Las actitudes políticas después de conocido el resultado de las
elecciones
Jean Bol. El gremio de los comerciantes de vino |
Después de la segunda vuelta de
la elección presidencial se refrendó el resultado de la elección del 15 de
noviembre. Michelle Bachelet logró cuatrocientos mil votos más que en esa
ocasión y Evelyn Mathei, a duras penas, logró empatar con el resultado
parlamentario de su coalición. Ello, pese a lo predecible del resultado, desató
una ola de interpretaciones y reacciones
que podría augurar en algo el comportamiento de los actores políticos en el
período que se abre.
El titular de El Mercurio era
bastante elocuente. En lugar de destacar el triunfo de la abanderada de la
Nueva Mayoría y la aplastante diferencia que la separa de la abanderada de
derecha, se refería al supuestamente alto abstencionismo expresado en las
elecciones, lo mismo casi todos los medios. La idea es deslegitimar la política
del futuro gobierno antes incluso de que se haya instalado.
Decir que el porcentaje de
chilenos y chilenas que no votó, no lo hizo porque está satisfecho con el
modelo es tan fantasioso como decir que es porque son antisistémicos o están
desencantados de “la clase política”. Con este bajo nivel de participación,
entonces, el próximo gobierno, supuestamente, no tendría el mandato ciudadano
para impulsar las reformas planteadas en su programa y que es por el que se
habrían manifestado los electores.
Otro argumento que ha sido
sostenido por conspicuos derechistas y también por sectores de oposición que no
son parte de la Nueva Mayoría, son las enormes diferencias que cruzarían a la
coalición triunfadora y que harían impracticable su programa de gobierno. Se
trata de un argumento sumamente conservador: para unos un augurio de inestabilidad
y convulsiones respecto de las cuales los otros se limitarían a observar, para
adoptar una posición una vez resueltas.
Otro discurso que, con un cinismo que raya en la indignidad, planteó Melero en en el sentido de que el futuro gobierno “no les pase la
aplanadora” y se manifiesta muy bien dispuesto para llegar a acuerdos.
Muy difícil. Mathei en su discurso frente al exiguo numero de adherentes que se
encontraba en la sede de su comando la tarde de la derrota, planteaba que a la
larga las ideas de su conglomerado y que
había defendido durante su campaña, prevalecerían. ¿De qué acuerdos entonces están
hablando las viudas de la transición pactada? Obviamente, consensos en torno a
la mantención del status quo.
Medidas del programa como la reforma tributaria o el cambio
constitucional, serían de una alta complejidad y por tanto, en los ritmos y
procedimientos para su implementación, supuestamente se abriría un espacio y
tiempo suficientes para la política de los acuerdos. Es precisamente el espacio
en el que -suponen algunos sectores de la
Alianza- podría sobrevivir y desarrollar la política que históricamente ha
hecho la derecha tradicional: las camarillas, las conspiraciones de pasillo y
de clubes exclusivos.
Es el espacio para los guardianes del orden y la
estabilidad que generalmente se autoimponen el rótulo de “partidos de centro”. Un
Sambenito tan vago que da para toda clase de posiciones políticas pero que
comparten la misma idea conservadora.
Un argumento liberal, transversalmente extendido, ha
sostenido que es precisamente gracias a los avances de los últimos años que la
ciudadanía se manifiesta a favor de que se realicen cambios: Concluyen de esta
manera que no se deben realizar. Se
trata de una falacia que expresa una paradoja que es solamente lógica.
El resultado de la elección representa, en cambio, un
escenario sumamente práctico. Las tareas que impone, por lo tanto son también
muy concretas y es respecto de ellas que se debe adoptar una posición: se deben
realizar las reformas comprometidas en el programa de la Nueva Mayoría y
representadas por su abanderada, la doctora Michelle Bachelet. Referirse a la
alta abstención, las contradicciones de la coalición triunfadora, la
complejidad de las tareas del programa, los cambios culturales y un extenso
galimatías, solamente oculta posiciones conservadoras y que se oponen y se
opondrán a los cambios.
Entonces, es el programa de la Nueva Mayoría, el que va a
imponer el ritmo de la política en los
próximos cuatro años y quizás más. Son los sectores conservadores, los
defensores del status quo y los nostálgicos de la democracia de los acuerdos,
los que las van a tener complicadas en el futuro.
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