. Insistir en la formación de "un tercio" de centro, se ve complicado, excepto al costo de renunciar a la aspiración de un cambio estructural efectivo que fue parte de la identidad del centro histórico, cuestión que a la Concertación le costó las derrotas del 2010 y su patético estado actual. 

Chile, después del 18 de octubre, cambió definitivamente. La política no puede ser añorar lo que fue antes de esa fecha, la política no consiste en despertar sonámbulos. El único resultado que puede tener esa política es la de resucitar los monstruos que asechan en las entrañas del neoliberalismo y desatar las fuerzas reaccionarias que podrían producir una involución política, humana y social con un costo enorme para el país. 

La respuesta de los demócratas no puede ser otra que fortalecer la unidad, unidad que en el transcurso de la Convención, se dio sólo en forma coyuntural e inorgánica. Partidos, movimientos sociales, organizaciones tradicionales y emergentes. La forma que vaya a adoptar esa unidad es algo que la experiencia decidirá, aunque el tiempo apremia en todo caso. Esa unidad no puede repetir la experiencia de la Convención, que con todo lo avanzada y lo representativa de los pueblos de Chile que fue, no alcanzó el carácter de un proyecto de sociedad, sino solamente la suma algebraica de sus demandas, de sus anhelos y necesidades. 













lunes, 15 de mayo de 2023

Tiempo de lucha y unidad.

Ben Shahn. Trabajadores franceses. 1942




El triunfo de la ultraderecha del Partido Republicano en las últimas elecciones para el Consejo Constitucional, por razones obvias, no dejó a nadie indiferente. No por las mismas. Los únicos duros de mollera que no logran articular una idea razonable, son los eternos buscadores del centro. Hasta ahora, lo único que han hecho es lamentarse de lo polarizadas que quedaron las cosas y añorar un centro moderado capaz de construir acuerdos. Puro voluntarismo clasemediero que se niega a admitir la realidad por miedo o incapacidad o ambos, de tomar posición y enfrentar a los defensores del abuso, la exclusión y los privilegios. 

La derecha, por su parte, ya se empezó a desordenar. La radicalidad de las posiciones sostenidas por el Partido Republicano, férreo defensor del principio de subsidiariedad, el libre mercado y los valores ultraconservadores de un catolicismo decimonónico, la hacen temer sus peores pesadillas. Esto es, que el pueblo rechace el próximo proyecto constitucional y busque vías menos republicanas para poner las cosas en su lugar. Las grietas que empiezan a manifestarse en su interior, solamente son manifestación de las contradicciones insalvables que cruzan a nuestra sociedad y respecto de las cuales, de vez en cuando, se le caen un par de lágrimas de cocodrilo. 

Considerando lo anterior, creer que el 7 de mayo acabó todo y que el futuro constitucional ya está escrito, por consiguiente, es de una simplicidad supina; una profecía autocumplida y la renuncia previa a enfrentar los obstáculos antes de topárselos siquiera. O bien posponerlo para cuando haya mejores condiciones, un razonamiento pueril por cierto y que le abre el camino a la reacción más torva pues desmoviliza al pueblo y naturaliza, del mismo modo que lo hacen las clases dominantes y sus ideólogos, las condiciones políticas y sociales aunque lo haga espetando diatribas ultrarrevolucionarias y "constituyentes".

No hay que ser muy sagaz para darse cuenta de que las condiciones en que se desarrollará esta fase del proceso, son desventajosas para el pueblo y sus intereses. No solamente por la composición del Consejo Constitucional, tal como quedó después del 7 de mayo. O por todos los tutelajes, bordes y limitaciones que tiene. Lo realmente preocupante es la desmovilización del sindicalismo, el movimiento ambientalista, la juventud y el feminismo. Durante todos los últimos veinticinco años a lo menos, la lucha de masas siempre fue un factor presente, con más o menos intensidad, en la situación política llegando incluso a ser determinante, por ejemplo, en la derogación de la LOCE, la promulgación de la ley de subcontratación; y también durante los dos períodos de Piñera para dar origen al proceso constituyente. 

Los llamados a la unidad, aludiendo a la lucha contra la dictadura, son ciertamente muy oportunos. Pero esa unidad se dio en medio de la más multifacética y decidida movilización popular. No considerarlo y creer que la unidad es solamente levantar una lista para enfrentar una elección, es una peligrosa ingenuidad. 

Es como creer que esa unidad se va a dar en unas condiciones ideales de estabilidad y normalidad. En efecto, hay que ser muy testarudo para creer que Chile es el oasis del neoliberalismo; el país más moderno de América Latina. Chile es el país donde es más caro el costo de la vida; donde las jornadas laborales son más largas y extenuantes, donde se paga por todo y el endeudamiento es la base del consumo; donde los proyectos energéticos de infraestructura y obtención de materias primas, son a costa del medioambiente y las comunidades. 

Las condiciones para hablar de unidad no son, pues, las de un país estable y con una convivencia social armoniosa,  pese a las quiméricas concpeciones de los nostálgicos de la democracia de los acuerdos. 

Más aún considerando que la agenda del gobierno, es de interés de los trabajadores y el pueblo. Lo más increíble en este sentido es que sea la Ministra Jeanette Jara quien protagonice la lucha por el aumento de salario y la reducción de la jornada laboral, no la CUT. Ciertamente la compañera ministra, considerando esta circunstancia, ha jugado un papel primordial. O que en medio de la más desfachatada performance de las ISAPRES, fraudulenta y abusiva hasta la náusea, y considerando su colosal descrédito y la férrea defensa que de éstas ha hecho la derecha -hay que leer lo que escribió por ejemplo el consejero Luis Silva al respecto- no haya ni una sola manifestación de consumidores y usuarios. O que el impulso de la política nacional del Litio, esté radicada única y exclusivamente en el Parlamento como si éste fuera un poder del Estado que gozara de una gran confianza y legitimidad social.

Si. Es tiempo de unidad. Pero la unidad se define por las contradicciones sociales y políticas en torno a las cuales la experiencia le va indicando al pueblo quién es quién, no las puras declaraciones. Diva Sobarzo, María Rozas, Moisés Labraña y muchos otros dirigentes que protagonizaron la unidad antidicatorial así lo hicieron.