sábado, 15 de febrero de 2014

Gratuidad de la educaciòn



Jean F.Millet.ElAngelus
 

Gratuidad de la educación. ¿Qué es lo que se debate?

La gratuidad de la educación, para la abanderada de la derecha en las próximas elecciones del 15 de de diciembre, no sólo sería imposible, sino que además sería regresiva en términos sociales. Es también lo que sentencia la editorial del diario El Mercurio, órgano oficioso del empresariado, la derecha y los sectores conservadores de nuestra sociedad.

Con miras a las elecciones del 15 de diciembre, sería bueno aclarar de qué se discute. Para Evelyn Mathei  y los sectores liberales del espectro político, el tema es esencialmente empírico. Se refiere a corregir los efectos negativos –e indeseados- del mercado en educación. Fundamentalmente inequidad. Desde este punto de vista esencialmente empírico, lo único que se ve es que hay ricos y pobres. Que los ricos tienen acceso asegurado y los pobres, servicios focalizados o en el caso de la educación superior, una promesa incierta que se basa única y exclusivamente en el crédito.

Siguiendo el razonamiento, a las universidades ingresan mayoritariamente jóvenes de las familias de más altos ingresos. Y los colegios de enseñanza básica y media, también seleccionan a sus alumnos con un criterio basado en el ingreso de las familias. Ya no hablamos solamente de colegios particulares pagados. Hablamos también ahora de escuelas subvencionadas por el Estado que, por obra y gracia del financiamiento compartido, clausuran su composición en familias de clase media que han migrado del sistema municipal.

Una vez asumidos todos estos hechos como simples datos empíricos, como hechos de la causa, la discusión es eminentemente pragmática. Siendo así, es lógico que El Mercurio y la Mathei, se opongan a la gratuidad. Su tema es la viabilidad de una medida como ésta, cómo financiarla y subsidiariamente, su efecto en relación con la totalidad de la sociedad.

Pero no es esa la inspiración que explica la demanda por gratuidad de la educación de estudiantes, profesores, trabajadores y sectores democráticos en general, expresados en el programa de la Nueva Mayoría y en la candidatura de Michelle Bachelet. El orden de los argumentos es precisamente el inverso. No es la corrección de los efectos indeseados –o externalidades negativas- del mercado lo que se pretende resolver por parte de estos mediante la gratuidad de la educación.

Ello, pues la existencia de ricos y pobres y la profundización de la brecha que los separa, no es un hecho natural que se pueda abordar desde el sistema educativo, sino el resultado histórico del neoliberalismo como concepción de la sociedad.

Que ésta sea profundamente clasista, que se caracterice por altísimos niveles de inequidad y estratificación, no es un argumento en contra de la demanda por gratuidad. Todo lo contrario. Es la inequidad de nuestra sociedad la que explica el que tengamos un sistema educativo estratificado, tan caro y de mala calidad.

Este empirismo propio de la mentalidad liberal no puede comprenderlo. Es presa de los puros hechos, no puede comprender los fenómenos sociales ni proponer soluciones a las contradicciones que genera su propio desarrollo como concepción de la sociedad  sin negarse a sí mismo.

Por ello, la Mathei y el diario El Mercurio catalogan la demanda por gratuidad como regresiva en términos sociales. Luego, su conclusión de que esta medida sería imposible, se deduce fácilmente. En efecto, sin negar su concepto de sociedad y las premisas metodológicas de su concepción de la política pública, es imposible otorgar gratuidad de la educación. Porque para poder hacerlo, sería necesario avanzar además hacia una mayor equidad social, disminuyendo progresivamente la brecha que separa a pobres y ricos.

Por ejemplo, a través de los impuestos. Luego, una mayor recaudación tributaria permitiría destinar un mayor porcentaje del presupuesto nacional a la educación, no a través del gasto privado –que fue la receta aplicada desde 1995 en adelante- sino haciendo que el Estado eleve su participación en él; aumentando aportes basales a las universidades; o eliminando el financiamiento compartido de la educación escolar y obligando a todos los sostenedores que reciben subvención del Estado a reinvertir sus utilidades en las mismas escuelas.

El debate sobre gratuidad es, pues, un debate histórico que se enmarca o que es parte del cuestionamiento global a las políticas neoliberales, a su concepción de hombre y de sociedad y lo que se expresará en el balotaje del 15 de diciembre y no sólo una discusión técnica acerca del financiamiento de la educación.







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